EMMA
Estoy en mi consultorio acomodando unos archivos cuando me llaman en la puerta.
—Emma, le buscan en la entrada. —me dice mi asistente.
Me pongo de pie y al salir encuentro a un repartidor de flores en mi entrada.
—Señorita, Emma Lascurain. —dice el repartidor. Asiento y me da una nota para firmar de recibido. —Disfrute sus flores.
Son un hermoso ramo de Tulipanes amarillos. Una nota cuelga, miro a mi asistente y me incita a leerla.
—Seguro son de el señor Bartolini, es un romántico. —por un momento las esperanzas se me van al suelo. Pero cuando leo la nota la sonrisa tonta me sale del alma.
“PARA MI ENFERMERA PARTICULAR,
GRACIAS POR SUS CUIDADOS,
SU PACIENTE ESTÁ A SALVO; PRECIOSA EMMA. AUNQUE SE HAYA MARCHADO SIN DESPEDIRSE”.
ATTE: U.F. (ODISEO).
—se equivocó, no son de él. —digo emocionada.
Me mira con sorpresa y me adentro al consultorio, las pongo en agua y como una adolescente las miro y las vuelvo a mirar. Me alegran la vista.
A todos mis pacientes que pasan les agradan también. No suelo tener objetos que distraigan el ambiente, pero hoy hice una excepción.
Una hora después escucho voces afuera.
—Nos vemos en la próxima sesión, no olvides hacer tu tarea, por favor.
—Entendido, Licenciada. Bonito día.
Salgo y me encuentro a Ulises hablando con Lucy, mi último paciente del día sale y se dirige a pagar.
—Hola, ¿Cómo seguiste?
—Muy bien, vine a París a hacer unas cosas y decidí pasar a saludar. Pero creo que necesito consulta, para verte.
—claro que no, pasa…—mi asistente me ve con cara de ya me quiero ir. —ya puedes retirarte nos vemos el miércoles yo cierro. Bonita tarde.
—Nos vemos.
—vaya, que acogedor es tu consultorio, ya me dieron ganas de contarte mi vida y ser tu paciente de verdad. Dime que el sexo lo es todo…—dice burlón. —mejor te invito a cenar. ¿Qué dices?
—lo siento, pero como profesional que soy no puedo salir con mis pacientes, señor Ferreira. Y ya ha sido mucho atrevimiento que me enviara flores. ¿cree que ocupe un terapeuta yo? —digo siguiendo el juego.
—Bien, olvidemos lo de paciente-terapeuta y vayamos por esa cena, de verdad tengo hambre, y soy capaz de comerme a una doctora sexy que tengo enfrente. —me mira y sonríe.
—Vayamos, no estoy a favor del canibalismo y menos si de mi se trata.
—no hablaba de comerte de esa forma…—dice mientras levanta las cejas.
—¡Ulises! eres tan espontaneo y yo caigo en tus juegos.
—No finjas indignación y vamos a cenar, en verdad tengo hambre.
—Creí que solo venías a saludar.
—Plan con maña para distraer a tu asistente.
Lo miro y lo miro. Él espera pero se impacienta.
—tú pagas, si es eso lo que quieres.
—¿no harás trampa?
—No, si hago trampa te compro el helado que desees…
—ganas de todas formas Ulises…
—pero si te dejo que pagues; tú me darás un beso en la mejilla y también te comprare el helado…
—en ambas cosas ganas. —nos dirigimos a la salida.
—También tú ganas. No lo niegues. —me tiende la mano y cerramos el trato.
Como era de esperarse venimos al restaurante que ofrece su hotel dónde se hospedaba cuando vivía aquí, la cena es agradablemente satisfactoria comimos como si nos hubieran tenido en cautiverio, bueno es que las Baguettes que preparan son exquisitas. Sin contar la pasta que pedimos.
Y cumpliendo su palabra me ha dejado que pague. Salimos al exterior, es temprano son las cinco de la tarde.
—como tú eres un hombre de palabra yo también lo soy. —lo tomo y le planto un beso en su mejilla. —Cuentas saldadas.
—la otra se pondrá celosa y no quieres eso verdad.
—eres un mimado…
En su otra mejilla le planto otro beso.
—y a ti te encanta mimarme ¿o no?
No contesto, porque es verdad, seguimos caminando, y volvemos a ser los que solíamos ser, no pienso en nada, él va mirando las personas y yo voy con él, una vez más.
—se me antojo ir al cine. —digo en voz alta.—Tengo mucho que no voy.
—Pues vayamos al cine, aún es temprano. —dice mirando su reloj.
—¿en verdad me acompañas?
—¿por qué no? A mí también me gusta mimarla, señorita. ¿Ya se le olvido?
Regresamos las calles transitadas para ir por el auto.
En camino al cine vamos escuchando música y hablando de todo y nada.
—oye, te quiero preguntar algo, pero prométeme que me contestarás con la verdad.
—Vamos Ulises, que tú y yo nos decimos siempre la verdad ¿o no? Te está comiendo la curiosidad, lo puedo ver en tus ojos.
—así es, ¿por qué tienes miedo? Lo que me dijiste el viernes y ya que estoy en estos temas ¿por qué no quieres un hijo de él?
Mierda, este hombre y sus preguntas.
—tienes que responder, Emm… Hay que ser siempre honestos.
—Porque no me siento preparada para dar ese paso y porque no es quién esperaba que sería… y del hijo, solo quiero tenerlos con el hombre que siempre he querido, pero no se pudo y no se podrá, por eso Ulises.
—si no estás preparada no lo hagas, no te arruines la vida, con tal de complacer a otros…
—¿experiencia? —espeto.
—Así es y mejor cambiemos el tema, no pretendo discutir esto aún.
—¿crees que después de tantos años no deberíamos hablarlo? Vaya que bien ¿Cuándo será ese momento? ¡Ya sé! El momento será el ideal cuando me veas vestida de blanco y ya haya dicho sí, acepto.
—No precisamente, Cuándo no te estés arrepintiendo por tomar decisiones por otros Emma o al menos qué realmente lo desees y me lo digas a la cara, ese día me buscas y lo hablaremos ya depende de ti si deseas saberlo. Y si desea ser cuando ya hayas dicho si acepto, será demasiado tarde lo sabes.
—tienes razón entremos al cine y dejemos esto para otra ocasión. No es el momento.
—Solo no te tardes.
—¿Yo? Vaya cuestión lo tuyo.
—No, siempre lo hago por ti.
—Y aún no notas que esta mal, porque ambos estamos evadiendo el tema no solo yo, cuando quise respuestas fui a México y jamás apareciste…
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Editado: 20.01.2025