EMMA
Días después de la navidad, Ness dio a luz a su hijo. Es increíble como un ser tan pequeño logra tener toda la atención de los adultos. Estabas en la sala de espera cuando salió Manuel mostrando al pequeño Niño entre sus brazos, nos acercamos al cristal y pudimos verlo, la sonrisa de todos fue enorme y sin duda la de los abuelos primerizos, y la de los bisabuelos que se miraban entre ellos, como si hubieran cumplido una meta más en sus vidas.
Ulises irradiaba felicidad al ver al nuevo miembro de su familia, lo miraba con cariño, un sobrino siempre será un motivo de alegría, ver una personita que proviene de la persona más unida a ti, con esa que jugabas y en caso de Ulises que te protegía y daba consejos, viéndola convertirse en madre y con certeza saber que será excepcional, porque lo sabes, confías en tus hermanos. Yo tuve la misma cara de felicidad cuando nacieron los míos, quería tomarlos y meterlos en una burbuja para protegerlos de cualquier peligro, cuando lloraba n me removían el alma. Es grandioso ver algo que forma parte de ti, pero no es tuyo, solo sabes que lo amas porque sí.
Después de pasar unos meses en México hemos regresado a Europa, Ulises a Londres y yo a París. Sin duda tenemos demasiado trabajo, solemos visitarnos los fines de semana, a veces viene él otras veces voy yo, dependiendo de la agenda del otro.
Un poco tedioso; pero vale la pena el hecho de saber que nos encontraremos de nuevo, de ver esas sonrisas de ambas partes al vernos. De contarnos chistes malos, de ir a bailar, ya que está aprendiendo y sobre todo de estar el uno con el otro.
Me estoy arreglando para salir a una cita con él, la música resuena en mi habitación con la canción de mon amour mon ami, muevo las caderas un poco y veo mis cómodos Crocs; mis rizos se agitan tapando mi vista. Lo espero en su casa, aunque no esté, me es cómodo.
—Bonjour belle. —escucho a mis espaldas.
—Mon cher, llegaste.
Me observa detalladamente, quedándose en silencio por varios minutos.
—solo me coloco labial y me cambio los zapatos y…
—Te ves preciosa, señorita. —me da un delicado beso en la frente.
—Gracias…
—él agradecido soy yo, por la preciosidad que sale conmigo.
—¡Ya! —finjo vergüenza. —Estas muy coqueto hoy.
—Uff, te escondería, pero si hiciera eso; el mundo se perdería de ti y no podría presumirte con orgullo. ¿Qué condena para mí verdad?
—Ulises… —me acaricia la mejilla y sonríe ampliamente. —basta.
—Dios, no me canso de admirarte.
—Pues toma asiento, porque no quiero cansarte más.
—Nunca lo estoy para ti, querida.
Me coloco el labial y me cambio de zapatos rápidamente.
Salimos y como siempre me abre la puerta del auto y me hace una reverencia.
Coloco mi bolso y mis crocs en la parte trasera, por si me canso de los tacones.
Pongo música y vamos charlando, de todo y nada como siempre.
—El clima está estupendo, aunque siento que no aguantare tanto con estos zapatos.
—No será necesario caminar tanto.
—Bueno, porque hoy estuve haciendo mucho ejercicio, caminando y luego sentada, es un día en el cual me siento incómoda con todo.
—Bien, pues mañana puedes ir al Spa.
Suena su móvil un par de veces hasta que contesta.
—Dime Hoffmann.
—Qué modales, ¿Así le hablas a ti cliente frecuente? No importa, te hablo porque tienes trabajo, diseños para una casa ¿puedes?
—¿Dejarás de vivir en PentHouse? ¿Dunkel ya te hará abuelo y quiere una casa grande y tradicional?
—No, son para Bruno, ya trae sus ideas revolucionarias. No se comunicó él porque no le respondiste.
—Ya decía yo, no estaba disponible, aunque dile qué se comuniqué conmigo el día lunes y nos ponemos de acuerdo.
—Bien. —suspira y cuelga.
Llegamos a su hotel y antes de comenzar a caminar hacía el restaurante me detiene.
—Quería algo más privado…
—¿A dónde vamos?
—sígueme.
—no era en serio lo de encerrarme ¿verdad?
—Tal vez…
—Bueno, solo espero que tenga comodidades.
Lo sigo mientras me sujeta de la cintura y subimos al ascensor.
—Estamos guapísimos para una foto, bueno tú estás preciosa.
—¿Tú estás pidiendo una foto?
—por supuesto.
Saco mi celular y capturo el momento, él me sostiene de la cintura dándome un beso en la sien, mientras yo solo sonrío.
Estamos demasiado arreglados para una cena privada, pienso.
Nos dirigimos al salón de eventos dónde fue celebrado su cumpleaños hace cuatro años.
Mi cuerpo comienza a actuar de una forma rara, ya que a pesar de la calefacción comienzo a sentir frío, pegando más mi cuerpo al de él.
—Bien, adelante. —abre las puertas y me señala el lugar.
Esta oscuro, solo se ve la luz de la torre.
—¿Entrarás? —lo miro y vacilo al caminar.—estás actuando raro ¿sabías?
—No, es una cena romántica a la luz de parís. Te lo mereces.
Me toma de la mano y caminamos juntos hasta dónde se ve una mesa con dos sillas.
Retira una, me siento y hace lo mismo con la suya.
—Aquí comenzó todo, aquí supe que te quería en mi vida.
—No lo sabía… ¿En eso pensabas mientras estabas rodeado de mujeres? ¿Halago u ofensa?
— La respuesta es obvia, —miro a todos lados buscando luz, es incomodo —se ve genial el salón oscuro y la luz de la torre, pero encendamos las luces mejor.
Saca un pequeño control de su chaqueta y la luz tenue ilumina por completo.
Me quedo paralizada, Dios, mi cuerpo comienza a enviar alertas.
Volteo a todos lados, el salón esta decorado con arreglos de Peonias Blancas, en exceso y en el piso hay pétalos de rosas rojas.
Volteo y veo que Ulises está de pie mirándome con burla.
—en esta ciudad me ayudaste a decidir querer quedarme, me impulsaste en esta ciudad el querer dejarla después; para ir a Londres y terminar mi mayor sueño, en esta ciudad yo te dejé por detenerte y que tú lograrás tus sueños, así como tú me detuviste ese día en ese auto, yo lo hice meses después en el mismo, pero con el precio de dejarte. Lo mas estúpido que he hecho en mi vida. La verdad.
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Editado: 20.01.2025