Benjamín

Pico roto

Yo lo vi y no lo pude olvidar, su historia se me hizo tan interesante que dije: la voy a contar.

Sucedió hace algún tiempo con un personaje muy particular, un pollito recién nacido, de alguna manera, la forma de observarlo cambio sin darme cuenta, al principio de esta historia, lo vi cuando pasaba por la calle rumbo a mi trabajo, era curioso, porque sucedió en una especie de vecindad de pollos que instaló el "CENTRO DE ESTUDIOS Y CUIDADOS PARA ANIMALES DE GRANJA Y DOMÉSTICOS".

Una especie de escuela en veterinaria que recientemente se había inaugurado en la colonia, no era grande la escuela pero se ve que si trabajaban, estaba a dos cuadras antes de llegar a la lechería; la forma en que cuidan los pollos, en mi opinión es que los separaban según su color, tamaño, conducta, bonitos y feos, los seleccionaban en una especie de cajones grandes de plástico, apilados dentro de un aparador que daba a la calle, seis cajones de largo por cuatro de alto, todos de color blanco, en total veinticuatro cajones con un foco cada cajón, con sus apagadores independientes.

Todas las mañanas muy temprano cuando todavía no salía el sol, los cajones que ya tenían su luz encendida parecían ventanas de pequeños departamentos dónde la silueta de los pollitos se distinguía perfectamente, unos ya parados jugando o haciendo ejercicio, otros sentaditos que solo se veía que movían sus cabecitas de izquierda a derecha, otros con sus luces apagadas, que te hacían pensar que seguían durmiendo.

No era yo el único que salía a las cinco treinta de la mañana para ir a trabajar, por lo que no era yo el único que veía a esos pollitos, así que muchos vecinos nos fuimos conociendo al observar tan particular condominio; dependiendo de los minutos de atrasó para salir a trabajar o los minutos en que salía uno más temprano, la gente era diferente.

Para muchos fue algo novedoso y divertido ver esa unidad habitacional de pollos, no sé si todos los que estudian veterinaria lo hagan todos así, o era una actividad especial, la cosa es que no me quedé después con la duda.

Al principio no pensé que mi atención a esos pollos iba a crecer con el tiempo, pero así fue, al grado de que hubo días que, al sonar mi despertador, al despertar en automático me venían a la mente los pollitos, eso hacía que me levantará cada mañana más animado.

Mi vida habitual para mí y mi esposa era novedosa y entretenida, teníamos un par de años de casados; así que ya saben, nos estábamos conociendo mi novia y yo, te das cuenta como vivía de soltera, si es cochina, si es limpia, hacendosa, si sabe cocinar, si sabe planchar, si sabe cocer, es difícil saber que comer cuando tu esposa no sabe cocinar, eso ocasiona que si no sabe, tienes que invitarla a salir a comer y eso implica pagar más por la comida del día.

Las comidas económicas te hacen engordar, yo pienso que por eso engordan los recién casados, nosotros no salimos de la colonia donde nacimos, éramos vecinos; así que nuestras familias como padres, hermanos, suegros y cuñados, vivían a unas cuadras de nuestra casa, recuerdo haberla visto algunas veces cuando iba al mercado y las veces que nos topamos en el transporte rubo al escuela, realmente nos hicimos novios cuando entramos al mismo gimnasio, nos tratamos, salimos al cine, a comer a pasear, fue cosa de algunos meses y le propuse matrimonio.

Continuando con el relato de los pollos, el primer día cuando regresé de trabajar le comenté a mi esposa sobre los nuevos vecinos, aquellos pollitos que vivían en su unidad habitacional, a ella le dio ternura y menciono ir a verlos terminando de hacer de comer.

Al siguiente día, me pare a las seis cincuenta de la mañana y al ir rumbo a mi trabajo, desde lo lejos vi que ya había público, señores y señoras de la tercera edad, señoras con sus cubetas para la leche, algunos niños uniformados con sus papás, algunos jóvenes con ropa de ejercicio, etc.

Aquel lugar se estaba haciendo cada día más famoso, incluso la gente comerciante ve negocios rápidamente dónde hay gente, poco a poco fueron llegando, ya vendían tamales de salsa verde, rajas, mole y dulce, gelatinas de cuadritos con rompope y sándwiches, eso por el momento para los niños y la gente que no le da tiempo de desayunar, a esa hora todos los departamentitos de aquella unidad habitacional tan particular ya tenían luces encendidas, se distinguían siluetas de sus habitantes unos ya grandes, yo creo eran gallinas, que aún paradas cabían perfectamente en el cajón, se veían las patas y su cabeza perfectamente, el cajón era grande y fácilmente entraban dos por caja, algunos tenían crestas grandes, había polluelos, como cinco pollitos en un solo cajón, había de todo en esa vecindad, los niños de las escuelas se reían y a otros les daba ternura, sucedió algo que llamo mi atención, escuché a una niña que dijo:

--- ¿Que le pasó mami a ese pollito, porque está así?

Busqué inmediatamente hacia donde veían; era un polluelo que cuando se movía parecía no tener pico, la madre de la niña un poco fría le contestó:

--- ¡¡ay, que feo!!... quien sabe que tiene

Así que le mostro otros pollitos más contentos, yo me quedé extrañado de esa silueta, el tiempo no me permitió ver más, así que pensé: el jueves que es mi día de descanso vengo a ver a este pequeño, apresuré mi paso, porque realmente se me hacía tarde, el tiempo pasó volando, así que me fui corriendo.

El lugar sin duda en poco tiempo ya era famoso, la gente iba a diferentes horas del día, al ir rumbo a su trabajo o de regreso, de dejar a sus hijos en la escuela, a toda hora, por lo que la calle se fue llenando de negocios.



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En el texto hay: humor, aprender, aventura

Editado: 07.02.2020

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