Blume

CAPITULO TREINTA Y TRES

NARRADOR OMNICIENTE

Los días posteriores a la llegada de Ciara y los Gulbrandsen, la mansión pareció otro lugar. Ya no se sentía tan silenciosa y austera. Por el contrario, reinaban las risas y la música por los pasillos.

En la gran cocina, se encontraban en medio de una amena charla: Ciara, Renata y Lilian, que había llegado esa misma mañana de Monte Carlo, luego de dejar la Casa playa en buenas manos.

"Y no has planeado salir este fin de semana a la ciudad? Conozco un par de restaurantes increíbles", le comentaba Renata, animada, mientras amasaba la masa para las tartas que hornearía.

Ciara lleva una uva a su boca y medita un poco la sugerencia de Renata. Llevaba una semana viviendo allí desde que llegaron de Monte Carlo, y aún no había salido de la fortaleza de los Gulbrandsen.

No es que se sintiera muy entusiasmada por hacerlo.

"Sería una buena idea, mi niña. Así sacas un rato a Lucien de su cueva y se distraen ambos", la alienta Lilian, y Renata a su lado le da la razón con un asentimiento.

Ciara mordió su labio inferior y miró hacia el pasillo que conducía al laboratorio subterráneo de Lucien.

No es como si no saliera a ver la luz del sol. Él, más que nadie, se esforzaba por pasar el mayor tiempo posible con ella. Aun así, últimamente lo había notado algo cansado; al parecer, se había estado escabullendo por las noches para seguir con su trabajo, pero ella se daba cuenta.

"Voy a ver qué puedo hacer", les respondió, dejando conforme a las dos mujeres.

La mañana transcurrió con calma.

Ciara salió de la cocina luego de dejar a Renata y Lilian a cargo de vigilar el horno.

Bajó las escaleras que se encontraban al final del pasillo.

Al llegar frente a la metálica puerta de acero reforzado, levantó su dedo índice y presionó el escáner a la derecha. Provocando un pitido, la puerta se abrió inmediatamente, dando paso a una sala completamente blanquecina, con mesones a los lados y todo tipo de máquinas e instrumentación de nombres desconocidos para ella. Su mirada escaneó el lugar hasta dar con cierta figura enfundada en una bata blanca y de espaldas a lo que parecía un pizarrón transparente.

Había distintos números y fórmulas que no le prestó mayor atención. Encaminandose con una sonrisa estampada en sus labios hacia él.

Lo abrazo por la espalda, Lucien no se sorprendió por la repentina acción, ya que desde el pasillo su monitor le había notificado que Ciara se dirigía al laboratorio.

"¿Estás ocupado?", preguntó ella. Lucien se dio la vuelta y sonrió al ver los brillantes ojos de Ciara.

"No mucho, ya casi termino. ¿Por qué? ¿Me necesitas para algo?", le preguntó, tomando sus mejillas y dejando un suave beso en la punta de su nariz.

Ella sonrió aún más y negó.

"No, es solo que te extrañaba".

El corazón de Lucien dio un vuelco, muy conocido para él. Con simples palabras, Ciara siempre lograba ponerlo nervioso.

"¿Ah, sí?", preguntó, tomándola por la cintura.

Ella soltó una risita y murmuró un sí.

"Pues, me complace decirte que el sentimiento es mutuo", se acercó a sus labios, tomándose el tiempo de saborear cada rincón de sus comisuras.

"Eleonor llamó hace un rato, quiere que la vayamos a ver a la floristería", le comentó ella al separarse por completo.

La sonrisa que abarcaba el rostro de Lucien se desvaneció un poco.

"Tengo que hacer un par de cosas más. ¿Qué tal si Hall te lleva hasta allá?" Se alejó para tomar una libreta y leer por encima la información anotada.

Ciara lo miró con una ceja elevada.

"Dijiste que ya casi terminabas", le reclamó, manteniendo su tono de voz neutro.

No quería discutir por algo tan superficial, pero Lucien se estaba empeñando en no querer salir de la mansión. Ella no es que estuviera loca por hacerlo, pero sí sabía que era bueno cambiar un poco de aires.

"No, pero dentro de una hora lo estaré", le dijo, sin levantar la mirada de la libreta.

Ella, indignada, dio un paso hacia adelante y le quitó el cuaderno.

"¿Sucede algo? Porque últimamente parece que le tienes fobia a salir de la mansion", lo miró preocupada.

"No es nada de eso, cariño. Solo he tenido algunos pendientes que debo resolver", le explicó con calma.

Ella volteó el rostro, haciendo una mueca. Esa misma expresión que siempre ponía cuando sabía que le mentían.

"No, no es eso. Tú mismo me dijiste que adelantaste trabajo en Monte Carlo para tener tiempo libre cuando llegáramos. ¿Por qué repentinamente estás al borde de obligaciones?", le reclamó. "Y no creas que no sé que te escabulles a mitad de la noche para venir aquí", lo señaló con el dedo índice, con claro enojo.

Su postura era a la defensiva, y Lucien se sintió contra la espada y la pared al verse acorralado de esta manera.

"Yo... no es nada de eso, bella. Estos días he estado ocupado en otras cosas", le dijo, algo cohibido.




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