Besos Sabor A Vainilla

CAPÍTULO 52

EMMA.

 

Estoy envuelta en los brazos que tanto ansiaba y quisiera quedarme así todo el día, pero mi vejiga me pide otra cosa.
Trato de levantarme, pero su brazo pesa mucho.
—Oye, ocupo ir al baño… —digo en voz alta, —Ulises, anda deja pararme.
—No quiero —Contesta molesto.
—Ulises, no seas cruel y déjame parar. —en verdad no aguanto estar más acostada.
—di la palabra mágica y te dejo. —dice con socarronería.
—si me dejas pararme me vuelvo a costar así contigo.
—no era lo que esperaba, pero lo acepto.
Quita su brazo de mí y en cuanto lo hace siento ese vacío que ha estado por años en mi cuerpo, hago lo que tenía que hacer y me lavo la cara, el agua está helada y me arrepiento horrores, por no abrir la correcta.

 

—cumple tu trato señorita. —dice con seriedad.
Claro que quiero cumplir mi trato, o sea he esperado estar así con él por mucho tiempo.
—No quiero, —hago el ademán de querer salir, pero me alcanza y me carga en sus brazos.
—no juegues conmigo. —me recuesta con el cuidado del mundo y hace lo mismo él, mi espalda queda contra su pecho mientras me echa la cobija encima y su brazo me rodea el cuerpo.
—está nevando, así que no nos paremos en todo el día. —dice en un susurro.
—creía que trabajabas todos los días. —lo reto.
—estoy de vacaciones, a partir de hoy así que deja de quejarte y descansa.
Se que no está dormido y yo tampoco, tenerlo tan cerca me hace sentir feliz, no sé qué es esto o porque lo estamos haciendo, pero no me importa nada solo estar con él. Ambos estamos libres y vengo a recuperarlo.

 

—extrañaba esto. —digo con toda la honestidad.
—me alegro que lo extrañarás —y con lo que dice no se si él también.
—ya veo. —contestó con desilusión.
Me voltea con cuidado y cierro los ojos cuando los de él me detallan cada centímetro del rostro.
—oye, mírame.
No quiero abrir los ojos, siento un pequeño y tierno beso sobre la punta de mi nariz.
—te haré una confesión, yo no extrañaba esto—me tenso al escucharlo, —te extrañaba a ti y a todo lo que conllevas preciosa Emm.
Mis ojos se abren al instante y su sonrisa es tan linda, veo en su mirada el amor con el que me veía antes de que todo terminará.
Mis ojos se inundan y después de tantos años se liberan, escondo mi cara en su pecho y él con cariño me besa la coronilla.
—deja de llorar por favor, amor.
—No quiero, he esperado este momento como no tienes idea.
—estar conmigo abrazada o estar llorando.
—ambas y el que de tus labios volviera a salir esa palabra y tus ojos lo demostrarán.
—nunca se fueron estas ganas y ese amor que te tengo.
—ese día y en este reencuentro esa mirada no estaba, hasta hoy. —digo en un reclamo. —No podía creer que el hombre que me amaba y que amaba me mirara sin ningún atisbo de amor.
—Nunca se fue, solo creció...
—me dejaste cuando más te quería, te fuiste haciéndole caso a esa persona, pero no me lo hiciste a mí, claro que íbamos a poder superarlo y esa decisión no solo fue por ti. Todos en algún momento nos equivocamos, caemos y debemos de ponernos de pie y yo quería hacerlo contigo a mi lado.
—debes saber que para mí no fue fácil tomar esa decisión, estaba dejando ir lo que más amaba en el mundo y lo que más me hacía feliz, te llevaste la mitad de mi vida Emma, he vivido cuatro años con tu recuerdo latente. Ir a verte a tus conferencias y no poder acercarme a ti o hablarte me mataba cada vez más. —dice con tristeza. —Pero era feliz viéndote ser la mujer exitosa que juraba que serías.
—¿en verdad fuiste a todas mis conferencias? —me enorgullece escuchar eso.
—por supuesto que sí, no suelo ir a muchas pero las tuyas eran mi cita perfecta, estuve en Múnich, París, Londres, España. En todas las que pude.
—¿y qué tal? —quiero sentir ese orgullo que solo él me incita a tener.
—Emm, eres increíble en lo que haces y como atrapas a la gente es sin duda un don natural. Muchas veces pensé en ir y hablarte, pero nunca te dejaba sola el pedazo de inútil que tenías por pareja.
—tiene nombre... —blanquea los ojos y su gesto se torna serio, por lo que decido durar un poco más con esos celos. —bueno tienes razón, tenía que estar a mi lado, pero no era celoso, pudiste haberte acercado.

 

Me fulmina con la mirada.
—ese inútil no, pero yo sí y sabía que en cualquier momento; quitaría su linda carita a golpes.
—oye, no seas tóxico, aparte su linda carita no tiene nada que ver.
Hace ademán de soltarme y quererse levantar; pero lo detengo, nunca lo había visto celoso incluso llegué a pensar que no le importaba.
—¿acaso estás celoso? — mi sonrisa no duda en salir.
—¿celoso de ese imbécil? No Emm, para que yo esté celoso debe ser alguien que deje huella en ti. ¿Tienes huellas de él?
—niegas muy bien, y sí tengo varias... —digo con total seriedad.
—en fin, me importa un carajo. —se pone de espaldas como a un niño que acaban de regañar.
—no te importa un carajo lo sabes y también sabes que él único que dejo huellas y todo repleto en mi ser fuiste tú, mi lindo vikingo. —su espalda se relaja y puedo asegurar que está sonriendo.
—entonces vuelve aquí, una vez te dije que tenía acceso a mi cama y al lugar de mi vida que quisieras Emm.
—y si quieres que este contigo ocupo que hagas unas cosas antes.
—¿planeas condicionarme?
—Un poco.
Se voltea en automático y se sienta atento a lo que diré.
—no necesito cambiarte para quererte; y tampoco deseo hacerlo, pero no vuelvas a dejarme, ni me dejes de abrazar.
Me extiende sus manos y como niña pequeña me acuno entre sus brazos.
—trató hecho señorita, pero también yo quiero pedir dos cosas: no me dejes volver a perderte y quiero seguir probando esos besos sabor vainilla que tanto anhelo hasta que el tiempo lo decida. —sonríe con galantería— Hemos perdido cuatro años así que quiero que volvamos a empezar donde nos quedamos, no quiero que te sientas presionada y yo no quiero que te presiones. ¿Te vas conmigo a México?
—después de tantos años vas a volver, claro que quiero ver tu regreso y sí a todo lo que quieras, Señor mimado.
Su risa se hace sonar y somos las personas más felices del mundo.




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