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-----Narra Jia -----
Hoy es un día muy especial: mi hija cumple 8 años.
Hace nueve años, me enamoré del padre de Jazmín. Creí que era el hombre ideal, pero él solo era experto en mentir, engañar y traicionar a mujeres ingenuas como yo, que todavía creíamos en los cuentos de hadas.
—Mami, ¿en qué piensas? —Su vocecita me devuelve a la realidad.
—Pienso en ti, mi cielo, en lo maravillosa y extraordinaria que eres. Ya casi llegamos.
Trabajo como interna en la mansión de un ministro. Vivo en Xiamen, provincia de Fujian, China, en el distrito de Huli. Llevo tres años aquí como empleada doméstica, haciendo de todo un poco.
Mis patrones son buenas personas y siempre me han pagado puntualmente, lo que ya es una bendición, pues muchas de mis conocidas trabajan en condiciones deplorables, sin sueldo ni respeto, solo a cambio de comida y un techo.
Gracias a la recomendación de una amiga, conseguí este empleo. No es fácil, pero soporto lo que sea por darle a mi hija una vida digna.
Cuando llegamos a la mansión, como siempre, entramos en silencio por la puerta de servicio y nos dirigimos directo a nuestro cuarto. Nos tienen prohibido usar la entrada principal.
Hoy será un día peor de lo común. Hay visitas y, aunque era mi día libre, ya veo que tendré que trabajar.
Jazmín abre la puerta con el ceño fruncido. Está molesta. Seguro cree que olvidé su cumpleaños.
—Hija, ¿cómo te fue en el colegio?
—Bien… —responde seria y pensativa.
Me encanta verla así. Se le arruga la frente, su carita se pone roja y se ve adorable. Río, y ella me observa con indignación.
—¡Mami!, ¿de qué te ríes? —pregunta con los brazos cruzados.
—De ti. Te ves tan cómica cuando te enojas. —Le aprieto los cachetes con cariño—. Mi cielo, mira lo que te traje.
Saco de la pequeña nevera una cajita blanca con un lazo rojo.
—¡Feliz cumpleaños!
—¡Mami, muchas gracias! ¡Pensé que lo habías olvidado! Te amo, eres la mejor. ¡Es una torta de chocolate y fresas! —grita, dando saltos como una cabra loca.
Me abraza fuerte. La estrecho contra mí y beso su frente. Mi niña ha crecido tanto. Se me escapan unas lágrimas de felicidad.
—Lo sé, princesa, a mí también me encanta este pastel. Y mira, también tengo otro regalo para ti. Ábrelo.
—¡Me encanta! ¡Gracias, mami! ¡Ahora te amo mucho más! —dice con una sonrisa pícara.
—¿Ah, sí? ¿Solo porque te doy regalos? ¡Qué interesada! —Bromeo con una gran sonrisa.
Dentro de la cajita hay un collar en forma de corazón que se abre en dos mitades. En un lado tiene una foto mía y, en el otro, la de Jazmín. Es hermoso.
—¿Te lo pongo?
—¡Sí, mami!
Se lo coloco y le queda perfecto.
—Ahora vamos a cantar cumpleaños.
—¡¡Sí, mamita!!
Justo cuando estamos a punto de empezar, tocan a la puerta. Es mi jefa.
—Señora Li, dígame, ¿qué necesita?
—Mi esposo quiere hablar contigo. Ven conmigo.
—¿Podría esperar cinco minutos? Solo quiero cantarle el cumpleaños a mi hija. —Le dedico una sonrisa tímida.
—No. Es importante que vengas ahora.
Respiro hondo y bajo la cabeza en señal de respeto.
—Está bien.
Me duele el alma dejar a mi hija en su día especial, pero la necesidad me obliga a obedecer.
—Princesa, ya vuelvo. Perdóname por no cantarte ahora, pero debo cumplir con mis obligaciones. Te prometo que, en cuanto termine, regresamos y comemos todo el pastel, ¿sí? —Le doy un beso en la frente y un abrazo fuerte.
—Está bien, mamita, pero no te tardes mucho.
Le pido que se quede en la habitación y cierro la puerta. Mi corazón late con fuerza. Tengo un mal presentimiento. ¿Me despedirán?
Al llegar a la sala de estar, veo a tres hombres. Me acerco y, para mi horror, reconozco a uno de ellos: Oliver, el padre de mi hija.
Es un hombre alto y fornido, de ojos azules penetrantes y cabello castaño liso. Cuando me ve, arquea sus cejas gruesas y me recorre con la mirada. Su expresión es de puro odio.
El miedo me paraliza, pero debo ser fuerte por Jazmín.
—Hola, Jia. ¿Me recuerdas? Ha pasado tiempo… ¿Sabes por qué estoy aquí? Vengo por mi hija.
—¿Qué dijiste? —Exclamo llevándome las manos a la boca.
El pánico me invade. Mi corazón se acelera.
—¡Tú estás loco! —Le grito, con lágrimas en los ojos—. ¡Me abandonaste! ¡Me dejaste sola y embarazada! ¿Y ahora vienes a buscarla?
Oliver se cruza de brazos.
—No te estoy pidiendo permiso. El pasado ya no importa. Jazmín es mi hija y me la llevo. Además, nunca me dijiste que estabas embarazada. Me enteré gracias a mi padre.
Lanza unos papeles sobre la mesa.
—Hablé con un abogado y ya tengo la custodia. Aquí está la prueba.
Tomo los documentos con manos temblorosas. Es cierto. Ha comprado la custodia de mi hija.
—Seguro pagaste una fortuna. No puedes hacer esto, ella no lleva tu apellido.
Oliver sonríe con satisfacción.
—El dinero lo compra todo. ¿De verdad creíste que nunca sabría que tenía una hija?
Mis piernas flaquean. Me mareo. Sin mi hija, no soy nada.
—¿Qué pasa aquí, mamá?
Me giro y veo a Jazmín en la puerta. Sus ojitos están abiertos de par en par, asustada.
—No te preocupes, mi amor. Vuelve a tu cuarto.
La beso en la frente y le hago señas para que se retire.
—Así que no cooperarás… —murmura Oliver con frialdad—. Me la llevaré por las malas. ¡Llévense a la niña!
Dos hombres se acercan a Jazmín.
—¡No pueden hacer esto! ¡Oliver, por favor! —Suplico entre lágrimas, pero él se limita a sonreír y se aleja, dejando mi mundo en ruinas.
—¡Mamá, no me dejes ir! ¡Por favor, mamá! ¡¡AYÚDAME!! —grita Jazmín, forcejeando con los hombres.
Corro con todas mis fuerzas. No dejaré que me la arrebaten.
Estoy a un metro de alcanzarla cuando…
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lucha por sobrevivir, infancia dificil, conoceras el verdadero amor.
Editado: 22.05.2025