Besos Sabor A Vainilla

CAPÍTULO 9

Ulises.

La mañana se va en un pestañeo. Me dirijo al auto y ya está Emma esperándome allí, sigo con el dolor en la espalda y me es algo incómodo pero ya quedé con ella y también tengo desde que llegué que no salgo por estás calles en plan turista. Así que me vendrá bien.

—hola, ¿estás listo para recorrer este majestuoso lugar? —me pregunta.

—claro que sí, andando. — no le intento abrir la puerta ya que tal vez así deje de llamarme como lo hace.

—iremos a Notre Dame El día de hoy. supongo que te gustara ver la arquitectura.

Sigo manejando y noto que mi celular vibra, está conectado al auto así que contesto, no sé quién sea ni que dirá pero no quiero distraerme y que me multen.

—¿Qué pasa? — respondo secamente.

—Hijo, ¿Cómo estás? — es Ignacio mi abuelo, a la única persona en el mundo que le doy mi respeto y explicaciones — No me has llamado en toda la semana, me tenías con pendiente apunto de tomar un vuelo hacia allá, —es el hombre con más humanidad que conozco y he vivido prácticamente toda mi vida con él.

—Bien señor, no te preocupes ya sabes que me pierdo, de hecho hoy en la noche iba a comunicarme contigo pero te adelantaste y por ende ya no hace falta eso ni mucho menos que tomes un vuelo para acá. estoy algo ocupado hablamos después.—lo corto, sabe que cuando hablo así de rápido es porque no deseo que la otra persona esuche.

— Bueno te dejo, cuídate y procura hablarme más, Te quiero hijo.

— Vale, nos vemos pronto. —cuelgo la llamada. —¿Quieres música o silencio? —le pregunto a Emma.

—música, ¿era tu padre? —pregunta.

si supiera que al ingeniero no le tengo ni en mis contactos.

—No, era mi abuelo pero básicamente es mi padre. ¿Qué música quieres?

—ya veo, pues tu repertorio decidirá.

Pongo la música y comienza a sonar Raphsody de Rachmaninoff. Y ella abre los ojos al instante.

—no te preocupes que ya la quito, es música que calma a mis demonios cuando estoy estresado. 

 antes de que ponga la mano para quitarla me frena y pide que la deje.

—es una melodía grata para los oídos y en lo particular me gusta bastante. —me dice con tanta paz en su voz.

En los siguientes minutos escuchamos tranquilamente la música, aparco y bajamos a comenzar con nuestra travesía me coloco mis lentes y comenzamos a andar.

Hay tanta gente en este sitio que es imposible; en algunos lados caminar sin chocar con alguien o salir en una foto.

—¿Cómo te parece la gran Notre Dame?— pregunta curiosa.

—increíble.

Estamos mirándola como todos y es que realmente impone admiración.

—se construyó entre 1163 y 1245, dirigida por el arquitecto jean de chelles. Por órdenes de un obispo...

se suelta contándome la historia que ya sé, me explica lo de las gárgolas y lo que él arquitecto jean hizo después. Por algún motivo escucho su clase de historia y dejó que me siga contando cada detalle que sabe. cuando entramos; observamos cada detalle y nos complementamos en lo que decimos, se avergüenza cuando le digo que ya sabía todo lo que me ha contado.

—¿por qué no me has callado si ya lo sabias todo? Pudimos hablar otra cosa o dejar el silencio simplemente. — me dice con las mejillas encendidas y con la pena instalada.

—pues, porque estabas tan absorta contándome todo que decidí comparar las historias... —notó que sigue algo tensa. —y la verdad es que eres una excelente narradora, así que no te detengas cuando hables, he visto que eres una mujer que le gusta expresar lo que siente, piensa y dice. Así como dijiste está mañana que tus manos eran para tocar, tus ojos para ver, ¿adivina qué? —preguntó y no puedo evitar sonreírle al ver que se pone feliz con lo que le digo. —la boca se hizo para que expreses lo que pienses así que conmigo no te límites a hacerlo aunque parezca que no te ponga atención o lo sepa, te escucharé y bueno creo también sirve para que comas helado de vainilla, entre otras cosas. —señaló un café y deduzco que venden helado ya que una niña está comiendo.

—me ha dejado sin palabras señor y como te has dado cuenta adoro divagar. —dice agradecida. —ahora vamos por mi helado que ya me lo saboree.

Llegamos al lugar y ella pide su típico helado de vainilla, yo pido un croissant.

Verla comer helado es como si se transportará, lo nota y vuelve a sonrojarse.

—¿Qué? —pregunta altiva, pero con algo de pena en su voz.

—Qué, te voy a enseñar a como dejar de limitar te y ser tú, no sé quién te enseñó tantos modales y comportarte como un robot. Sé muy bien que debemos ser profesionales en el trabajo e incluso en el estudio, pero cuando sales de ahí tu vida es privada y puedes hacer lo que gustes y como lo desees. —le digo y le guiño un ojo.

—okey, pero yo soy la futura psicóloga, y no tengo inseguridades no sé si lo notas. 

—No te contradigo en nada, ni mucho menos que tengas inseguridades, si fuera así créeme que no estaríamos teniendo está conversación. —abre los ojos y me presta atención.—No quieres llamar la atención pero mírate mereces que el mundo entero te vea comiendo helado, es relajante hasta para mí, chiquilla. — no dice nada.

las personas que nos educaron creen que comer helado donde hay gente se ve poco estético o comer algunas cosas sin cubiertos. Pero no todo lleva etiqueta, ni está prohibido hacerlo y es lo único que le falta a Emma para ser cien por cien auténtica. romper un par de reglas. Es una buena estudiante y sé de buenas fuentes que en sus prácticas profesionales es un psicólogo increíble, el humanismo la desborda. pero sigue siendo una persona y el mundo en el que estamos acostumbrados a desenvolvernos es estrictamente ridículo, pero ella es un alma libre, como yo. o sea, que no nos importan esas largas y estúpidas reglas de la sociedad.

 

 

 




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