Buscando a mi madre

Capítulo 2: ¡No sé dónde estoy!

------Una semana después-----

-----Narra Jazmín-----

Intento abrir los ojos, pero todo mi cuerpo se siente pesado y débil. Está muy oscuro. No veo nada. Tuve un mal sueño… ¡qué horrible!

—¡Mamá! ¡Mami! ¡Mamá! —llamo en voz alta, pero nadie me responde.

Miro a mi alrededor para ver dónde estoy. ¿Será mi cuarto? Pero… ¿por qué está tan oscuro? No reconozco este lugar.

¡Oh, Dios mío! No fue un mal sueño… es verdad. Me alejaron de mi mamá. Mis ojos se llenan de lágrimas y los recuerdos vuelven a mi mente: aquellos hombres enormes como gigantes tomándome por la fuerza y subiéndome a un vehículo.

-----Recuerdo-----

Grito con todas mis fuerzas, pero nadie me ayuda. Empiezo a golpear con mis manos al hombre que está a mi lado y con los pies la puerta del vehículo. No quiero ir con ellos, pero soy solo una niña. Estoy sola, sin ayuda. Así no podré escapar.

—¡Déjenme bajar, por favor! —suplico.

El hombre me agarra las manos y las aprieta con fuerza. Me duele mucho. Luego me acuesta boca abajo sobre sus piernas, inmovilizándome. En un intento desesperado, lo muerdo con todas mis fuerzas en el muslo, pero no parece afectarle en lo más mínimo.

—¡Me duele! ¡Suéltame! —insisto, pero él no me escucha.

—Quédate quieta, niña —responde con frialdad.

No dejo de moverme ni de gritar que me suelten. Tal vez se equivocaron de persona… ¿Y si pensaron que mi mamá es rica y quieren pedir un rescate? ¿O quizás la señora Li me está castigando por algo que hice mal? Pero… no recuerdo haberme portado mal.

Mami me ayudará. Seguramente hablará con ellos y me dejarán ir… ¿Y si no?

—Por favor, Dios, ¡ayúdame! —suplico, desesperada.

El vehículo se detiene y por un momento me lleno de esperanza. ¿Dios me escuchó? ¿Me dejarán ir?

Las puertas se abren y un hombre entra. No logro ver su rostro. Me toma con brusquedad, me baja el pantalón y las bragas, y siento un pinchazo en la nalga.

—¡Ayuda! ¡Alguien que me ayude! —grito con todas mis fuerzas—. ¿Qué hacen? ¿Qué es esto? ¿Por qué lo hacen?

No me responden. No entiendo nada. Hoy es un día especial. Hoy cumplo 8 años. Solo quiero estar con mi mamá… ¿Por qué me separaron de ella?

—¿Qué me van a hacer? —pregunto con miedo.

¿Será que me quieren hacer daño? ¿Me robarán un órgano para venderlo? Una compañera del colegio dijo que hay niños que son secuestrados para eso… Ojalá ese no sea mi caso.

—¿A dónde me llevan? —lloro, esperando una respuesta.

Mi cabeza me duele cada vez más, mi cuerpo se debilita. No puedo resistirlo. Mis ojos comienzan a cerrarse y, aunque intento mantenerme despierta, ya no aguanto más…

-----Fin del recuerdo-----

Eso es todo lo que recuerdo.

Todavía no entiendo… ¿Qué hago aquí? ¿Por qué me trajeron a este lugar? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que me subieron a ese vehículo?

Mis labios están secos, mi estómago gruñe. Me siento débil.

Toco mi cuerpo con cuidado para ver si tengo alguna herida, pero no siento nada extraño. Me doy cuenta de que ya no llevo mi uniforme de educación física. Ahora tengo puesta una especie de pijama, aunque no puedo verla bien por la falta de luz.

Siento algo en mi mano. Es un cable… ¿Me lo arranco? Es largo… ¿Qué será? Mejor no hago nada, podría lastimarme.

Escucho voces acercándose. Vienen hacia acá. ¿Qué me van a hacer? ¡Tengo miedo! No puedo evitar llorar. ¡Quiero a mi mamá!

Los pasos se detienen justo frente a la puerta. Veo sombras bajo la rendija.

¿Qué hago?

Mejor me escondo debajo de las sábanas y finjo que sigo dormida.

—Señor Oliver, no se inquiete. La dosis que le inyecté para mantenerla dormida no fue tan fuerte. Seguramente ya está por despertar —dice una voz desconocida.

—Más te vale que así sea. Si le pasa algo, tú serás el único responsable. ¡Ya lleva una semana dormida! ¿Cómo es posible? —gruñe otro hombre con furia.

¡¿Una semana dormida?!

Hago cuentas con los dedos… Hoy es 22 de diciembre. ¡Llevo muchos días durmiendo!

¿Dónde estará mi mamá?

¿Y ese hombre? ¿Por qué está tan molesto? ¿Por qué quiere que despierte? ¿Qué es lo que quiere de mí?

—Señor Oliver, no tiene de qué preocuparse. He estado monitoreando sus signos vitales y la niña está bien. No solo fue el sedante, sino también el agotamiento del largo viaje en avión —explica el otro hombre.

¿Viaje en avión? ¿A dónde me trajeron?

—Espero que sea verdad lo que dices —responde el hombre con tono amenazante—. ¿Qué estás esperando para abrir la puerta? —grita.

Intento calmarme, pero el miedo me consume. Me escondo aún más bajo las sábanas, temblando.

La puerta se abre. Ahora hay más luz.

—Hola, princesa. Te escuché llorar. No tengas miedo. ¿Puedo hablar contigo? —dice el hombre con voz melosa.

Siento su presencia acercándose. Me quedo inmóvil, escondida bajo las sábanas.

—No quiero hablar con usted. ¡Váyase! Me da miedo —digo con voz temblorosa.

—No seas así, mi niña. Vamos a hablar, no me tengas miedo —insiste y me toca la pierna descubierta.

Mi piel se eriza de terror. Empiezo a gritar con todas mis fuerzas.

—¡Mami! ¡Mamá! ¡Auxilio! ¡Alguien, ayúdeme!

Me giro y meto la cabeza debajo de la almohada, llorando desconsoladamente.

Después de varios minutos gritando, mis fuerzas se agotan. Pero ellos siguen aquí.

—Señor Oliver, déjeme a solas con la niña, por favor. Necesito revisarla física y mentalmente. Será mejor que ella se tranquilice antes de hablar con usted —dice otra voz, más serena.

Silencio.

Pasan unos minutos antes de que Oliver responda:

—Está bien. Me voy, pero esperaré afuera.

La puerta se cierra.

Respiro profundo, tratando de calmarme, pero sigo sollozando.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.