NARRADOR OMNICIENTE
La noche fue espléndida.
Luego de que la comida llegara y Ciara quedara alucinada por lo deliciosa que estaba, se dispusieron a hablar sobre algunos planes para el fin de semana.
Lucien se veía genuinamente emocionado por llevar a Ciara a la playa. Recalcaba que conocía un lugar hermoso, casi oculto del público. Ella, por su parte, solo asentía a las propuestas de él, tratando de no soltar suspiros al ver sus incandescentes ojos brillar de euforia. Era una de las pocas veces que tenía el placer de ver esos hoyuelos que tanto la desarmaban.
Eleonor le lanzaba miradas cómplices a Frank de vez en cuando, pero ambos eran completamente ignorados por la pareja.
Después de cenar, todos decidieron tomar cócteles y recorrer un poco las calles cercanas, siempre asegurándose de tener el auto a la vista y vigilando que nadie sospechoso estuviera cerca.
Ya era una costumbre para ellos estar atentos a todo lo que ocurría a su alrededor. Desde lo sucedido hace años, Lucien había quedado con una especie de trauma respecto a la inseguridad y los peligros del mundo exterior. Por esa razón, mantenía a Ciara entre su cuerpo y el de Frank, como si temiera que algo pudiera sucederle. Ambos compartían esa paranoia, y Eleonor lo notaba. Por eso, decidió distraerlos apuntando a una pequeña cafetería que parecía tener infinitos postres de todos los sabores.
Ciara caminó encantada hacia el cálido local. El lugar tenía ese efecto hogareño que te hacía sentir a gusto con solo entrar.
Tras el mostrador, una amable señora de tercera edad terminaba de empacar una caja de cartón con el logo de la tienda. Al escuchar los pasos y murmullos de Ciara y Eleonor, dejó a un lado su tarea y se enfocó en los nuevos clientes.
Frank observaba con asombro las delicadas figuras de chocolate que adornaban los pasteles. Los barcos de mousse de chocolate parecían ser la especialidad del lugar, ya que estaban presentes en cada estante.
"Buenas noches, bienvenidos a Pierre Hermé. ¿Qué les puedo ofrecer?" dijo la señora en un atropellado inglés al notar las vestimentas que no concordaban con la temporada veraniega de la ciudad.
La apariencia extranjera del grupo era evidente, tanto por su pálida piel como por los murmullos en inglés que intercambiaban las chicas.
La señora estaba emocionada de recibir personas de otras nacionalidades en su pequeño negocio. Tal vez era una señal para expandir su emprendimiento.
Ciara le sonrió y bajó la mirada al menú, tratando de descifrar los nombres en italiano de los postres. No sabía mucho del idioma, pero recordaba algunas clases que había tomado en su juventud.
"Un volcán de caramelo con un café americano, por favor", dijo, levantando la vista del menú grabado en una placa de vidrio.
La señora asintió y anotó en su libreta.
Lucien se acercó peligrosamente a Ciara con la excusa de leer el menú.
"Un frappuccino con un par de galletas de menta", murmuró, provocando que Ciara se alejara ligeramente mientras intentaba disimular su rubor.
"¿Cómo se llama este?", preguntó Eleonor, llamando la atención de todos.
Señalaba una tarta con varias capas de chocolate y una rosa en la cima que parecía demasiado real.
"Torta de crepes con una rosa comestible", explicó la señora.
Eleonor asintió y pidió el plato, acompañado de una cajita de leche chocolatada. Frank, al final, solo pidió un café amargo con maní salado.
La petición casi hizo reír a Eleonor y provocó una expresión de extrañeza en Ciara.
Lucien, por su parte, estaba parado, ajeno al resto.
Finalmente, todos decidieron esperar los postres en las mesas exteriores para disfrutar de la fresca brisa.
Desde allí, el sonido del mar se escuchaba a pocos metros y una tenue música de jazz flotaba por las calles del barrio. Tal vez algún grupo musical callejero estaba cerca.
El olor a sal y las risas escandalosas de Eleonor resultaban especialmente familiares para Ciara. No quería sobre analizar lo que sentía en su mente y corazón; solo deseaba dejarse llevar por la abrumadora calidez en su pecho.
Por una vez, se permitiría fluir sin intentar controlar la situación.
/al día siguiente/
"Creo que lo mejor es que dejemos el paseo a la playa para otro día", mencionó Frank con la mirada fija en el periódico.
Eleonor dejó de cortar su tocino al escuchar las palabras de Frank. Lucien también dejó de idolatrar a Ciara y frunció el ceño hacia su mejor amigo.
"¿Por qué lo dices? Ya lo planeamos todo ayer", preguntó Eleonor con confusión.
Frank dejó el periódico y se enderezó en la silla.
"No recordaba que el doctor llamó ayer por la mañana para confirmar su visita esta tarde", explicó con calma, cruzando los dedos sobre la mesa.
Lucien asintió sin decir palabra y continuó desayunando. Por otro lado, Eleonor bufó al ver arruinados sus planes.
"Para qué vendrá el doctor?", preguntó Ciara, recordándoles su presencia.