Bebé y Mamá de Conquista

La verdad camina en pequeños pasos

AD_4nXeS_6UNa_4FvYeVfCmLxfHyLxZB8PV9Rik36VssjjoZJJd-kibxO1n8in-8KN8hvgjStScSDxSBGNxvV0O5hLC5kQ0Uelq2eFDoxyW4xXZN6QDDuEF98O_dB5SrX4QeVa5DC6eEHgAIVllwGwEgrA9em9ky?key=JTnWqqA4GCka6tisIMui3w

Mauricio

—Eres un imbécil, Mauricio. —Me gritan de repente, perturbando la poca concentración que había logrado.
Levanto la mirada desde los papeles y veo a Fernan en la puerta de mi oficina. Sus ojos arden con una rabia que no le había visto antes.

—¿Qué quieres ahora? —Pregunto, cruzando los brazos con calma fingida.

—Quiero que dejes de destruir lo que amas solo por tu maldito orgullo. Te vas a arrepentir, hermano. De verdad, hay cosas que se pueden evitar. Nyss no merece que le trates de esa forma —reclama, caminando hacia mí.

Su voz retumba en las paredes, y en el acto me levanto despacio con cada músculo de mi cuerpo tenso.

Veo en la puerta que llega Martín y se queda parado en el marco, solo observando. Atento. Me imagino que para intervenir si la confrontación con Fernan se va a mayores.

—No es tu asunto, y no te metas. Lo que pase entre Nyssa y yo… es problema de ella y mío —le respondo seco.

—¡Ya no es solo problema tuyo y de ella! —me interrumpe, acercándose un paso—. Porque si tú no quieres ver a la mujer maravillosa que te busca a diario, entonces tal vez alguien más sí.

Su mirada me desafía.

—¿Qué estás insinuando?

—Estoy diciendo que yo sí estoy interesado en Nyss, y que haré lo posible porque ella me mire como algo más que un amigo. —Me suelta así nada más.
—Haz lo que quieras —le digo con la mandíbula tensa—. Me da igual. —Miento, más que a él, busco la forma de mentirme a mí para que nada de que lo que venga me afecte.

Fernan me mira con rabia y con decepción.
—Eres más estúpido de lo que pensé… —murmura—. Te pasas los días escondido detrás de ese resentimiento, cuando ni siquiera sabes lo que estás perdiendo.
Camina un paso más hacia mí, fulminándome con la mirada.
—Te atreves a despreciar a la mujer que tienes que idolatrar, sin darle la oportunidad de contarte que alguien más te está esperando —dice algo que no tiene sentido. No sé cómo interpretar sus palabras.

—¿Qué carajos estás diciendo? —pregunto, sintiendo que el corazón me da un vuelco.

No me responde. Solo me mira por un instante más, saca un pedazo de papel arrugado del bolsillo y me lo lanza contra el pecho.

—Descúbrelo tú mismo —dice con frialdad—. Tal vez así dejas de ser un maldito idiota — es lo último que sale de su boca, antes de dar media vuelta y se marcha ardiendo de la ira.

—¿Qué sabes de esto? ¿Qué quiso decir Fernan con que, alguien más me está esperando? —Le pregunto a Martín.

—Ya te lo dijo él. Ve a esa dirección y descúbrelo con tus propios ojos. —Me responde, antes de marcharse y dejarme más inquieto.

AD_4nXeS_6UNa_4FvYeVfCmLxfHyLxZB8PV9Rik36VssjjoZJJd-kibxO1n8in-8KN8hvgjStScSDxSBGNxvV0O5hLC5kQ0Uelq2eFDoxyW4xXZN6QDDuEF98O_dB5SrX4QeVa5DC6eEHgAIVllwGwEgrA9em9ky?key=JTnWqqA4GCka6tisIMui3w

El papel con la dirección sigue apretado entre mis dedos cuando freno en el lugar. No sé por qué vine. Y no sé por qué mi pecho está tan inquieto.

Me acerco, toco el timbre y una mujer mayor abre la puerta.

—¿En qué puedo ayudarlo, joven? —Me pregunta, reparándome más de lo normal.

—Vengo por... —respondo, sin saber ni por qué estoy aquí.
La señora de repente me mira con sorpresa, como si me reconociera. La veo dudar si dejarme seguir, pero se hace a un lado.

—Está en el jardín trasero. Pase, por favor. —Me indica.

La sigo por un pequeño corredor, y mis piernas se paralizan cuando la escucho.

Su risa. Esa risa que no escuchaba desde hace años.
Cristalina. Libre. Feliz. Como si nada de lo que ha sucedido en estos años pesara en ella.

Asomo la cabeza con cuidado y me congelo cuando veo la escena que no podía imaginarme ni en sueños. La verdad camina en pequeños pasos. Esa verdad que me ha suplicado muchas veces escuchar.

Allí está, Nyss, de rodillas, de espaldas a mí, con los brazos abiertos.

—¡Vamos, mi bebé! ¡Tú puedes! ¡Un pasito para mamá! ¡Uno más! ¡Eso es! — habla con emoción, a un bebé que está frente a ella…

Un bebé. De pie. Tambaleante.

Dando pasitos inseguros hacia su madre.

Sus mejillas rosadas.
Su cabello rubio. Esa arruguita entre las cejas cuando se concentra a dar ese paso que su mami le pide.

Me quedo sin aire, mi pecho sube y baja sin poder tener calma, porque mi corazón… lo sabe. Es mi hijo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.