Blooming Days

Lazy

"Un wrang-wrang, según Bokonon, es una persona que aparta a la gente de una serie de especulaciones, reduciendo esa serie a un absurdo, con el ejemplo de la propia vida del wrang-wrang"

-Kurt Vonnegut (Cuna de gato).

¿Qué hay mejor que la sutil felicidad que viene con la simpleza?

Claro, tener una vida llena de aventuras y de situaciones interesantes rodeado de personas importantes siendo parte de una corporación suena bien, pero la deliciosa rebeldía de decir "no" es poderosa.

Imaginen mi situación: diez años trabajando sin descanso en una empresa para la cual soy remplazable, noches sin dormir, días sin disfrutar, solo para llevar dinero a la mesa y no vivir bajo un puente. Algún día iba a pasar, ¿no les parece? Desperté a las cinco de la mañana con los ojos aún cerrados y el cabello revuelto, listo para comenzar otro monótono día. Puse a calentar el café mientras arreglaba mi cama y encendía la radio para despejar un poco la auspiciante soledad que lo inundaba todo. Afuera la ciudad comenzaba a despertar, podía escuchar el trafico poniéndose pesado y a los vecinos gritar a sus hijos para despertarse e ir a la escuela.

A pesar de que todo iba de acuerdo a la rutina: despertar, café, arreglar la habitación, desayunar, ducha... Algo no se sentía bien. Era esa sensación de haber olvidado algo, de tener una palabra en la punta de la lengua y no poder hacer funcionar a tu cerebro para recordarla. ¿Qué era esa inquietud?

Me senté en la mesa a tomarme el café caliente y le di un sorbo bien grande. Pude sentir como me quemaba la garganta. Di un respingo y me cayeron unas gotas que se sintieron como alquitrán hirviendo en el brazo. Fui a lavarme el brazo y noté que mi camisa blanca estaba manchada.

- Demonios, ¿y ahora que hago? – grité a la nada.

El uniforme de la empresa exigía tener una camiseta blanca de botones, y debido a que estaba corto de dinero no había podido llevar las otras dos que tenía a la lavandería. Tal vez si llamaba a mi compañero del departamento de ventas me pueda dar una mano, no vive lejos de aquí y hasta me podría llevar en su camioneta hasta la compañía.

Pero, ¿saben una cosa? Me entró una idea maliciosa. Es un simple pensamiento, nada más. Un poco de rebeldía que aún quedaba de mis años de adolescencia: ¿Y si falto al trabajo hoy? El solo hecho de pensarlo me hizo soltar una carcajada. Soy un trabajador ejemplar, siempre soy el primero que llega y el ultimo que se va. Incluso si eso no me trae ningún beneficio, especialmente monetario, pero tengo la esperanza de que algún día lo haga. Un día mis superiores se darán cuenta de lo mucho que me esfuerzo y me darán un aumento o me subirán de rango. Ser gerente no estaría mal.

Pero, ¿saben otra cosa? Me entró otra idea maliciosa. Esta lo era aún más. Es de esas cosas que mantienes en lo más profundo de tu mente y temes que los demás escuchen. Pero, en vez de acallarla la dejé libre rondando en mi subconsciente. Dejé escapar una carcajada digna de villano de película noir al momento que le daba el ultimo trago al café.

"¿Y si no vuelvo al trabajo jamás?"

Diez años trabajando en esa empresa de pacotilla. Diez años lamiéndole el culo a mis superiores para pedir un mísero aumento que, seamos sinceros, nunca me lo van a dar. ¿A quién engaño? He hecho más por ellos que ellos por mí. ¿Cuál ha sido mi ganancia? Solo la habitación en la que vivo y no morir de hambre. He perdido todo contacto con mis antiguos amigos, con mis padres, ni siquiera tengo una mascota que me acompañe por las noches o alguna pareja que me alegre la vida. Soy simplemente un producto más del capitalismo.

¿Iba a ser así siempre? Puede ser. Renunciar no hará que mi siguiente trabajo sea mejor. ¿Y sí resulta peor? ¿Y si no logro encontrar otro trabajo? Para empezar, ¿no soy demasiado mayor para conseguir ofertas laborales? Demasiadas incógnitas, demasiadas dudas por el futuro. Miedo, miedo al qué sucederá. Mi madre pensaría que estoy loco por siquiera pensar en renunciar a mi trabajo estable.

Pero, ¿les digo algo? La verdad es que no me importa mucho. ¿Debería hacerlo? Posiblemente. Pero no lo hace. Me vale un reverendo pepino todo en este momento. ¿Acaso el mundo tiene sentido? No. Entonces, ¿por qué debería importarme? Tal vez esto sea una señal de Bokonon para seguir (¿o no?) el absurdísimo de eso que llamamos destino.

Con el olor a café recién hecho por todo el departamento me metí de nuevo bajo las sabanas de mi cama. Contemplé cada una de las imperfecciones de mi hogar, aquellas que había aprendido de memoria: Las manchas que creaba el agua que se asentaba en el techo; las grietas de las paredes; el incesante sonido del perro ladrando en el tejado de al lado. Pero, en estos momentos me sentía en calma. Como si estuviera tomando un baño de burbujas en algún hotel elegante. El amanecer, con sus acuarelas melocotones dibujadas en el cielo le daba un nuevo sentido a mi vida. ¿Volver a comenzar? ¿Podía ser eso posible?

La verdad era que no quería pensar en esas cosas, simplemente no quería hacer nada. Quería pasar la mañana, el día, la tarde y la noche acostado en mi cama viendo películas y comiendo palomitas. Quería desnudarme y andar así por toda la casa. Quería bailar sin compás ni ritmo cancioncillas fáciles de la radio, o montarme un musical. ¿Molestar a mis vecinos? Claro que sí. Hasta me daban ganas de usar el maquillaje que mi madre olvidó la última vez que estuvo aquí y convertirme en una persona completamente diferente. ¿Qué más daba?

Imagina seguir el camino de tu felicidad, imagina ser libre de todo. No puedo creer que me había tardado tanto en darme cuenta que la estabilidad no necesariamente quiere decir que eres feliz. Eso es solo un invento más de los reptilianos y sus ganas inhumanas de tenernos controlados. Ojalá y fuera verdad. Ojalá y no hubiera una razón para vivir, así podría crear la que yo quisiera.




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