Besos Sabor A Vainilla

CAPÍTULO 40

ULISES.

 

En cuanto me despierto decido que debo partir a Londres y dejar Grecia.
Me coloco mis lentes y me dirijo al avión.
—estás algo impaciente ¿por qué? —me pregunta Fisher.
—tengo un día provechoso que sacar. —no le miento, antes de la cena tengo que dirigir y mandar a muchas personas.
—me pregunto donde dejaste el saco del traje. —me mira curiosa. —saliste con él y cuando volviste ya no estaba.
—se lo preste a la señorita Lascurain, tenía frío.
Me mira con recelo, pero me importa un carajo.
—¿ya sé conocían? Tu abuela menciono que era parte de la familia y no sé porque, si no hay ningún lazo que los una.
—sí, fuimos juntos en la universidad, su hermano es como mi hermano y si mi abuela dijo que era de su familia pues es de la familia. —digo sin un atisbo de mentira.
—¡perfecto! Cenemos juntos, —dice con coquetería —yo soy amiga de su novio.
—creía que te caía mal. —digo confundido.
—Y así es pero una cena doble será genial. —aplaude gustosa.
—elige la fecha a excepción de hoy, tengo una cena importante.
Se pone de pie para colocarse en mi regazo, sus brazos enredan mi cuello y comienza a besarme con tranquilidad.
—me gusta que tomes la iniciativa. —digo altivo.
—claro, si no tú no lo harías.
Me quita la playera y empieza a acariciarme el pecho hasta descender a mi cintura para desabotonar mi pantalón, le quito el vestido y acto seguido tomo un preservativo de la cartera.
—quiero sentirte sin barreras. —dice mientras se muerde el labio inferior.
—y yo no quiero tener un hijo y usted Fisher no desea arruinar su escultural cuerpo.
La tomo de las caderas y me introduzco dentro de ella, la hago que jadee mi nombre y hago que disfrute estar con un hombre de verdad.

 

Las mujeres en estos últimos años me han sobrado y he estado con la que mas me ha gustado. Cuando conocí a Fisher fue la misma dinámica, pero con ella pasaba buenos los momentos, llevamos en esa rutina un año y la verdad ni me gusta ni me disgusta como persona, es una mujer muy bella y muy competitiva.
Cuando llegamos a Londres la dejo en su departamento y la invito a comer.

 

En lo que se llega la hora de la comida me marcho a trabajar, tengo que dirigir algunas construcciones, me gusta involucrarme en mis proyectos y ser un jefe que manda y apoya a los trabajadores.
Cuando salgo de la construcción voy algo tarde así que decido ir solo por Fisher.
La espero mientras que le escribo a Ismael pidiéndole el número de su hermana el cual sin preguntar me lo envía; lo registro y cuando estoy a punto de llamarle sale Fisher luciendo despampanante como siempre.

 

—disculpa la tardanza, bebé. —me jala y sus labios me buscan de inmediato para un beso, el cual correspondo.
—disculpa aceptada. —digo coqueto.
Nos dirigimos al lugar que ella más le gusta y es un restaurante japonés.
—amo cuando te pones consentidor. — me dice y se me deja venir a los brazos.
—sé cuánto te gusta y quería que disfrutarás de tu comida preferida.
Nos sentamos y ella ordena la comida mientras yo trato de resolver unos detalles del trabajo.
Mientras comemos permanecemos en silencio. El celular no me deja de vibrar y debe comprender que mi trabajo lo es todo.

 

—disculpa, lo recompensare con lo que quieras. —digo mientras respondo la llamada.
Cuando cuelgo me dirijo a pagar y nos retiramos de dicho lugar.
—tengo la tarde libre, ¿a dónde quieres ir? —le pregunto.
—Uli, tu mano esta cada día peor, vamos al doctor a que te la revisen.
Si voy en este momento no perderé tiempo cuando ella venga para ir a cenar, por lo que digo sin titubear.
—acepto.

 

Llegamos al doctor, me dice que solo es la inflamación, por suerte no hay infección aún, me inyecta un líquido el cuál me adormece la mano y me da un par de medicamentos.
—ya ves no duramos nada y aún así te resististe tanto en venir.
—ya veo, vamos al centro comercial antes de que me vaya a arreglar para la cena que tengo.
—me parece buena idea.
El centro comercial es un mar de gente y me arrepiento enseguida de mi elección, vamos de tienda en tienda y todo lo que elige le voy pagando.
En una tienda la dejo sola mientras yo me dirijo a la joyería veo unos pendientes que forman un tulipán y no dudo en comprarlos.
Antes de salir de la tienda la voz de Fisher me trae a la realidad.
—estabas aquí…—me mira con curiosidad.
—sí, quería ver si había una pulsera como la que quieres, pero no las hay. —miento vilmente y no sé porque lo hago. —así que entra y elige algo de tu agrado.
Entramos de nuevo y ella elige una cadena con un pequeño corazón rojo.
—me gusta esta. —dice emocionada.
Me dirijo a la caja y pago.

 

Después de pasar la tarde con ella voy a mi casa tomo una ducha y me arreglo.
El chofer me llama diciéndome que ya han llegado al restaurante y me dirijo a cenar con una vieja amiga.
Logro ver sus rizos castaños que conozco perfectamente.
—Buenas noches señorita, —se pone de pie con elegancia y beso su mano.
—ya casi me disponía a irme— me mira con reproche. —creía que no eras impuntual.
—Yo nunca llego tarde, ustedes se adelantaron; pero me alegro que estés aquí.
Me sonríe con vergüenza cuando mira el reloj y es justo la hora acordada.
—Ordene un par de hamburguesas con patatas fritas, —dice en un susurro. —espero y no te moleste.
—buena elección de comida. —también susurro.
Llegan nuestras hamburguesas y la disfruto bastante en compañía de una buena persona, hablamos de todo lo que hemos hecho, de lo que nos gustaría seguir haciendo y sobre todo de lo bien que la estamos pasando en estos momentos.

 

Hasta que un mesero nos indica que ya cerraran el lugar, veo mi reloj y noto que hemos estado hablando y riendo desde hace tres horas y media.
—bueno el trato era que pagaría yo. —dice, y comienza un camino hacia la caja.
Pero su mirada no tarda en enfocarme, le hago una reverencia y me bebo el resto de mi cerveza.
—vaya, no recordaba que fueras tan incumplido en lo que decías. —me mira la mano. —veo que hiciste ambas cosas sin mi consulta.
—lo de la mano fue por ahorrar tiempo y lo de la cena será en la próxima ocasión. —le guiño un ojo.
—bueno creo que aquí nos despedimos. —dice con una gran sonrisa.
—ya veo que sí, ¿en qué hotel te hospedaras? —cuestiono.
—¡Joder! No pensé y no he reservado. —dice alterada. — e Ismael salió de Londres.
—bueno, si no te molesta mi casa está disponible. —digo con sinceridad.
Me mira pensativa.
—¿no le será incómodo a Fisher? No deseo incomodar.
—no vive conmigo. —digo mientras avanzo a mi auto. —¿entonces?
No me contesta y sube al auto ignorando mi presencia y enfocándose en sus pensamientos.
—descuida, no voy a secuestrarte, aunque quisiera. —digo con burla.
—eso ya lo sé.




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