Siento que el tiempo, mi corazón, mi alma entera se detiene.
"La cagué" pienso, el pánico invadiendome los nervios. No debí hablar tanto, abrumarla con mis sentimientos cuando hace nada alguien destruyó los suyos. ¿En qué estaba pensando? ¿Qué me diría que me ama y caería en mis brazos? ¡Cómo tan tonto!
El pánico empieza a apoderarse de mí, especialmente porque por más que le envío mensajes (tanto desde Skype como desde el celular), no responde ninguno. Ni siquiera los ve.
—La cagué, la cagué, la cagué —repito en voz baja y apresurada. El corazón se me atora en la garganta—. Cómo tan idiota, como tan sacowea. ¡Ugh!
No me puedo quedar quieto. Así que empiezo a caminar por el cuarto. Tengo ganas de gritar y de salir corriendo. ¡Tan tonto, Ivar! ¡Tan tonto! Claire no contesta ninguna llamada, ni mensaje, ni siquiera un SMS. Tampoco la veo en línea en ninguna de sus redes y estoy empezando a desesperarme porque no sé qué podría hacer ella, no sé nada.
Pienso en si me bloqueará. La sola idea me rompe por dentro; no podría soportarlo.
No sé qué hacer.
El tiempo transcurre desagradablemente lento. Los minutos se me pegan en la piel y la desesperación se ha convertido en algo ácido, doloroso y vacío. Desde hace dos horas que Claire se desconectó y no he vuelto a saber nada de ella. Tengo una maraña de emociones, tan confusas que me duele el pecho.
"Oye, perdona por decirte eso, ya? Sé que no era el momento. Descansa" escribo casi a medianoche, rindiéndome a la idea de que no va a contestarme.
Debato en sí decirle algo más, al final apago el computador.
No hay nada más que hacer, salvo esperar.
°°°
El beneficio de trabajar como freelance es que los horarios los armas tú.
Lo peor de trabajar como freelance es que los horarios los armas tú.
Pasé una noche tenebrosa. Dormí terriblemente mal, torcido en la cama, atormentandome en soledad porque sufrir es lo que mejor sabemos hacer los hombres. Di vueltas, una y otra vez, soñando estupideces y apenas amaneció y mi mamá se fue a su trabajo, yo no aguanté más y encendí el computador para empezar en lo mío.
Por lo general suelo trabajar en la tarde y noche. Soy una persona noctámbula y la inspiración viene a mí cuando el ajetreo diario se desvanece. Mis mejores obras han sido hechas a la luz de la luna, por muy cursi que suene; pero en el proyecto que tengo en la actualidad, es difícil tener horarios fijos, trabajar con otra persona me imposibilita muchas cosas.
Félix es un buen trabajador; pero diseñar portadas de libros con otra persona es un verdadero fastidio. Nunca nos ponemos de acuerdo de buenas a primeras y siempr tiene más cosas que decir, criticar o modificar. Lo mismo ocurre al revés; algo que podría realizar solo en un par de semanas, se ha convertido en un trabajo de casi un mes.
Mientras Skype se inicia, me pongo al día con los pendientes de mi correo. Félix me ha enviado un adelanto de la portada en la que está trabajando y me ha pedido que revise el lineart y agregue algunos detalles y sugerencias. Es demoroso, porque es un buen artista, pero demasiado inseguro y tener que depender de que termine el diseño (porque es el único que sabe dibujar de nuestro equipo), es fastidioso. Podría haber estado listo hace tiempo, pero aquí estoy, estancado.
—Supongo que no me puedo quejar, al menos hay trabajo —digo para mí mismo, con desgano—. Aunque saliendo de esto, disfrutaré la temporada de trabajo en solitario.
Me pongo a trabajar, revisando el trabajo de Félix. Ya puedo sentir el peso del estrés que esto me traerá.
“Está bien. Sobre reaccioné como una loca”
El pop-up de la ventana de Skype aparece en la parte inferior de mi pantalla y el dolor de cabeza que estaba empezando a sentir, desaparece de golpe, el alivio y el latir de mi corazón son lo único que puedo razonar.
Cuando escribo un saludo y un "no te preocupes" en respuesta al mensaje de Claire, me tiemblan las manos.
"Ivar, hay algo que quiero hablar contigo" dice ella tras unos segundos de silencio en donde cerré mi trabajo. Ahora que ella está aquí me es imposible hacer algo más.
Tengo el corazón atorado en la garganta cuando inicia la videollamada. Y de verdad pienso en rechazarla, huir como ella lo hizo (y es en este momento cuando entiendo porque huyó) y hacerme el desentendido. Pero los hombres no huyen, se quedan haciendo aguante y además, sería postergar lo inevitable.
Pensé que se vería diferente. No estoy seguro de la razón, solo creí que tras una ruptura y ausencia, su rostro cambiaría. Pero sigue igual, sigue allí con su piel blanca, sus ojos claros y sus mechas teñidas de púrpura enmarcando su rostro. Quizá un poco más ojerosa de lo normal. Me mira con seriedad y tose con incomodidad cuando nos miramos.
—Esto no es fácil de decir —dice tras lanzar un hondo suspiro. Mira varias veces a la pantalla, sin verme directamente—. Pero necesito que me escuches. ¿Ya? Solo déjame hablar y no me interrumpas.
—De acuerdo…
Sin saber muy bien qué hacer, me acomodo en la silla. Claire vuelve a tomar aire tras un asentimiento a mis palabras y yo me siento terriblemente incómodo, algo muy desagradable baja por mi garganta y se instala en mi estómago.
—Ivar, yo te quiero mucho. Pero mucho. Somos amigos desde hace años y eres una de las personas en las que más confío en mi vida. Y sé que lo sabes. Sé que lo sientes. Pero yo no te amo, no de la forma en que lo haces tú.
“Las mujeres no se van con rodeos, ¿cierto?” pienso, queriendo sonreír como si todo esto fuera un mal chiste.