Besos de una Historia

Capítulo siete: Helado por condición.

Dos palabras:

Conseguí trabajo.

Gano lo necesario, y no me quejo porque es una heladería cercana al parque central de la ciudad, lo que indica que puedo llegar caminando, además si queda mucho helado, puedo llevármelo a casa. Me siento bien porque sólo tengo que trabajar cinco días a la semana, ¿saben lo difícil que es conseguir un trabajo así teniendo mi edad?

Así que siendo martes, y habiendo ya pasado más de una semana aquí, al sonar la campana de salida, soy de las primeras en dirigirme a la puerta. Crean o no, estoy entusiasmada por tener trabajo.

—Oye, oye, ¿por qué te vas tan rápido?

Jackie llega a mi lado, cruzando la calle sobre su skate. Si algo he aprendido en esta semana, es que ella no puede estar sin su tabla con ruedas.

—Voy a trabajar.

— ¿Trabajar? ¿Cómo es que estando aquí hace una semana ya conseguiste trabajo?

—Mi abuela me ayudó —me encojo de hombros.

—Y cuando pienso que tendré una amiga disponible, ella consigue trabajo —suelto una risa por su dramatismo.

—Sólo trabajo algunos días, luego estoy libre.

—Eso significa que puedo estar contigo todos los días que no trabajes.

— ¿Es que acaso no tienes casa? —pregunto en burla.

—Bueno, no me gusta estar allí —se encoge de hombros.

***

—Quiero un bañado de chocolate.

— ¡Kim! —Grito desde el mostrador —Nos quedamos sin chocolate.

—Voy al almacén.

—Sólo espere unos minutos —le digo al cliente.

La pequeña campana de la puerta suena indicando que hay nuevos clientes, por inercia dibujo una sonrisa en mi rostro.

—Bienvenidos a Fruit Cream, ¿qué desea...?

Me lleva la mala suerte.

Drake Jason ingresa con cinco de sus amigos del equipo de la escuela, todos riendo, bromeando entre ellos, hasta que él me ve en el mostrador. Les dice a los demás que vayan por una mesa y se acerca a mí.

— ¿Qué haces aquí?

—Trabajo aquí. ¿Ahora quién acosa a quién?

Suelta un risa sarcástica.

— ¿Qué tan grande debes tener el ego para que pienses que te acoso?

— ¿Ahora te estás robando mis frases? —pregunto.

—Ya, en serio, deja esto del acoso antes de que decida denunciarte.

—No te estoy acosando, estoy trabajando aquí. ¿Qué haces tú aquí?

—Decides trabajar justo en mi heladería favorita, casualidad —dice con ironía.

—Yo no sabía eso. Dios, sólo deja esa estúpida idea. Ni siquiera tienes pruebas de que te acose, o de que está sea tu heladería favorita.

—Rossy, aquí está el chocolate —dice mi compañera regresando al mostrador.

—Gracias. Ahora tú deberías irte...

—Hola Kim —me ignora.

—Hola Drake, ¿no te bastó con estar aquí ayer?—él me da una mirada de te lo dije —. ¿Ya conociste a nuestra nueva chica? Es Rossy.

— ¿Qué tal Rossy? —Dice ahogando una risa —Voy a pedir lo de siempre.

Y se va.

Sin siquiera decirme qué rayos significaba "lo de siempre".

—Kim —ella suelta un dime desde el otro lado llenando un cono —, ¿sabes qué es lo de siempre de ellos?

—Uh, eso sí que está difícil. Lola era la que siempre los atendía, ella les hacía una mezcla rara. Llévale éste al de bañado de chocolate.

Suelto un suspiro agotado. Ese rubio se está volviendo una piedra en mi zapato siempre. Me dirijo al primer cliente, le entrego el pedido y me dirijo a la mesa de los "jugadores" que se encuentran haciendo mucho ruido.

Carraspeo.

— ¿Nuestros pedidos? —pregunta uno.

—Ehh... Es que hay un pequeño problema. Drake, ¿me acompañas?

Todos comienzan a hacer alaridos, como dando a entender otra cosa, así que me giro para caminar hacia el mostrador con el rubio siguiéndome.

— ¿Vas a decirme que dejarás de acosarme?

—Qué no te acoso —susurro, tomo un bolígrafo y un pedazo de papel, y se lo tiendo —. Necesito...

—No voy a darte mi número.

—Maldición, eres muy desesperante. No quiero tu tonto número. Necesito que escribas que es "lo de siempre".

—Es un helado.

—Pero qué lleva el helado.

—Oh, te refieres a la combinación que hacía Lola —asiento —. Sí, pues no lo recuerdo.

— ¡Tú eres...!

— ¿Qué pasa aquí? —nos pregunta Rogger, el dueño de la heladería, quién usualmente está en una pequeña oficina y no aquí.

Cierro los ojos por un segundo calmando mi ira, no quiero ser despedida con sólo un día de trabajo.

—Bueno, resulta que ella no puede...

— ¡Evitar no saludar al primo de mi amiga, que da la casualidad que es un cliente frecuente! —miento.




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