Besos Sabor A Vainilla

CAPÍTULO 36

ULISES.

Estoy frente a la chimenea, bebiendo whisky, descansando de un día agotador en todas sus letras.

Me recuesto sobre mi silla y el retrato que tengo sobre la chimenea me relaja tanto, observo cada detalle del rostro de la que yace en el.

Y así me quedo ensimismado durante unos minutos, cuando llaman a mi puerta.

—señor, la señorita está en la sala. — me dice la empleada.

—Gracias, en un momento bajo, ya sabes que no debe entrar aquí. — me bebo el contenido del vaso y antes de salir miro de nuevo el retrato, provocando un suspiro.

—tu despacho me da una intriga, que no te imaginas. —se acerca y me da un beso en la mejilla. —debes tener la fórmula de la felicidad absoluta ahí.

—en efecto, Fisher. —la tomo de la mano y la acerco a mí. —así que evita entrar si no quieres consumirte en la tristeza ya que esa fórmula solo funciona para mí. —le doy pequeños mordiscos en el cuello.

—vale, no lo haré. Te espere y te espere en la presentación y nunca llegaste. —me reprocha.

—me entretuve en la junta ese día y los días después me sentía cansado.

—¿quieres un masaje? —me pregunta divertida.

Me saco la camisa y me acuesto en el sillón, Fisher da buenos masajes, pero no son las manos que quisiera.

—¿encargamos algo de cenar? —comenta, dejando varios besos por mi espalda.

—sería un placer, solo deja voy a la habitación a dejar los zapatos.

—te acompaño, — me mira suplicante. —no insistiré en querer dormir en ese lugar, lo prometo.

—buen trato.

Nos dirigimos a mi habitación y el olor a mi perfume sale en segundos.

—tu aroma es tan único, ya debería oler a fragancia de mujer.

—es más fácil conseguir un unicornio que eso.

Se dirige a mis repisas y detalla lo que hay en ellas.

—desde que te conocí me he preguntado ¿Por qué tienes esos legos  y ese caballo en cajas de cristal?

—preguntas mucho. —espeto algo molesto.

—o sea que tienen una historia.

Está a nada de tocarlos cuando mi mano actúa en un impulso y la detiene.

—oye…

—ni se te ocurra, fueron un regalo y no quiero que nada los toque.

—¿quién te los dio?

—una persona muy especial, así que limítate en verlos.

—supongo que tu abuelo, ya que me hablas tanto de él.

Cada quien es libre de pensar lo que quiera y yo no le voy a negar eso.

—amo esa foto, te ves muy feliz con tus amigos, si alguien me dijera que el gran Ulises Ferreira estuvo rodeado de tulipanes no lo creería.

—ese Ulises no existe, por eso esa foto me recuerda quien no debo ser.

—ya quiero conocer a tu familia, por cierto, invite a la señora Parker, a su esposo y a su yerno, te llevas muy bien con el Señor Israel e Ismael por eso tome esa decisión.

Lo último me deja sin palabras, pero trato de pensar con madurez.

—que bien, aunque ellos ya tienen invitación exclusiva.

—son unas personas increíbles, la hija es un tanto altiva y se cree demasiado.

—tiene motivos para hacerlo, me imagino. —respondo tajante.

—no me agrado, no quiso tomarse una foto conmigo y no quiso ayudarme a esperarte.

—no es al gusto de todos y ya viste que tú tampoco. —levanto los brazos— me imagino que no sabía de qué guaperas hablabas. —lo ultimo lo digo con otro sentido.

—no importa ya.

Me dirijo al vestidor y el hecho de hablar de ella sin mencionarla remueve algo en mí, decido llamar al chofer y que ella este lejos de mí.

—te llame al chofer para que te lleve a tu casa, saldré a un mandado y no sé a que hora volveré.

—te veo en unos días. —me besa con fervor. —ya quiero ver esa creación que has escondido de todos.

—por eso es sorpresa.

Cuando se va me tiro en la cama y una fiel botella de whisky me acompaña,

Las horas se van como el alcohol a mi sistema y no sé cómo pero logro llegar a mi despacho, veo el retrato y mis ojos no dudan en hacerme la jugada más vil y atroz

Se cristalizan y empiezan a salir ríos, lagunas y mares.

Me dejo caer al piso como el niño que le han arrebatado su juguete predilecto.

Muy en el fondo se porque estoy así, soy un maldito espectro, fuera de estas cuatro paredes soy un hombre que no siente ni la más mínima emoción y solo siento a mi fiel amiga soledad. Pero dentro de estas cuatro paredes me desbordo en felicidad, tristeza, enojo. Porque sí, con ella sentía la gloria, estaba enamorado.

No soy de los que suelen arrepentirse y por ello prefiero que el alcohol saque de mi sistema lo que yo sobrio no voy a volver a sacar jamás.

 

Joder, amar duele tanto que desgasta.

 




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