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-----Narra Mulan-----
—Hola, ¿cómo estás? Mi nombre es Mulan, ¿qué idioma hablas? Es que no entiendo lo que dices —le pregunté en inglés, con una mezcla de curiosidad y desconcierto.
Mientras aguardaba su respuesta, no pude evitar detenerme en su atractivo físico. Era un hombre de una belleza singular: piel nívea, cabello y ojos de un negro profundo que contrastaban de manera fascinante. Alto, de complexión atlética y rostro lampiño, este hombre… este hombre me resultaba increíblemente atractivo. ¡Mejor disimular mi evidente embelesamiento antes de que se percatara de mi embobada admiración!
—Ton nom signifie que tu es une très belle femme, tu es ma moitié. Je n'ai aucun doute là-dessus (1) —articuló con una sonrisa enigmática el que ahora mentalmente apodaba "el turrón de leche", aunque sus palabras eran completamente incomprensibles para mí.
—¡Ay! ¡Ya sé! Voy a buscar el traductor en mi teléfono —exclamé en voz alta, con una sonrisa pícara, tratando de discernir si se estaba burlando de mi ignorancia y tomándome por tonta.
—¡¡Oye!! No es necesario —respondió con una voz cálida y una sonrisa tierna que logró derretir cualquier resquicio de suspicacia en mi interior—. Mi nombre es Jun Wu. Es un placer conocer a una mujer tan bella como tú.
—¿Eres tú la mujer que va a cuidar a Jazmín? —preguntó, con una expresión de ligero desconcierto.
—Sí, la misma que viste y calza —expresé con un tono juguetón, acariciando un mechón de mi cabello y dedicándole una mirada coqueta—. ¿Y tú quién eres? ¿Eres acaso escolta del señor Oliver?
—No, princesa. Soy el nuevo médico de la familia Smith.
Así que todo había sido una pequeña broma. No valía la pena insistir en el tema del idioma, aunque seguía intrigándome su elección inicial. Sin embargo, en ese preciso instante, una necesidad mucho más apremiante reclamaba mi atención. ¡El baño! Ya no podía aguantar más. Debía aprovechar esta inesperada interacción.
—Señor Jun, me gustaría preguntarle si… ¿sería tan amable de indicarme dónde se encuentra el baño? Disculpe la molestia, pero es que desde hace un buen rato he estado conteniéndome, y me da un poco de apuro ir sola, ya que es mi primera vez en un avión. Además, no me estoy sintiendo del todo bien. Y me gustaría… —dije en un susurro avergonzado, sintiendo cómo mis mejillas y orejas adquirían un tono carmesí.
—Por favor, dígame, ¿cuáles son los síntomas que presenta? —intervino el doctor Jun, su rostro bello ahora marcado por la preocupación—. Iré por mi maletín para tomarle la presión. Vuelvo en un instante.
—¡No vaya! —balbuceé con la mirada clavada en el suelo—. Señor Jun, por el momento, necesito urgentemente ir al baño, por favor —le rogué con una mirada llena de vergüenza.
—Món âme sœur (2), con gusto te muestro dónde está el baño. Pero por favor, no me vuelvas a decir señor, tutéame.
—Señor Jun, creo que no sería apropiado tutearnos, ya que seremos colegas y eso no estaría bien visto por el señor Oliver, discúlpeme, ¿sí?
—Entonces tendrás que hacerte pis encima, porque yo no soy tan mayor como para que me digas señor, y por decirme señor no te voy a llevar al baño —replicó el turrón, cruzando los brazos sobre el pecho con una expresión obstinada.
Este hombre de verdad que me encantaba, su actitud me resultaba tan… intrigante. Se me hacía agua la boca, aunque sabía que cualquier acercamiento más allá de lo estrictamente laboral era impensable.
—Pero no se moleste. Lo voy a intentar. Jun, ¿puedes indicarme dónde está el baño, por favor? —dije con un ligero tono de irritación que intenté disimular con una media sonrisa. Luego le guiñé un ojo con picardía, desabroché mi cinturón de seguridad, me puse los zapatos rápidamente y me levanté. Sin embargo, al ponerme de pie, una oleada de mareo me asaltó, y por poco no caí encima del "turrón de leche".
—¿Estás bien? —preguntó, mirándome con genuina preocupación.
—Sí, mi… Disculpa, todo bien, el mareo fue momentáneo, gracias —casi se me escapa llamarlo "mi turrón". ¡Ay, Dios! ¡Qué vergüenza! Afortunadamente, no pareció notar nada extraño.
Él extendió su mano para ofrecerme apoyo, pero instintivamente la rechacé. Con la mirada ligeramente baja y un atisbo de tristeza en sus ojos oscuros, me indicó que lo siguiera. Caminamos juntos por el estrecho pasillo en dirección al baño.
—Mulan, este es el baño. Adelante, cualquier cosa, pega un grito —me indicó Jun con una sonrisa tranquilizadora.
—Mil gracias, señor Jun. Disculpa… Jun —corregí, sintiendo un ligero rubor en mis mejillas.
Después de entrar al baño y atender mis necesidades, salí sintiéndome mucho más aliviada y le di las gracias nuevamente.
—Mulan, ¿te gustaría sentarte conmigo y con Jazmín? —preguntó, rascándose la nuca con un gesto que denotaba una mezcla de timidez y esperanza. No podía creer mi suerte. La perspectiva de pasar catorce largas horas en una cabina sin nadie con quien conversar me resultaba desalentadora. La idea de estar con Jun y conocer de una vez a la pequeña señorita Jazmín me pareció una bendición inesperada.
—Me encantaría estar con ustedes, muchas gracias —respondí con una sonrisa sincera y amigable.
Juntos nos dirigimos a la cabina que me habían asignado inicialmente. Busqué mi asiento y luego tomé mis pertenencias personales, sacando mis dos bolsos del compartimento de equipaje, que era todo mi equipaje para esta nueva vida.
—Déjame ayudarte con esto, por favor —se ofreció Jun amablemente, tomando los bolsos y colocándolos sobre sus hombros con facilidad.
—Gracias —le respondí con una sonrisa agradecida.
Nos dirigimos a la cabina donde él se encontraba. Al llegar, divisé a una niña pequeña sentada junto a la ventana, y supe instintivamente que era la señorita Jazmín.
—Supongo que aún no conoces a Jazmín, ¿verdad? Ella es la niña a la que vas a cuidar —me presentó Jun con suavidad.
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lucha por sobrevivir, infancia dificil, conoceras el verdadero amor.
Editado: 22.05.2025