Besos Sabor A Vainilla

CAPÍTULO 18

ULISES.

Llegó a México y el aire de mi ciudad  me inunda mis fosas nasales, es mi territorio, es mi hogar y es mi orgullo. Podré viajar a distintos territorios y admirar sus bellezas claro que sí, pero México es mi patria y me acuna entre sus brazos siempre que vuelvo.

Voy en la carretera  a mi destino y es a la hacienda de mi abuelo, prendo el radio de la camioneta y disfruto las notas de las canciones Latinas.

 Pasan varios minutos y estoy en la verja de mi casa. Veo la sombra del hombre que me ha visto crecer, estacionan y bajo gustosamente a que me reciba.

—Llegó mi muchacho. —me dice emocionado.

Viví desde los cuatro años con mis abuelos, aunque intentará decir que mis padres fueron ausentes sería un poco falso de mi parte. Siempre fui muy orgulloso.

El ingeniero noto eso y siempre me subestimo haciéndome creer que era lo contrario, mientras a Miguel,  mi hermano mayor hijo de un amorío antes de casarse con mi madre le brindó todo en bandeja de plata; lo idolatro hasta el más mínimo logro. Lo que yo quería tenía que esforzarme por ganarme lo, mientras que él solo con pedir bastaba.

Por suerte tuve a mis abuelos y desde pequeño me quedé con ellos, solo veía los  fines de semana  al Ingeniero, mi madre siempre estuvo a mi lado dándome atención y cariño, mientras el ingeniero pasaba poco tiempo conmigo, estaba a mi lado subestimando cada cosa que elegía. Con Ness siempre fue distinto y me alegro por ello porque es la niña de los ojos de la familia. Pero yo al ser el mas chico siempre fui un poco apartado de la atención de mi progenitor, se dividía solo en dos partes unos días en España viendo a Miguel y otros días consintiendo a Ness. 

Los abuelos me "adoptaron" como su segundo hijo y así me lo he creído siempre, sé que soy el nieto favorito y me he ganado a pulso ese título, a diferencia del ingeniero, el abuelo me enseñó a trabajar con mi inteligencia y con las manos, por él soy lo que soy en ambos aspectos.

Nos adentramos a la hacienda y las asistentes me saludan con un debido respeto, soy el tercero de quienes deben acatar las órdenes de esta casa.

Me voy a mi habitación y desempaco todo, me acuesto y estoy tan metido en mis pensamientos que no noto al abuelo.

—¿En quién piensas? —pregunta.

—estaba pensando en lo que haré para mañana.

Es una persona preguntona y molesta cuando se lo propone.

—pregunté en quién no en qué, muchacho.

—Bueno, pues en quién no hay, sólo en qué. —me río.

Hace una mueca de disgusto.

—Creía que lo deshonesto no iba contigo, ¿cómo se llama y cómo es?

—Ummm... es preciosa, es inteligente, es Emma. —contestó y no puedo evitar sonreír como un idiota.

—Me agrada y no la conozco, espero que lo haga pronto. —me ve con orgullo, como siempre lo hace. —¿lo haré verdad? Sabes que no me quiero morir sin ver a mi hijo con la mujer que Dios le hizo y no con la mujer que su padre quiere.

—No somos nada...

—No formé a un cobarde que se las da de insensible con alguien que realmente le gusta, porque te gusta y la admiras. —me señala—porque sé que sólo amarás a alguien que esté a tu nivel y no hablo económicamente hablo de lo moral y demás. Y como te ves desde que llegaste sé que te agrada como te agradas tú, así que haz algo antes de que llegue alguien y te arrebate esa preciosidad, como tú la llamas.

—Buen consejo, lo tomaré. 

Digo con burla.

—No te burles, y termina lo que sea que tengas con Lana te doy hasta mañana. —Espeta. —no eres hombre que pinta cuernos.

El abuelo siempre me ha apoyado en cada loca decisión que le pongo sobre la mesa, mi fiel confidente y la persona que me agranda más de lo que debería; aún si no lo mereciera.

Si rompía alguna ventana de la casa de mis padres él se reía y decía "hasta tus travesuras son calculadas diste en un excelente ángulo, hijo" "hasta en tus errores eres increíble" no me regañaba, supongo que sabía que con los desplantes de "papá" tenía.

—Llegó mi pequeño Ulises. —me abraza con el amor que sé que me tiene, y a la primera mujer que no le puedo negar que me abracé y es mi madre. —Pero si eres el hombre perfecto, hijo.

—Hola mamá, yo también te extrañe. —digo mientras me alejo de sus cálidos brazos; los brazos de mamá siempre serán un soporte ya sea para consolarte o impulsarte.

—Te voy a consentir por todo este tiempo que te fuiste. —me besa la mejilla. —aunque siendo sincera te ves muy bien, como si algo hubiese cambiado en ti.

—Qué es menos mimado tal vez—la voz del ingeniero. — o ¿qué otra cosa crees que sea? Tal vez ya decida casarse con Lana y ahí si vería que es el hombre inteligente que todos dicen que es.

—¡Ernesto! por favor compórtate y si no te parece puedes irte. —Dice la voz de mi abuela. —A ti nadie te eligió pareja, tú solo cometiste tus errores y después de tantos encontraste a Verónica.

«Lo que menos haré será casarme con ella, porque mis planes ya son otros»

—Ingeniero, ya no haga corajes  ya se le ven unas cuántas canas y por cierto desiste de esa idea. —me salgo de ese círculo que solo hace que me moleste.

Voy a los establos y tomo a mi caballo. No dejo de pensar en ella, en sus besos con sabor a vainilla y su inteligencia que me absorbe.

Cuando regresó ya son las diez de la noche y me encaminó directo a tomar una botella de tequila, me encierro con mi soledad, mis pensamientos y yo. Siempre me ha gustado la soledad es un vicio adquirido con los años y la cuál te es fiel hasta que decides echarla por una compañía mejor.

Dan las doce y mi teléfono no para de sonar con notificaciones de cumpleaños e ignoro todas.

«Felices 23 te deseo lo mejor, porque tú eres lo mejor. Sigue disfrutando la vida y no dejes tu esencia por nada ni nadie» me digo, Sé lo que valgo y se lo que soy, las horas pasan y yo cada vez estoy más ebrio a las dos con diecisiete suena el celular y cuando veo quién es no dudo en pegarme lo y escucharla.




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