Besos de una Historia

Capítulo uno: Una casa hecha desastre.

La casa de la abuela es un desastre, tiene cajas por todos lados, muchos "electrodomésticos" más antigüos que yo, cosas por el piso y la madera de las paredes descascaradas. Ni siquiera es porque nadie haya vivido aquí por mucho tiempo, en realidad la abuela estuvo metida aquí por dos años.

—Mamá, ¿en serio? —pregunta la mía levantando un vestido de bebé —Esto es de Rosalie cuando tenía diez meses.

—Es un recuerdo Tania.

Sólo duramos dos años en otra ciudad lejana, mientras mamá trataba de divorciarse de Jhon, un tipo siete años menor que ella que terminó siendo mi padrastro por tres años, hasta que claro, mi mamá lo encontró con su "prima" en un íntimo momento nada familiar.

En ese poco tiempo mi abuela ha terminado por destruir su casa, lo que se le podría llamar como desastre acumulativo de cosas innecesarias, aunque ella los llame "recuerdos".

Camino hasta una puerta debajo de las escaleras, allí dentro hay una tina de plástico de las que mamá usaba antes de que existieran las lavadoras, un caño y un balde de pintura vacío en medio de todo. Voy a recojer un portaretratos del suelo, cuando mi dedo toca algo líquido.

Por favor que sea agua.

—Abuela, ¿dónde está tu baño?

—Estás en él, cariño.

Voy a desmayarme.

—Aquí ni siquiera hay un váter, no hay ducha y a esto no se le puede llamar caño, abuela.

Salgo de allí en busca del bolso de mi madre, ella es tan dedicada a la limpieza que no sé cómo está sobreviviendo a este lugar.

—¿Crees que deberíamos de llevar a la abuela a nuestra casa? —pregunto sacando un pedazo de papel.

—Rosy, sobre eso...

—¿Mamá?

—Prométeme que no te vas a alterar.

—Mamá...

—Rosy, sabes perfectamente que el divorcio ha sido costoso para nosotras, ni siquiera pudimos venir a ver a la abuela cada fin de semana como lo prometimos, es por eso que decidí...

—Vendiste la casa... —cerré los ojos adivinando lo sucedido —¡Vendiste la casa por culpa de ese idiota!

—Te dije que te calmes.

—Pero mamá... ¿Dónde vamos a vivir? El alquiler de la casa de abuela ya es demasiado como para alquilar otra.

—Es por eso que...

—Oh, no, no, no —la interrumpo —. Quieres vivir aquí, quieres vivir en medio de este desastre.

—Rosy...

—Mamá, mi escuela está a dos horas de aquí, tendría que levantarme súper temprano como para llegar...

—Rosalie, cállate por favor. No vas a tener que levantarme temprano, yo... No te transferí a tu antigua escuela.

—Mamá...

—Fue una decisión muy díficil, no tenemos el dinero de antes, y sé que esta casa es más pequeña que la nuestra, y que esta ciudad parece un pueblo comparado con la otra, pero son sacrificios, además esta casa no está tan mal, sólo necesita limpieza.

—¿Limpieza? Esto es peor que el baño después de que Jhon entraba.

—¿Podrías no mencionarlo? Sería de mucha ayuda. Ahora, terminemos con esto, aun debemos traer algunas cosas.

***

Dos días.

Nos llevó dos días limpiar la planta principal de esta casa. Sin mencionar que aún no tiramos lo innecesario, el segundo piso tiene más polvo que la biblioteca de mi antigua escuela (y eso es mucho), seguimos sin traer nuestros muebles que mi madre guardó cariñosamente en un almacén del tío Jaime, y yo todavía no decidí asistir a clases.

A pesar de que esa escuela me queda cerca, literalmente tengo que doblar una esquina y seguir caminando de frente, no me convence el volver a ser una chica nueva, sobre todo el hecho que no me llama la atención el estudio.

—Ahora que esto está más arreglado, debemos escoger una habitación para cada una.

—Todas las habitaciones están arriba, mamá —digo llevando una caja a la puerta que nos lleva a la cochera —, y parece que ninguna escoba pasó por ahí en mucho tiempo.

—¡Óyeme niña, que yo limpiaba esta casa cada vez que podía! —grita mi abuela desde la cocina.

Ella a diferencia de mi mamá, no le agrada limpiar, es activa, le encanta cocinar pero en respecto a la limpieza pues se mantiene al margen. Tal vez por eso mi mamá adoptó su dedicación a la higiene.

—No quiero peleas aquí. El segundo piso no requiere tanto trabajo como éste, así que ya puedes asistir a clases mañana Rossy.

Hago una mueca. Decido no tomarle atención y seguir metiendo las cajas a una cochera vacía, porque sí, nuestro auto murió a penas lo llevamos a Jersey.

—Te estoy hablando Rosy, mañana empiezas las clases.

—No tiene caso el empezar algo al que sólo faltan dos meses en terminar.

—No es tu último año —rueda los ojos —. Aun te queda uno más.

—La comida ya está lista —la abuela le quita el trapo a mamá —, y quiero que vayan ahora.




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