Bebé y Mamá de Conquista

Nunca te olvidé

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Mauricio

Camino con paso firme por el pasillo, rumbo al elevador, dominado por la urgencia de escapar. Voy con la mirada clavada en el suelo y el ceño fruncido, por sentir que mi día ya era lo suficientemente malo sin necesidad de sorpresas desagradables, y ahora, no puede ir peor. ¿Por qué diablos tenía que aparecerse aquí? Justo ahora que… —La mano de mi prometida sobre mi hombro, me recuerda que ella viene caminando a mi lado, mientras conversa con la organizadora de bodas sobre algunos detalles del salón donde se celebrará la fiesta después de salir de iglesia.

La miro de reojo y me enfoco en su sonrisa inocente, reflejando lo feliz que se siente por ser mi futura esposa, mientras yo, tengo la mente hecha un jodido caos, por estar pensando en la recién llegada.

—Adelante, nos vemos más tarde en casa de tus padres —le pido. Dejo un beso rápido en una de sus mejillas y sin esperar su reacción, doy media vuelta y me regreso con dirección a las oficinas.

—¡Mauricio, se supone que iríamos juntos a escoger el menú! —Me grita desde lejos.

Finjo no escucharle, me hago el sordo y sigo mi camino sin mirar atrás.

Mi corazón se acelera como un loco a medida que avanzo, freno mis pasos cuando llego a mi destino y sin anunciarme empujó la puerta de la oficina de mi nueva socia, de inmediato sus ojos se encuentran con los míos, y juro que mi respiración se congela de tal forma que el oxígeno no alcanza a llegar a mis pulmones.

Pierdo mi mirada en su imagen, está sentada con una postura tensa, con sus dedos entrelazados sobre su regazo, como si contuviera una tormenta en su interior. La detallo por segundos que parecen convertirse en una eternidad, sin poder creer que esté aquí, precisamente ella, la mujer que he jurado mil veces que olvidé. La misma que un día me destrozó el alma sin piedad. Esa exnovia que me repito a diario que odio con todo mi ser, me detalla con mucha intensidad, con sus ojos cargados de algo extraño que no logro descifrar.

La sensación de enojo parece resguardarse por un momento en algún rincón lejano de mi cerebro, porque tener esos malditos iris que provocan sensaciones extrañas en mi ser, intentando explicar cosas del pasado que ya no quiero entender, logra que mis latidos se conviertan en golpes sordos dentro de mi pecho, recordándome bajo ese eco tormentoso que me encantaría ignorar, todo lo que alguna vez sentí por ella. Todo lo que se obligó a enterrar. Pero ahora, al verla ahí, con la misma mirada que hace años me había enamorado y destruido a la vez, siento una furia helada adueñarse de mi mundo de nuevo.

—¿Qué buscas, Nyssa? ¿Qué haces aquí?—suelto con voz dura, casi como un latigazo que deseo que le afecte tanto como me afecta a mí.

Sin apartar de mi rostro su iris inmensamente expresivos, ella se levanta de su silla, con el rostro un poco pálido, pero con la barbilla en alto, altiva y segura de sí misma, confirmando con su expresión que no piensa huir de mi rabia.

—Te lo dije en sala de juntas, Mauricio, soy tu nueva socia y vengo a trabajar —responde con seguridad; sin embargo, hay algo en sus ojos, algo que me habla de sus culpas y de sus verdades a medias.

—¡A trabajar! ¡Sí, claro! Tantas empresas en este planeta en la que puedes invertir, y justo vienes a esta —río sin humor, cruzándose de brazos—. Dime la verdad, ¿qué es esto? ¿Un juego más? ¿Vienes a asegurarte de que sigo hecho mierda por tu culpa? —Pregunto con rabia, sintiéndome un completo idiota por traer a esta conversación algo que no debo ni pronunciar.

Ella cierra los ojos por un instante y respira profundo, antes de volverlos a abrir y mirarme de frente.

—No vengo a pelear contigo, pero tampoco voy a quedarme callada —replica, con un deje de desafío en su voz—. Nada de lo que sucedió entre los dos, fue como tú crees, y me pesa, de verdad, me pesa demasiado, pero cambiar el pasado es imposible.

Sus palabras intentan enredar mi mente, su descaro me enoja más, por lo que muerdo mi labio inferior para contener las palabras hirientes que quiero soltar.

—No me vengas con eso —gruño, dando un paso hacia ella—. Me dejaste tirado, Nyssa. Me borraste de tu vida como si nunca hubiera significado nada, como si hubiese sido un verraco trapo sucio que usaste a tu antojo y luego desechaste porque otro te ofreció los lujos que yo no podía darte. Eso fue lo que me dijiste, ¿lo recuerdas? —Reclamo, ordenándole a mis ojos que no se les ocurra siquiera mostrar que quieren dejar caer por lo menos una lágrima.

Ella me sostiene la mirada, dejando caer algunas lágrimas falsas en las que ya no puedo creer.

—Toda historia tiene un trasfondo, y aun cuando sé que no es el momento para que estés dispuesto a escucharme, la mía tiene mucho contexto, no todo es lo que parece, Mau —murmura. — No te voy a mentir, la vez que nos vimos en el hotel te dije que no estaba dispuesta a perderte. A eso vine, Mauricio, a recuperar lo que siento que me pertenece. Vine por ti, porque aun cuando no creas en mi palabra, nunca te olvidé.




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