La palabra atesorar viene del vocablo "tesoro". Objeto de gran valor. Lo increíble de la palabra atesorar aplicado a las relaciones humanas es que tú y yo ponemos valor a aquellos que atesoramos.
Atesorar es valorar, guardar ,cuidar y proteger un tesoro.
La persona que tú has elegido para tu esposo o esposa es tu tesoro.
Pueda ser que para otros,la persona que tú atesoras no tiene el mismo valor ante sus ojos,es por qué es especial para ti.
Conoces cuánto vale y lo que vale se cuida. Conozco la historia de una mujer que cuando se casó le fue Dada una dote. La dote consistía en varias monedas de plata. Un día por alguna razón, perdió una de ellas. Estaba ansiosa y preocupada, se puso a buscar diligente su moneda por toda la casa. Y la encontró.
Estaba muy feliz, llamó a sus amigas para decirles que había encontrado su moneda perdida.
En el transcurso de una relación matrimonial podemos perder, la paciencia,el respeto,el cuidado. Damos por sentado que nuestro compañero @, siempre estará ahí. Si la negligencia es mucha, hasta se pierde el sentido del amor.
Debemos ser como esa mujer que, cuando se dió cuenta lo que había perdido, decidió hacer algo al respecto.
Atesoramos a nuestro cónyuge, mientras tengamos vida y oportunidad. Seguramente requerirá voluntad y esfuerzo pero vale la pena.
Recuerdos.
Estábamos en el río del rancho. Los niños jugaban entre el pequeño remanso de agua. Irene estaba feliz, juntando piedritas de distintas formas y tonos.
Paco estaba aprendiendo a nadar, yo solo le había dado algunos consejos, y lo había sostenido entre el agua,unas cuantas veces. El niño era bastante listo, no le costó mucho aprender.
Después de eso fui y me senté un momento junto a mi esposo.
-Estas bien?-
Me tocó la cabeza y asintió. -Tienes hambre?-
- Todavía no -
Después de un silencio,me tocó la cabeza desde su silla de ruedas. Había hecho un esfuerzo para estar con nosotros ese día. Se le notaba la debilidad.
-Quiero enamorarte otra vez - giré la cabeza hacia el sorprendida.- no he hecho mucho por ti-
Me tomo un momento responder. Entonces, justo entonces, me llegó al recuerdo todas las veces que me defendió en la escuela. Las veces que me pagó las rifas o que me invitó a comer algo en la calle. Cuando me ayudó con mis hermanos,en ausencia de mi madre. Sonreí.-Por supuesto que has hecho mucho por mí.- le respondí sonriendo,con calma.
-Yo ya te amo, solo quiero que estés bien -
Le apreté suavemente la mano y me puse de pie. Le dí un abrazo, mientras echaba un vistazo a los niños.
- Estás cansado?-
-Un poco -
-Quieres que volvamos?- miró a los niños.
- Déjalos un rato más -
Le acomodé una colchoneta en un lugar plano. Después lo ayudé a recostarse un rato.
Salto de tiempo.
Conocí a Ulises, un año y medio después de la muerte de Francisco. Yo no esperaba conocer a nadie como pareja en particular. Cuando has vivido mucho tiempo con un enfermo,en realidad no tienes muchos deseos de formar una relación,por lo menos ,no en mi caso.Sientes cierta desconfianza,de que las situaciones te rebasen y las cosas no te salgan bien de nuevo. Tenía mis propios desafíos con aprender a vivir la ausencia de Francisco,y también de encontrar la forma de ayudar a Irene a salir adelante con su vida.
Yo tenía 41 años por aquel entonces. Mi médico me había mandado hacer unos análisis clínicos de sangre, debido a una situación con mi salud.
Así que, ahí estaba yo,en uno de los laboratorios más conocidos de la pequeña cuidad donde vivía.
Ulises estaba formado en la fila, justo tras de mí, para pagar tambien sus estudios. Sí le eché una mirada, la fila estaba torcida,lo cual me facilitó la observación,me pareció atractivo. Se veía bastante joven, talvez 36, alto, talvez un metro setenta y cinco. Por lo menos a mí me lo pareció,yo mido uno cincuenta y cinco, así que sí,era un gigante a mis ojos. Ni tan delgado,ni gordo,un poco de barriga,ese tipo de barriga s la que yo llamo: barriga de casado.
Tez clara, cabello negro, facciones varoniles agradables. Cuando era joven,nunca me llamó mucho la atención en cuestión de gustos de pareja,la tez blanca y pálida,si era blanca y bronceada por el sol,mucho mejor. Era solo cuestión de gustos,no de discriminación.
Le eché una segunda ojeada. Este hombre proyectaba un aura tranquila, agradable,en control de sí mismo.
Me avergonce por estar mirando más de dos veces. Miré hacia adelante y permaneci en silencio esperando por mi turno para pagar.
Detesto la sensación que me invade cuando la aguja penetra mi piel,tal vez sea por que tengo la piel morena y gruesa. Pensar en eso me puso nerviosa.
Llegó mi turno, intenté sacar los billetes de mi monedero,y el montón de monedas se vinieron con ellos. Las monedas se desparramaron por el piso. Ulises se acercó y comenzó a ayudarme a recoger las monedas, mientras yo le tendía los billetes a la cajera que a la vez era secretaria.
Me agaché yo también para intentar recoger lo que quedaba. El me sonrió.
- Tome -
-Muy amable, gracias, sonreí,un poco apenada - tomé las monedas que me tendió.
Le tocó su turno de pagar. Yo me volví para buscar un lugar donde sentarme.mientras me llamaban. Me acomodé junto a una señora anciana muy seria y guapa.
Ulises terminó de pagar y vino y se sentó junto a mí. No creo que lo hiciese intencionadamente,era el único lugar que quedaba libre. Se volvió hacia mí y sonrió de nuevo, -eso de esperar por una aguja no va conmigo - echó una mirada a la puerta del cuarto de extracción de muestras y me miró de nuevo sonriendo.
Asentí -Comprendo, a mi tampoco me gusta mucho que digamos, todo sea por la salud - devolví la sonrisa amablemente. Tenía un rostro sincero y agradable,no se porque me abstraje. Creo que en parte,era por que hacía mucho tiempo que no mantenía una conversación intrascendente con alguien amable que no me conocí en lo absoluto.