Brillará el sol

Un fin de semana

Regreso a casa ya casi al medio día.

Cientos de llamadas me hicieron volver pronto a la realidad, cuando lo único que yo deseaba era seguir en brazos de aquel hombre.

—Hija ¿Qué horas son estas de llegar? Si recuerdas que iríamos a la casa de campo ¿verdad?

La verdad es que hasta de eso me había olvidado, si no es por Fátima quien me hablo diciéndome que ya venía hacia la casa para irnos juntos en el jet no hubiera brincado de la cama como lo hice.

Se me había olvidado que era hoy.

Inmediatamente hable a la casa diciendo que estaba en casa de mi amiga y que llegaríamos juntos. Tuve que convencer de que me esperara en la entrada de esta para poder hacer nuestra presencia las dos juntas. Aceptó con la condición que le contara donde fue que pase la noche. Obviamente pensaba contarle, solamente a ella ya que esto es algo que deseo expresar en voz alta.

—Si lo sé, es solo que la noche se alargó, ¿no es así Fátima?

—Sí, si caro, la noche estuvo intensa, digo por el maratón de películas que vimos.

La escucho y me da risa que a mi edad tenga que estar usando a mi amiga para que me cubra.

No digo más, dejo a Fátima hablando con mis padres y corro dentro para poder preparar la maleta que llevare. Todo lo hago a la velocidad de la luz.

Diez minutos después me encuentro subiendo al jet que hará nuestro traslado mucho más rápido, digamos que en una hora estamos llegando cuando por carretera nos hacemos más de 5 horas.

Estoy acomodando mi cinturón y riéndome de las tonterías que mi amiga dice cuando un olor muy característico llega hasta mí, creo que estoy recordando lo de anoche y esta mañana todo comienza a volverse tan real que me da miedo. ¿Es posible oler algo que no tienes cerca? Por supuesto que no.

Y lo descubro cuando por la puerta entran mi hermano y su amigo.

Marcos.

¿Qué rayos hace aquí? No recuerdo que mencionara que el iría con nosotros.

Tengo que esconder mi rubor y vergüenza ante los demás, actuare tan normal como me sea posible.

—Hola hermanita, que milagro que te vemos por aquí, anoche no estuviste.

¿Por qué precisamente en este momento tiene que sacar a colación el tema?

Agacho un poco la cabeza imaginando la razón por la que no llegue, después lo más fría posible lo miro a los ojos.

—Tu eres el menos indicado para reclamar no llegar a casa, tu prácticamente ni te aparecer por la casa así que mejor ahí la dejamos renacuajo.

—Eh invítenos a su discusión —habla Daniel que no sé de donde salió, no había reparado en que toda la familia está aquí.

Mi mama viene por él y prácticamente lo amarra al asiento para que no se vuelva a levantar. Trato de no mirar hacia donde esta Marcos, solo nos saludamos con un asentimiento de cabeza, como si no nos conociéramos. Aunque todos sabemos que eso no es así.

Terminamos de acomodarnos y en menos de lo que nos imaginamos ya estamos aterrizando. Durante el viaje no pude hablar para nada con mi amiga, así que tocará esperar para que pueda escuchar su sabio consejo.

Llegamos hasta la casa y la observo desde fuera, siempre que vengo aquí es lo mismo, me da un deje de nostalgia el venir aquí; no conocemos realmente la historia de la familia de mi madre, solo sabemos que aquí vive la tía Lucia, alguien quien la han consumido los años, haciéndose cargo de esta casa. Cuando éramos más pequeños veníamos aquí casi cada fin de semana, después solo una vez al mes y ahora muy esporádicamente y bien planeado. El trabajo nos consume.

—Hola familia, me alegro que hayan llegado —Exclama mi tía saludando a todos con un beso en la mejilla.

—Pasen y acomódense que la comida ya está lista.

Cada uno toma la habitación designada, con el tiempo papá mando a construir la casa de modo que cada uno tuviera su propio espacio e incluso para los invitados que llegáramos a traer; como hoy que están Marcos y Fátima.

Hoy compartiré cuarto con mi amiga, ya que deseo contarle lo que ocurrió y que me aconseje lo que mejor puedo hacer.

Comemos todos en familia, todos ríen por algo que los gemelos han hecho, es increíble la pila de estos dos, pareciera que la energía nunca se les acaba. A quien creo que se le acabo la energía es a mi hermano Elián, quien parece muy concentrado en sus pensamientos mientras juguetea con la comida sin llegar a comérselo. De todos los hermanos puedo decir que es el más serio; si lo vieran pareciera que todo el tiempo anda molesto con su ceño fruncido. Pero así lo amamos.

Por ratos volteo a ver de reojo y el hace lo mismo, guardamos un secreto.

—Aún es temprano, les parece si nos damos un chapuzón en el rio. —Propone mamá.

—¡Genial! —Exclaman los gemelos, claro ellos felices dentro del agua.

—Cuidadito y hacen la travesura de la vez pasada porque entonces les daré unas buenas nalgadas —Habla la abuela quien es la única que puede poner en cintura a este par de diablillos.

Después de comer y organizarnos vamos a ponernos ropa cómoda.

Estoy amarrando las agujetas de mis zapatillas deportivas cuando la puerta es abierta.

—Déjame adivinar, se te olvido ponerte protector solar. —Le digo a Fátima, conociendo lo olvidadiza que es.

—Puedes ayudarme a ponerme un poco.

Escucho esa voz y dejo de lado mis agujetas, volteo a verlo y se ve hermosos sin su traje de ejecutivo, tan solo con una playera polo y unos jeans que lo hace ver más joven.

—Lo sé, lo sé parezco irresistible, pero cierra esa boquita antes de que se meta algún insecto.

No me había dado cuenta de lo embobada que estaba. Que oso estoy haciendo frente a este hombre.

—¿Qué haces aquí? —Pregunto para olvidar lo que ha dicho y mi reacción por supuesto.

—No aguantaba más, necesitaba esto. —Antes de que pueda reaccionar él se ha lanzado a besarme.

Me olvido del mundo, no importa si alguien entra por esa puerta y me encuentra en esta situación, en estos momentos nada de eso importa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.