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------Una semana antes-----
------Narra Mulan------
Vaya odisea he tenido que superar en estos dos últimos días. Mi padre, Zhou Zhang, y el señor Oliver finalmente acordaron que mi partida de China debía ser lo más pronta posible, en cumplimiento del contrato.
Salir de Ningbo rumbo al Aeropuerto Internacional de Shanghái Pudong no resultó sencillo. Implicó una carrera contrarreloj para organizar el apartamento, empacar mis pertenencias y guardarlas en cajas. ¿Acaso albergaba la ingenua esperanza de regresar algún día? ¡Qué absurdo pensamiento! Hubiera sido más sensato donar todas mis cosas a una iglesia, para que personas con necesidades reales pudieran disfrutarlas.
Seguramente mi madre arrojará todo a la basura sin el menor remordimiento. Al fin y al cabo, mis cosas nunca le han importado, y mucho menos la idea de ayudar a otros.
Llevo aproximadamente tres horas de viaje en tren y estoy a punto de descender. Me encuentro en la estación del aeropuerto Shanghai Pudong. Dentro de una hora, abordaré un avión por primera vez en mi vida. La idea me genera una mezcla de nerviosismo y agotamiento extremo. Para colmo, el destino es Estados Unidos, aunque desconozco el estado exacto al que me dirijo. Me han contado que el trayecto aéreo dura alrededor de catorce interminables horas. El miedo me atenaza el pecho.
Casi corriendo, arrastro los dos bolsos de mano que logré traer conmigo. Este aeropuerto es un laberinto inmenso. Finalmente, consigo pasar los controles de seguridad y llego a la puerta de embarque indicada. Entrego mi billete y muestro mi pasaporte con manos temblorosas.
¡Oh, Dios mío! ¡Llegué tarde! No hay nadie más haciendo fila. ¿Acaso el avión ya partió? Mi padre, ahora sí, me despellejará vivo.
—Señorita, todo está en orden. Dese prisa, la están esperando —dice la auxiliar de vuelo, devolviéndome el pasaporte con una sonrisa que no alcanza sus ojos.
Ingreso al avión y busco mi asiento asignado. ¿Pueden creerlo? Es mi primer vuelo, y para ser sincera, mi salud está dejando mucho que desear. Una sensación de mareo persistente y náuseas me embarga. Por fin localizo mi asiento en la espaciosa clase ejecutiva. Para completar este cuadro surrealista, me encuentro completamente sola en esta cabina. ¿Dónde estarán los demás pasajeros?
Acomodo mis dos bolsos en el compartimento superior con un suspiro. Solo traje lo estrictamente necesario, puras pertenencias personales. El señor Oliver me aseguró que, al llegar, me compraría todo lo indispensable para vivir y trabajar en su casa, al cuidado de su hija.
Agacho la cabeza para descalzarme, liberando mis pies de los incómodos tacones, y en ese preciso instante, una voz ronca y claramente molesta se dirige a mí, haciéndome pegar un respingo por el repentino susto.
—Señorita Mulan, ¿por qué llega a esta hora? —interroga el señor Oliver, con el ceño fruncido como una tormenta inminente.
—Ay, señor Oliver, mil disculpas… —contesto tartamudeando, con una mano instintivamente presionando mi pecho por el sobresalto.
—Espero que su impuntualidad no sea una constante en todo lo demás.
—Le prometo que no volverá a suceder, nuevamente mil disculpas —garantizo, levantando la mirada hacia su rostro severo.
—Espero que tenga un feliz viaje —concluye, esbozando una sonrisa forzada y unilateral que no inspira precisamente confianza.
De verdad que este hombre es un enigma, su humor parece fluctuar como las mareas.
Termino de quitarme los tacones y los guardo cuidadosamente en mi bolso. Siento el suelo frío bajo mis pies descalzos. Busco en mi bolso unas medias cálidas, acomodo el bolso debajo del asiento para tener más espacio, luego cierro los ojos, intentando relajarme. Escucho la voz del capitán dando la bienvenida a los pasajeros y recitando toda esa letanía de información que leí en internet para estar preparada para mi primer vuelo, pero en este momento, mi mente es un torbellino de nervios.
Siento que el mundo a mi alrededor comienza a girar. Trato de respirar profundamente, pero mis nervios son traicioneros, aprisionando mi aliento. La voz suave de una mujer me saca de mi momento de meditación.
—Por favor, abróchense el cinturón de seguridad, no olviden mantener el respaldo de su asiento en posición vertical y su mesita debe permanecer plegada. También les recordamos que está estrictamente prohibido fumar a bordo. Gracias por su atención y les deseamos un feliz vuelo —finalizó la azafata con una sonrisa profesional. Apenas logré captar las últimas palabras, una punzada de soledad me invadió.
Sola y con la cabeza dando vueltas, la náusea revolviéndome el estómago… ¿A quién podría pedir ayuda en este trance?
Me abroché el cinturón con manos temblorosas, intentando serenar el caos interno. Sentí el suave empujón del avión al iniciar su ascenso, dejando atrás la seguridad de la tierra firme. Una oleada de sensaciones contradictorias me asaltó: ganas de gritar, de vomitar, un nudo helado apretándome la boca del estómago.
Luché por llenar mis pulmones de aire, inhalando y exhalando profundamente, contando mentalmente hasta diez. Poco a poco, la cordura regresó, permitiéndome recuperar el control de mi cuerpo, aunque la sensación de vacío persistía.
Pero la soledad era un manto pesado cubriendo mi alma. Era la primera vez que abandonaba mi país natal, y las emociones danzaban al rojo vivo en mi interior. Sentía mi pequeño corazón hecho trizas, constatando la rapidez con la que la vida podía dar un vuelco inesperado.
A pesar de la tristeza, una pequeña chispa de curiosidad se encendía en mi interior. Por fin conocería un lugar nuevo, una cultura diferente, aunque la incertidumbre y el miedo seguían acechándome como sombras.
Había firmado un contrato con el señor Oliver, un pacto que me arrancaba de mi tierra. Dudaba si esta decisión me traería buenos frutos, pero una certeza brillaba en mi mente: el pasado era inalterable, y el futuro aún era un lienzo en blanco. Solo existía este instante presente, el ahora en el que debía vivir plenamente. Así que debía seguir adelante, sin importar los obstáculos, enfrentando con valentía lo que el destino o la vida me depararan.
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lucha por sobrevivir, infancia dificil, conoceras el verdadero amor.
Editado: 22.05.2025