Besos Sabor A Vainilla

CAPÍTULO 37

ISMAEL

Llego a la casa de Ulises, para quedar de acuerdo con lo de la inauguración ya que le he estado ayudando con algunas cosas, la asistenta me deja entrar y me pongo en busca de lo que vine a ver.

Ya recorrí media casa y en ningún lado esta, me dirijo a su despacho, cuando llego a la puerta escucho música y un sonido en particular capta mi atención: el llanto que lo desgarra.

Nunca lo he visto llorar y mucho menos le gustara a él que alguien ajeno lo vea, es demasiado orgulloso para permitirlo, le ha costado bastante la separación, y eso que ya han pasado años de eso, no volvió a ser el mismo.

Me quedo donde estoy hasta que el llanto deja de escucharse y es ahí cuando me permito entrar. la música me mortifica los tímpanos:

Querida,

Usted no sabe cómo la quiero,

Cuánto la extraño,

Y las ganas grandes que tengo

De poder volver a verla.

Sabe,

Paso mis días y mis noches recordandola,

Soñando

Y esperando el momento que el destino

Acorte la distancia

Que me separa de usted…

me dirijo y apago la canción, pese a que es hablada tanto volumen es cansado.

Lo veo en el piso de rodillas, hay vidrios por todos lados y una de sus manos sangra. ¿Cuánto tiempo lleva aquí? es de mañana.

No puedo burlarme de su dolor o ser antipático. Porque yo mismo he sabido lo que una rotura de corazón deja como secuela, me costo bastante olvidar a Marisa, esa mujer la ame como jamás lo he vuelto hacer, no le reprocho nada, me dejo con dos hijos, me dejo sin nada de su apoyo y jamás hice que la ley procediera, mi amor por ella me tenía tan ciego que creí que volvería alguna vez y yo creo que hasta hace cinco años la hubiera aceptado de vuelta, ya no. Pero la espinita estaba. Así que entiendo por lo que está pasando.

Lo tomo de los brazos y le hago presión para que se levante del piso, hace caso después de maldecir en todos los idiomas que sabe. Trata de golpearme, la furia que hay en su mirada es palpable.

—suelta me....—arrastra las palabras y trata de mantenerse en su propio equilibrio. —déjame hundirme en mi miseria y lárgate no ocupo tus cuidados.

—tranquilo, vamos a lavarte esa herida.

—ahora resulta que eres enfermera...— se burla y me avienta, admito que su fuerza es descomunal. —fuera de aquí.

—sí y soy la tuya, andando. —lo tomo del cuello guiandolo al baño.

—no quiero que me curen esta mierda. —dice, clavando los dedos en la herida. —esto no es nada, soporto peores pesares que una mano herida.

—tus diseños y trabajo los haces con esa mierda, así que vamos deja de ser un cabron. No estás para demostraciones.

—¡lo que duele esta aquí! —grita, golpeándose el pecho. — y duele que hasta quema, ¿hay cura? no, joder no la hay.—intenta volverse a desvanecerse, pero lo agarro en el intento. —ya no lo soporto Ismael, no soporto pensar en el rostro que dejé aquél lunes lleno de culpa cuando ella no hizo nada, más que amarme y entregarme todo lo que guardaba para alguien especial, fui una basura con ella por eso merezco todo lo que me ha pasado, vivir infeliz... La rompí yo sé que la rompí, pese a que no lo haya demostrado, lo sé porque la conocía, había formas y yo como un puto monstruo la destruí. No la deje ni hablar, no le permití nada, pudimos haber intentado otras situaciones, pero no, le tuve miedo a apagarla, para que si al final lo termine haciendo.

No puedo ver a alguien que me ha apoyado siempre que ha podido, el cual es un hijo de puta pero también es un puto pan de Dios cuando los demás lo requieren. Lo tomo y lo abrazo como al ser humano que es. Me conmueve.

—¡no me tengas lastima, no soy un puto perro! —brama y trata de soltarse de mi agarre.

—siempre me lo dije, siempre me lo jure y vino ella con su maldita inteligencia y preciosura y me hizo trizas el maldito mundo… —su voz tiembla de coraje. —no puedo dejar de amarla, me quisiera arrancar el maldito recuerdo. Verla en sus conferencias tan feliz me alegra tanto; que por ella conquisto el maldito mundo si me lo pide… Yo soy capaz de darle todo por solo ver esa cara tan llena de vida y no volverla a ver como aquel día.

—¿haz ido a verla? —cuestionó con mucho asombro. No lo esperaba, ni yo sabía quiere decir que lo hacía con mucha discreción.

—cada que puedo, su felicidad es mi felicidad. —se le dibuja una sonrisa. —solo un idiota deja de ver al amor de su vida por tanto tiempo... Y yo no soy la excepción, me da vida verla.

—ya la verás en la inauguración, yo mismo me encargue de llevar la invitación… Pero te tienes que ver bien, no creo que le guste la piltrafa en la que te estás convirtiendo.

—por eso mismo tengo que sacarla de mi sistema, no quiero causarle un mal a su vida y como ella me supero quiero que me vea así también. soy una puta basura, mírame no queda nada de mí.

ninguno se ha superado. Eso lo tengo más que claro y como él dice, puede que no haya hecho ruido al romperse, pero eso no quiere decir que no se rompió.

—oye, no te ofendas, Eres Ulises Ferreira. Eres el Arquitecto del momento…

—Cuándo realmente eres un maldito, te destruyes también a ti mismo, yo destruí dignidades ajenas y ahora destruyo la propia.

—Oye, en ese tiempo no estabas enamorado, no es que se te perdone; pero al menos ya sabes lo que duele romperse.

—alguna puta vez te tiene que pasar en la vida ¿No es así cómo funciona? —se limpia bruscamente las lágrimas —sí, así funciona el amor y la empatía. si no lo vives no puedes opinar ni un carajo...

Después de tranquilizarlo, lo llevo a su habitación y lo dejo dormir. Pese q que ya amaneció.

Cuando cruzo la puerta de la calle, olvido lo que vi dentro y lo que mis oídos escucharon, yo estuve con el mismo maldito orgulloso y ególatra que mira a todos sin emoción y que sus ojos nunca han llorado frente a nadie. No sé que pasó ahí dentro, la memoria se me a borrado.




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