EMMA.
Suena mi alarma son las 6:30 y la sábana me abraza; el colchón es demasiado suave y acolchonado, me quedo acostada y veo todas las cosas que tiene en su repisas, logro ver los legos que le obsequie alguna vez, la única foto que está en la recámara y es la que nos tomaron a todos en el viaje a Ámsterdam.
Me pongo de pie y me voy a la ducha, donde me permito durar un buen rato, me coloco de nuevo el pijama. Por suerte traía mi mochila viajera. Sabía que me quedaría aquí en Londres.
Salgo de la habitación y la última puerta me llama, me dirijo, llamo a la puerta y no me responden ni se escucha ruido; la abro adentrándome y veo a Ulises envuelto entre sábanas acostado de lado, parece un niño que tiene un sueño acogedor.
Me acerco y me siento en la cama, permitiendo me detallar al hombre que ame, que amo y que seguiré amando en mucho tiempo. Le acaricio el cabello y de ahí bajo a tocarle las mejillas, su barba la tiene muy crecida y le tapa mucho su rostro. No me agrada del todo tanta.
Lo detallo por cinco minutos más acariciándole la cara por última vez y me regala una sonrisa para después voltearse de lado, sigue dormido y me retiro.
Bajo a la cocina y me dispongo a hacer el desayuno, es una rutina adquirida con el paso del tiempo, Me gusta cocinar, cada que puedo, pongo música y empiezo a batir harina para los panqueques, mientras que en una sartén tengo tocino y empiezo hacer huevos.
—Buenos días. —dice una voz ronca y aún adormilada. —¿Qué haces?
Me permito detallar a un hombre de un metro ochenta y cinco, con el pelo alborotado y ojos hinchados.
—buen día, hago el desayuno. —digo alegremente.
—pudiste llamar a la empleada y que lo hiciera. —dice mientras bosteza. —aunque se le hubiera hecho raro.
—¿a casó no desayunas? —cuestiono intrigada.
—No, siempre desayuno, como y ceno fuera. O encargo comida.
—bueno, espero que desayunes hoy aquí ya que hice desayuno para dos. —digo orgullosa. —así que dúchate y has lo que tengas que hacer en lo que acabo.
—bueno, eso haré. — se mueve del umbral para dirigirse fuera de aquí.
—oye, —lo llamo y detiene el paso para verme. —¿puedo darte una sugerencia?
—exprésate. —me mira con confusión.
—esa barba no te queda, tanta esconde tu cara. —digo con socarronería. —pareces un vikingo muy avejentado. Y no eres un anciano ¿o sí?
tenía que decirlo no me gusta tanta barba en su ya fruncido rostro. A aparte el ama la honestidad, bueno no me siento culpable.
—lo tomare en cuenta. —dice y se marcha.
Termino de hacer el desayuno y me siento en un banquillo a tomar café y ver mis redes en lo que baja Ulises. Debería estar nerviosa, preocupada o algo, pero no, me siento demasiado relajada y segura.
Minutos mas tarde el olor de su fragancia inunda la cocina, estoy enviando un mensaje mientras él se coloca en el banquillo enfrente de mí.
—y bien ¿ahora que parezco? —dice con una ligera sonrisa.
—un vikingo con poca barba y ya no eres un anciano. —digo y ambos nos comenzamos a reír a mandíbula abierta.
—eres terrible con los apodos, en fin, degustemos este desayuno hecho por tus increíbles manos.
Desayunamos hasta el último panqueque.
—debo admitir que cocinas muy bien. —dice asombrado.
—Gracias, práctica de años.
—¿cocinas siempre? no recordaba eso, mátenme si es que en el pasado lo hacías y no le preste atención.
—así es, el desayuno me da paz y no molesto a alguien mas para que me lo haga. Y no, no lo hacía antes, me aprovechaba de tus buenos servicios que ofrecía tu hotel.
—Que autosuficiente, señorita y que alivio.
—Siempre. —le dedico una pequeña sonrisa.
—tengo una reunión de dos horas, puedes quedarte y ya después te llevo a casa de Ismael.
—¿trabajas en fin de semana? —cuestiono.
—todos los días. ¿Qué dices?
—esta bien, pero tu cuerpo necesita descanso Ulises, no eres una máquina y aun así estas se sobrecalientan. Crees que no, pero te noto agotado, bajale un poco.
Se queda serio y decido que no fue bueno abrir mi boca, ya no somos como hace años y creo que la confianza se ha esfumado un poco al sentir la incomodidad.
—¿quieres algo? Antes de que me vaya.
—sí, tengo muchas ganas de helado de vainilla. —digo apenada.
—el señor moditas ¿no deja que lo comas? —me mira dubitativo.
—te puedo mentir de mil formas, pero me sabes leer aún pese a los años... ya sabes debo cuidar que no salgan mas rollitos…
Mueve la cabeza negando y sé que se ha molestado.
—no me respondas, ahorita en un rato te traerán el helado que quieras, te veo en un par de horas. — toma su celular y se dispone a irse, me mira y se muerde el labio inferior.
—si quieres salir a recorrer las calles el chofer te llevara, al igual si quieres cualquier cosa no dudes en pedirles tanto a él como a Evelyn lo que necesites, ¿Entendido? En mi habitación en el buró izquierdo cajón de en medio hay efectivo por si necesitas dinero, si quieres más me avisas y te doy el Nip de la caja fuerte qué hay en el closet. —dice antes de abrir la puerta y irse.
—No necesito tu dinero…—le grito.
Media hora después entra una señora de edad media con una hielera en las manos, me mira con asombro y con una mirada tierna me dice que mi encargo esta disponible para disfrutarse y en menos de lo que ha dicho me saco un bote y empiezo a degustar esta delicia.
—¿es hermana del señor? —me cuestiona de repente.
—No, soy amiga de Ulises. —digo antes de meterme otra cucharada de helado.
Su mirada tierna se esfuma y ahora me mira con un poco de desdén.
—ya veo, el señor no suele traer amigas, solo a su pareja la señorita Sara. —dice orgullosa. —quién es un ángel que vino a este mundo a hacer feliz al señor, después de tanta oscuridad que tuvo por unos años. Merece ser feliz.
—ya veo, me alegro por ambos. —digo aún extasiada comiendo mi helado. —Muy seguramente el señor se buscó esa oscuridad.
—¿el señor desayuno aquí? —cuestiona con una total intriga. Al ver los platos sucios.
—sí, ¿no lo hace con su ángel protector de la oscuridad? —digo con mi lado viperino. Pues esta, yo no le hago nada, ella empezó.
—No, pero con ella hace cosas más lindas. —dice a la defensiva. —le consiente en todo lo que ella pida, no dudo que dentro de poco el señor le pida matrimonio.
—ya veo. —no sé qué decir, la verdad. No quiero pelear con una señora entrometida.
—por cierto ¿en qué habitación durmió? —pregunta ansiosa. —porque hay dos fuera de servicio y solo está la de la señorita sara disponible…
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Editado: 20.01.2025