Besos Sabor A Vainilla

CAPÍTULO 43

EMMA.

Entró a la casa de mi hermano con el regaño latente de Alonzo. Y la cabeza punzandome horrible, no se porque la gente bebe, además de que apestó a cigarrillo.
—te dejo dos días, bebes y comes como si hubieras estado en cautiverio. —me reprende.
—¿ya terminaste? —respondo con aburrimiento. —porque te recuerdo que la única que toma decisiones sobre mi cuerpo, lo que como y lo que bebo soy yo.
Lo apartó con la mano y me dirijo al cuarto donde dormiré.

—princesa, aquí no puede dormir Alonzo. —dice Ismael en el umbral.
—¿por qué? —sé el por qué, pero aun así pregunto.
—está habitación la usa Ferreira cuando viene y dudo que quiera volver a tomar la habitación donde durmió tu novio, así que le daré otra habitación por si quieres ir con él.
Sale y no pienso en nada, ignoro mis emociones, mis ojos llenos de lágrimas y me trago el nudo que se me hace en la garganta.
«él es feliz, déjalo en paz» «él no está pensando en ti, dejo claro que solo eran amigos»

—Solo es una cena de amigos, maldito imbecil, ve y revuélcate con tu modelo y desapareceré de mi vida otra vez, —me digo mientras me dejo caer de lado en la cama. —Ah pero La Niña tonta acepto la jodida salida.
Él sueño llega y yo gustosa me sumerjo en él.

Me despierto, son las 9:30 am y tengo un hambre atroz.
Me voy a la ducha y la cabeza me duele tanto.
—hola, buenos días. —saludo al par de hombres que están en la sala sin mediar palabra. —¿Vamos a desayunar?
Alonzo asiente.
—Yo no puedo, saldré al partido de soccer de los niños, pero que tengas buen día.
Tomamos el auto de Alonzo y nos sumergimos en la ciudad de Londres hasta llegar a un lindo restaurante.

Pedimos el desayuno mientras tanto Alonzo comienza un largo regaño al cual no pongo atención ya que tengo cefalea y lo único que quiero es que se calle. Me siento fatal, aunque ya me duché sigo sintiendo que apesto a alcohol y humo, en mi vida había tenido una resaca.
—¡Hola! Alonzo que coincidencia de vernos aquí ¿Cómo estás? —dice la voz de la persona que menos soporto desde hace unos días, la señorita Fisher.
—Pues ya ves la comida une a las personas.
—hola Emma. —me saluda y yo solo muevo la cabeza.
—te ves muy cansada.
Asiento levemente.
—¿vienes sola?—le pregunta Alonzo.
—No, vengo con mi pareja está resolviendo una llamada a fuera.
Contesta gustosa y a mí se me hiela el alma, hasta creo que la cefalea se ha ido.
—pues pueden desayunar en nuestra compañía. —dice Alonzo amablemente y quisiera golpearlo con el florero que hay en la mesa, pero resisto. «No pasa nada ya, entiéndelo».
—por supuesto que es brillante la idea, a él le parecerá bien.

Un Ulises despreocupado se encamina hacia nosotros con la mirada fija en el celular. Viste un pantalón de mezclilla una chaqueta de piel café que hacen conjunto con sus botines, los lentes le hacen ver tan guapo. «Que ya pares».
—cielo,—lo llama Fisher y el despega la vista del celular. —¿podemos tomar el desayuno con ellos? —dice haciéndole pucheros.
—Buenos días, no quiero causar ningún inconveniente, vamos a otra mesa.
—No es ningún inconveniente Ulises. —dice Alonzo, tratando de ser amigable.
—Señor Ferreira por favor. —mira a su chica y está le sigue haciendo un pequeño drama al hacerle pucheros. —está bien, pero el desayuno va por mi cuenta. —dice mientras toma lugar frente a Alonzo.
Y si señores, este hombre tiene un ligero trauma con pagar las cuentas. Pero me da igual sus jodidos traumas y lo que sea que tenga entre manos yo ahorita quiero meter la cabeza en la cubeta de hielos qué hay en la mesa de al lado.
Sabe jugar sucio, no me dedica ninguna mirada y me duele horrores su desprecio, pero en el fondo sé qué fue lo que lo hace comportarse así, «no le iba a decir que el hombre que quería en mi cama era él, no cuando sabía que la modelo lo esperaba»
¿o sí? No me juzguen, sigo siendo humana y tenía la libido por lo alto, fui estupida, porque si lo hubiera propuesto lo hubiera aceptado. Y ahora me encuentro con resaca, dolor de cabeza, con la libido al mil y con un hambre feroz, jodido lío en el que me metí.

Ordenan el desayuno mientras Alonzo y Sara nos hablan sobre su trabajo y Ulises y yo solo escuchamos sus anécdotas en el mundo de la moda.
—ese dije no te lo había visto Sara, es llamativo aunque es pequeño.—comenta Alonzo.
Ella se lo toca con orgullo y con una enorme sonrisa mira a Ulises el cual se remueve en la silla.
—Uli, me lo obsequio hace un par de días.—dice y le toca la mano a “su Uli”.
Veo el dije y veo que se trata de un pequeño corazón rojo el cual resalta con su piel blanca.
—No se ve que el señor Ferreira sea romántico. —dice con burla Alonzo.
Y después de un desayuno callado decide hablar.
—Hay muchas cosas que no se ven, pero están latentes, y solamente un ciego no las vería pero podría sentirlas, señor Bartolito. —dice con seriedad.
Me guardo la risa ya que si Alonzo esta orgulloso de algo aparte de su trabajo es de su apellido.
—Es Bartolini. —dice con pena, la señorita Fisher.
Y este la ignora como si no supiera como es. Maldito engreído es él el culpable de todas mis desdichas. Y lo odio mas por eso.

Al terminar Ulises paga el desayuno y nos emprendemos a salir del lugar, veo que Sara toma del brazo a Ulises y no se en que momento tomó la mano de Alonzo y me recargo sobre su hombro.
Al salir del local nos comenzamos a despedir, Ulises me sorprende al acercarse a mí y depositarme un beso en la mejilla.
—Nadie como mis brazos y nadie como tus besos.—dice en un ligero susurro. Siento que su mano coloca algo en la bolsa de mi abrigo y me limitó a actuar normal. —¿Lo tenemos claro o te lo recuerdo? Anoche lo deje pasar, pero no quiero que se te olvide.
—No solo lo digas, demuéstralo.—le respondo.
Se marchan y nosotros tomamos nuestro rumbo.




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