A pesar de que sinceramente hubiésemos hecho nuestros votos ante Dios y la sociedad el día de nuestra boda, Francisco y yo aún teníamos un largo camino por recorrer. Yo lo llamé :el descubrimiento del camino del amor verdadero.
En medio de las lágrimas,el dolor y los recuerdos,me reí de pronto. Sentí una inmensa alegría,un gozo inexplicable. Había cosas muy buenas en medio de toda esta perdida.Si pudiera colorear mi vida durante los últimos veinte años,el color que representaba,el dolor emocional representaba más del 25 %,la tristeza un 20%y la decepción un 25%, todo junto representaba un gran porcentaje de negatividad. Lo más sorprendente era que no había amargura en mí. Que si no la había tenido nunca?.Por supuesto. La amargura había minado mi corazón lentamente durante mucho tiempo, mucho. Hasta que yo decidí entregar esa amargura a Dios. Cuando lo hice hubo una liberación. Una liberación maravillosa. Es distinto como actúa una persona sana mental y espiritualmente,a cómo actúa una persona amargada, resentida y rencorosa. Se nota en su diario vivir,en su núcleo familiar, laboral y en la sociedad.
Se bien que está filosofía no es popular, pero eso no le quita lo milagroso. El hecho de que cuando le entregas a Dios una situación que te rebasa,puedes descansar mentalmente y emocionalmente en él. Dios había tomado mi dolor,mi resentimiento y decepción y lo había transformado. Había limpiado mi alma de ellos. De eso que yo consideraba una tragedia, algo malo, él había extraído algo bueno. Sí, algo bueno.
Debo decir que todavía había cosas y situaciones dentro mío que necesitaba entregar y enfrentar. Cómo el hecho de que hubiese perdido tanto tiempo sin amar a Francisco con un amor no egoísta.
Los hombres y las mujeres somos completamente diferentes, biológicamente, mental y emocionalmente. Sus necesidades intrínsecas son diferentes.
Lamentablemente, cuando entramos a una relación de pareja,el común de nosotros ni siquiera estamos enterados de esas diferencias. Y si queremos un matrimonio exitoso, debemos educarnos en ello.
Comenzamos nuestras relaciones con expectativas que muchas veces resultan insatisfechas, comenzamos a cometer errores a diestra y siniestra. Mucho más tarde , cuando lo supe, lamente sinceramente no haber dedicado tiempo a conocernos mutuamente.
Por supuesto que sabía que Francisco me había amado,y yo había aprendido a amarlo a él a través de los años,no puedes entregar tu respeto y lealtad,tu amor incondicional y tu cuerpo,una y otra vez,a una persona que no amas,por lo menos,no en mi caso.
Perdí muchos años en ese proceso,por egoísta. Por terquedad,por querer hacer las cosas a mí manera,por soberbia. El tiempo que Francisco y yo fuimos almas gemelas,fue tan poco. Tan poco.😢. Pero lo atesorare para siempre.
El amor puede ser un hilo delgado y frágil,o puede ser un cordón de tres dobleces que no se rompe pronto.
Francisco jr.e Irene.
Paquito sólo tenía un año y medio y Luz ya estaba embarazada de nuevo. No fue un embarazo de alto riesgo pero si incómodo y enfermizo. Los primeros cuatro meses fueron de mareos y vómito constantes. Tanto que ella perdió tres kilos en esos cuatro meses. Estaba débil y con una presión baja. Se desmayó varias veces. Después de que Paquito cumplió seis meses, la familia volvió a su antiguo hogar, ahora Sofía Reyna le exigió a su yerno,rentar una casa para la familia,nada de vecindades.
Y Francisco lo hizo. Pero cuando Luz se puso muy mal debido al embarazo de su segundo bebé, estaba sola. Se quedaba sola,la mayor parte del día y algunas veces no podía atender a Paquito.
Francisco le pidió a una vecina cercana,si podía ayudar por un tiempo a Luz. Su nombre era Camila, tiempo después se convertiría en una de las amigas más cercanas de Luz.
El bebé en su vientre se movía constantemente. Parecía luchar,bailar y darse vuelta en el vientre una y otra vez. A veces estaba bastante tranquila. Pero luego todo comenzaba de nuevo. Luz no lo sabía en ese momento pero la personita que se convertiría en su hija Irene sería todo un volcán,a veces quieto y aveces en erupción.
Luz tuvo que ser hospitalizada dos veces por hipoglucemia y una leve anemia. Mientras tanto,con tan tierna edad y tantos cambios a su alrededor, Paquito estaba creciendo. Era un niño tranquilo y guapo. Silencioso y observador. Con esos ojitos cafés y ese cabello castaño, que ella no sabía de dónde procedía.
Hasta que recordó a su cuñada, la más pequeña. Sí, de ahí procedía. Venía por parte de la familia paterna.
Luz atesoraria en su corazón,sus primeros años como madre de Paquito, ella lo sostenía en brazos, lo achuchaba con besos y jugaba con él. Cuando naciera el nuevo bebé sería diferente. Ya estaba siendo diferente, con su madre débil y en cama,con su padre trabajando y él en brazos de la vecina cuando había que llevar a su madre al hospital. Los cambios eran dificultosos pero no malos, lo realmente malo sucedería más tarde,en cuanto Paquito entrara en la escuela. Ahí sí que se rompería el corazón de Luz,tanto por responsabilidad de la maestra,cómo de ella misma.