Besos Sabor A Vainilla

CAPÍTULO 30

EMMA

Principios de diciembre y recuerdo tantas cosas de hace un año,

Y no solo son recuerdos; extraño tanto sus brazos en algún momento importante de mi día, su perfume, sus besos. Lo amé de verdad, las palabras de amor tomaron sentido cuando llego él.

Le he contado todo a Ness y a la señora Verónica me han invitado a México a que celebre mi triunfo y así lo haré.

Se que no debería tener comunicación con ellas pero hice buenas amistades e independientemente de lo que paso con él, no debería afectarnos.

Espero de verdad verlo en su cumpleaños y actuar como las personas civilizadas y coherentes que hemos sido siempre.

*****

Tomo el avión y me emprendo a mi viaje a México, deseosa de seguir a mi destino, duermo la mayor parte del viaje y cuando no duermo pues me pongo a leer. Las horas pasan y por fin aterrizo distingo a los chicos a lo lejos y corro como una niña hacia ellos.

—pero miren quien ha llegado…—dice mi querida Ness.

—chica, creíamos que no te veríamos más, —me abraza Paola— ya iba ir a raptarte.

—ya ves que aquí estoy y estaré para cuando gusten.

Manuel me saluda y no veo a Saúl.

—vayamos a comer y a disfrutar, antes de que Verónica te absorba.

Vamos a comer y reconozco que extrañaba las delicias mexicanas, el tequila quema en mi garganta y los mariachis no faltan.

Nos la pasamos estupendo y ya por la noche nos dirigimos a la casa de Ness y Manuel.

Al despertar estoy ansiosa por seguir yendo a mas sitios y la verdad me siento tan bien aquí, ahora entiendo el gusto de venir tanto de Ismael.

Tomo una ducha, me visto cómodamente Ness y yo nos dirigimos a un restaurante llamado “Gasca”.

—este restaurante es uno de los tantos que tiene la mamá de Manuel. — me comenta —¿lista para ver a Verónica?

—oh vaya, —digo con asombro, —por supuesto.

viene a mi mente el día que Ulises me la presento.

Entramos y el restaurante es bellísimo tiene mucha cultura.

Distingo a la señora Verónica, al señor Ignacio y a otra señora.

—bienvenida cielo. —dice una efusiva verónica. —te presentaré a mi suegra.

Una señora con un pelo blanco muy bien cuidada, con la cara de seriedad que se carga su nieto.

—ella es Emma. — dice el abuelo al momento en que me saluda con un beso en la mejilla.

Me observa y si fuera otra persona me sentiría incomoda, pero mira igual de feo que su nieto.

Ulises suele mirar como si te odiara, muy pocas cosas las veía con amor.

yo fui una de las que vio con amor.

—no entiendo porque te dejo ir. — me sonríe por fin. —soy rebeca, mucho gusto.

—el gusto es mío, no sabe cuanto me alegro de poder conocerla.

Resulta que la señora rebeca es muy amable cuando hablas con ella, realmente todos lo son y agradezco infinitamente la atención brindada.

—te llevaremos a que conozcas nuestra hacienda, querida Emm. —me dice la señora rebeca, —te fascinara. 

Vamos al sitio indicado y realmente es una increíble hacienda son hectáreas de campos verdes y demás, la casa se ve a lo lejos y es una casa con ventanales gigantes, se escuchan no muy lejos los caballos, hay a algunos metros arboles frutales y cientos de plantas.

El interior de la casa es muy elegante, visualizo las fotos que hay en las paredes y la mayoría son de él de niño, lo sé porque esta Verónica y Ness en algunas. De adulto no tienen casi; más que un par donde esta en los Alpes, en Londres, Positano y otra esta montado en un caballo.

—es un galán nuestro muchacho. — dicen a mi espalda.

—eso sí.

—Un poco burro, pero sabe hacer que la gente lo quiera.

—No lo dudo.

Veo otra foto de otro joven un poco mayor que Ness y por supuesto que Ulises, esta sosteniendo un gigante pez con un señor de una edad de unos cuarenta años muy parecido al señor Ignacio.

—ellos son mi hijo Ernesto y Miguel mi otro nieto, pero este vive en España por eso no viene tanto a estos rumbos.

Estoy viendo las fotos que no escucho cuando llega alguien mas y cuando reacciono veo que se trata del señor de la foto.

—buenas tardes—digo, en voz alta y segura.

El señor me observa sin ningún atisbo de emoción en el rostro, pasados los segundos por fin me extiende la mano.

—buenas tardes, la dichosa Emma, —sonríe. —creí que mis ojos no lo verían.

—veo que soy famosa por aquí. —digo altiva.

—cualquiera que haga un cambio pequeño o grande en mi hijo, es reconocida, admirada y llevas todas las de ganar.

Me ve como si quisiera decir algo mas pero se limita.

—con permiso, siéntete cómoda en casa y  no dudes pedir cualquier cosa que necesites.

Y sin mas se marcha como entro

—ignora a papá, vayamos a mostrarte los caballos.—me dice Ness.

Caminamos pero antes de salir escucho al señor Ignacio decirle a una empleada que lo que se me ofrezca no duden en dármelo ya que eso les beneficiara cuando llegue el jefe.

—¿quién es el jefe? — le pregunto a Ness.

—el consentido del abuelo, nada mas y nada menos que tu Ulises. —dice con una tímida sonrisa. —él y los abuelos mandan en todo este lugar pero si Ulises pide algo se debe acatar la orden de inmediato, casi nunca abusa de lo que sabe que tiene.

Me quedo pensando en lo que hablamos en Ámsterdam, cabe mencionar que recibí por varias semanas mi dosis de helado hasta que le pedí a su chofer que ya no se molestará, lo mejor de todo es que el hombre conservo su empleo.

—Es un buen jefe, siempre y cuando no este enojado. — toma mi mano— andando que te voy a enseñar algo hermoso.

Llegamos a la caballeriza hay bastantes caballos hermosos, hay uno al fondo en la parte central uno negro azabache que con solo verlo impone.

—¿ya sabes cuál quieres montar? —pregunta Ness.




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