Besos de una Historia

Capítulo veintitrés: Rebelando cosas.

Drake Jason.

Me siento a su lado y recarga su cabeza en mi hombro. No sé cuánto tiempo ha estado ella allí sentada llorando mientras yo estudiaba, si no habría mirado por la ventana ni siquiera estaría aquí.

—Ross...

— ¿Recuerdas mi cuaderno de deseos, el que me dio mi padre? —Pregunta y tomo su mano, ella nunca habla de él, no hasta ahora —Recuerdo que me preguntaste si él había fallecido.

—Me dijiste que era complicado, así que no volví a preguntarte.

—Cuando tenía siete años a papá lo despidieron de su trabajo, consiguió un trabajo como taxista y todo iba normal si tan sólo no habría conocido a un tipo. Siempre lo llevaba, lo recogía de cualquier lugar, sin saber que ese hombre llevaba una maleta con drogas cada vez que subía al auto —ahoga un sollozo.

—Amor...

—Lo habían estado rastreando, ingresaron a la casa una noche y se lo llevaron. Mi padre dio el nombre de ese tipo diciendo que era inocente, pero cuando fueron a capturarlo se había cortado la lengua. No podía decir quién era su jefe... Y tampoco que mi papá era inocente. Lo sentenciaron a quince años de cárcel, fue así como decidió divorciarse de mi madre a pesar de que la amaba y que su abogado no dijera en qué prisión estaría.

No sé qué decir. Me siento como un estúpido por no poder ayudar a la chica que quiero cuando ella está sufriendo, sólo puedo estar allí escuchándola y viendo cómo llora. Y eso me duele.

—O eso pensaba —continúa —, porque resulta que mi abuela y mi madre sabían todo este tiempo donde estaba. Nunca me lo dijeron. Y ahora me siento mal porque no quiero que mi papá piense que lo olvidé.

—Estoy seguro que no piensa eso, Ross —la abrazo —. Si vemos el lado bueno de todo esto es que ya puedes verlo, pueden hablar.

—No lo sé. Dios, soy tan estúpida porque si ambas saben dónde está, ahora van a decírmelo, y yo podría ir... Pero tengo miedo, algo dentro de mí no quiere ir.

—No eres estúpida, es normal tener miedo. Pero mira el lado bueno, extrañas y amas a tu padre, tienes la oportunidad de volver a verlo, estoy seguro que su amor por ti no ha cambiado nada.

— ¿Drake? —Se aleja un poco para mirarme a los ojos —No lo vayas a tomar mal, pero eres el mejor novio que he tenido hasta ahora.

— ¿Por qué lo tomaría a mal? —le pregunto con una sonrisa.

—Porque voy a contar algo sobre mi ex —la vuelvo a abrazar, no me importa que hable de su ex, no después de sus otras palabras —. Se lo conté, realmente no sé por qué pero de lo dije y fue un completo idiota al decirme que era la hija de un convicto y drogadicto.

Mierda.

—Dime que lo golpeaste.

—Oh, claro que lo golpeé. Pero luego se lo contó a toda la escuela en venganza. Creo que fue allí que comencé a sentir un rechazo hacia la escuela.

—Es un hijo de... —me detengo y cierro los ojos.

—Sé que tú no sé lo dirías a nadie, a menos que te lo diga, claro.

—Podrías golpearme si no es así —bromeo y sonríe.

Y simplemente sonrío con ella. Ross es como esa chica que no debes dejar pasar nunca, así no sepas si estarán para siempre.

—El apellido de mis hermanas en Terrence —suelto de pronto —, y yo soy Drake Jason.

— ¿Qué? ¿Cómo es qué...?

—Había un tipo, un reportero, que vino a hacer una entrevista a un antiguo alcalde, mamá trabajaba en la alcaldía, lo recibieron, todos fueron a un lugar a festejar se les pasaron las copas y meses después mamá se enteró de que estaba embarazada de él, estando casada con papá.

Ahora es ella quien se queda en silencio.

—Él la perdonó, pero aun así quiso que yo tenga el apellido del reportero Jack Jason...

—Es el que sale en el noticiero —me interrumpe —, tu papá es famoso —se queda con la boca abierta y con una sonrisa le robo un beso.

—Podría decirse. Lo malo de todo esto es que un niño que sabe que al que llama papá no es su padre, sólo intentará enorgullecerlo. Así que tal vez hice lo más tonto, le dije que amaba los deportes, sólo porque sabía que a él también le gustaban. Papá se emocionó y me inscribió en una academia de deportes, desde entonces estoy metido en lo que sea clasificado como deporte.

—Ya no te gusta, ¿verdad?

Niego.

—Pero no quiero decírselo y que se decepcione de mí.

—No lo hará, eres un chico estupendo...

—Con el que tuvo la charla el verano pasado en donde le pedía que tenga una carrera deportiva. No lo exigió pero se sintió así. Luego intenté de todas las maneras posibles hacer que cambie de opinión. Choqué mi camioneta con las gradas de la escuela, las que están en el patio donde jugamos fútbol, con la esperanza de que me sacaran del equipo.

—No funcionó.




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