Camino sobre este callejón obscuro, ya es muy común hacerlo a esta hora. Al principio siempre tenía miedo de hacerlo porque la obscuridad era mi mayor miedo. Después solo tuve que aguantarme, este era mi destino y no había nadie que me pudiera sacar de aquí.
Escucho sonar el reloj de la plaza.
Son las 12.
Espero no encontrar a nadie despierto, por eso es que me gusta llegar a estas tantas de la noche, aun con el miedo presente en mi sistema, solo que es más fuerte el miedo a recibir una paliza.
Escucho los pasos de alguien tras de mí. Camino más a prisa, falta muy poco para que este callejón termine, veo la luz cada vez más cerca y cuando al fin creo poder salir de aquí alguien me coloca una mano en mi boca.
Quiero gritar y que me ayuden.
De todos modos, nadie me escuchará.
Dejo que me lleven, quien quiera que esté haciendo esto por algo me ha escogido.
Mi cuerpo poco a poco va perdiendo la conciencia. Me dejo ir y no recuerdo más.
Sueños hermosos llegan a mi mente. Ya no hay obscuridad, solo luz.
Una estrella enorme en el firmamento resplandece todo mi alrededor.
—No temas, siempre estaré aquí. —No sé quién habla, tampoco tengo fuerzas para averiguarlo.
Soy cogido en sus brazos y me lleva como si fuera una ligera pluma.
—Despierta.
—No quiero, quiero quedarme aquí para siempre, no quiero volver a callejón obscuro.
—Despierta.
—He dicho que no.
—Que despiertes con un… —No escucho como termina la frase por el tremendo golpe que ha recibido mi mejilla.
—Me alegro que hayas abierto los ojos. —Trato de enfocar y ver de quien se trata.
—¿Quién eres tú?
—Solo soy tu padre.
No sé si lo que dice es broma o es verdad, de lo único que si puedo estar seguro es que me da miedo, tengo miedo de lo que pueda llegar a hacerme.
—Otra vez no. —Grito incorporándome en la cama.
Los sueños se mezclan con los recuerdo.
—¿Por qué tuviste que haberme encontrado? —Pregunto a la nada.
Toco mi cama y se encuentra tan vacía como siempre, tan vacía como mi vida. Lo único que puedo ver es el charco de sudor que se ha formado.
Cambio las sabanas de la cama, voy a darme una ducha de agua fría y regreso a la habitación, me recuesto en la cama sintiendo la suavidad de las sabanas limpias.
Miro al techo y recuerdo vienen otra vez.
¿Cuánto tiempo llevo aquí? ¿Cuánto tiempo he perdido revolcándome en mi propia compasión?
Cierro los ojos y puedo ver su rostro, su sonrisa, sus muecas cuando se enojaba, su expresión cuando sentía celos. Solo ahí en mi mente porque sé que la perdí en el momento que conté la verdad.
¿Por qué las cosas tienen que terminar así? No lo permitiré.
Aquel hombre fue el causante de mi desgracia en el pasado, solo que el ya no está. Ya no tengo a quien echarle la culpa, ahora mi vida ya me pertenece entonces la culpa es solo mía y yo decido que ¡basta!
Tengo que recuperarla.
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Sol
La soledad acoge mi alma, en estos momentos es mi única compañía; ¿irónico no? Hoy en esta noche estrellada mi nombre refleja exactamente lo que siento, Sol, soledad. Pareciera que mis padres me han puesto este nombre a propósito.
Durante muchos años disfrute de esta ansiada soledad, me encantaba encerrarme en mí sin molestar a nadie ni que me molestaran. Disfrutaba conociéndome; solo que la soledad de hoy es diferente, es una que no había experimentado, una en donde lo único que deseo es que vengan unos brazos a rodearme y decirme que todo estará bien, que nada de lo que siento en estos momentos puede ser tan malo si él está junto a mí y que haciendo honor a mi nombre brillara el Sol, un sol que apagara la obscuridad en la que me encuentro.
Esta noche estoy sola y por primera vez no quiero estarlo, añoro a alguien y no puedo tenerlo.
Observo el espacio en el que me encuentro, trato de desviar mis pensamientos a aquellos instantes en los que era feliz, dirijo mi vista al patio que es iluminado por las estrellas y la luna que ahora se encuentra en lo alto del firmamento, recuerdos de una infancia feliz, corriendo de aquí para allá mientras somos perseguidos por mi padre.
Una imagen se encuentra muy presente, mamá embarazada de Elián mientras Lucas y yo jugábamos a la pelota. Papá se integró nuestro juego cuando mi hermano me estaba ganando la partida; siempre fui la consentida de Elián Torres, y no permitía jamás que alguien la hiciera llorar. Escucho a mamá quejarse de dejarme llorar, obviamente hacia oídos sordos. Esa era mi familia, la familia que amaba a mi tierna edad. Cuanto deseo en esto momentos sentir aquel calor familiar.
Sentada en esta ventana mientras la melancolía me va invadiendo más y más, las lágrimas comienzan a brotar, mientras el cielo que antes se encontraba despejado ahora es obscurecido por unas nubes espesas, mismas que amenazan con una tormenta.
¿Cuánto tiempo llevo sentada aquí? Mirando a la nada por esta ventana veo como las gotas comienzan a caer de poco en poco, al principio de manera lenta para después convertirse en un gran aguacero. En otros tiempos hubiera corrido a mojarme, brincar sobre los charcos, dejar que la lluvia moje mi rostro y ser feliz. Pero hoy no puedo, no puedo; estas cuatro paredes se han vuelto mi prisión.
Un estruendo me saca de mis pensamientos y de forma abrupta me hace volver a la realidad. Volteo a ver hacia la puerta y me doy cuenta que el ruido no solo se debido a la tormenta, es también la puerta que fue cerrada con brusquedad y ahí entre las sombras lo veo, sé que es él porque incluso el aire se ha impregnado de esencia, mi respiración comienza a cambiar y algo dentro de mi revolotea; como alas de mariposa.