Buscando a mi madre

Capítulo 12: Visita al mar.

**********

—Tiempo que no te portabas tan grosera. ¿Qué te pasa? ¿Quieres que llame a Jun? —pregunta Oliver con una voz tan agria como el vinagre, cruzando los brazos con el ceño fruncido.

—¿Y para qué lo vas a llamar? ¿Para drogarme como siempre lo hacen? Ese tranquilizante que me dan… es una droga, ¿o no? —respondo, mirando directamente a sus ojos, sin miedo, solo con rabia.

Oliver suspira. Su mirada se desvía al suelo, como si ese mosaico blanco le fuera más fácil de enfrentar que a mí.

—No pienses así. Todos nosotros queremos lo mejor para ti… no nos gusta verte sufrir —dice con la voz baja, casi como un susurro que se va deshaciendo en el aire.

—Sí, claro… está bien pues, te creo —contesto con sarcasmo, girando los ojos, con ese tono de fastidio que se me ha vuelto rutina.

Él sale de la habitación. Deja la puerta abierta, como si esperara que yo diera el primer paso. Pero no. No tengo fuerzas. Me hundo un poco más en las sábanas.

Minutos después, regresa. Tiene algo entre las manos. Lo carga como si fuera un tesoro.

—Princesa… mira lo que te traje —dice, con una sonrisa forzada que intenta ser amable—. Es una computadora. Te va a ayudar a aprender nuestro idioma más fácilmente.

—No quiero tu regalo. Solo quiero que se vayan de mi habitación —digo con frialdad. Estoy cansada, rota por dentro, y lo único que quiero es silencio.

—Ay, no, Jazmín, contigo no se puede… —se queja Oliver, sacudiendo la cabeza—. ¿Sabes? Tener una computadora también te puede ayudar a comunicarte con personas de fuera.

Esa última parte... despierta algo en mí. Un destello, una chispa que no sentía desde hace tiempo.

—¿Jajajaja, es en serio? ¿O me estás jugando una broma? —pregunto, con una ceja alzada y un brillo nuevo en los ojos.

—Sí, mi niña. En ella puedes contactar con personas en cualquier parte del mundo —responde Mulan con dulzura, haciendo un gesto con la cabeza para que acepte el regalo.

—¿De verdad? —salto de la cama y le arranco la caja de las manos, como si en ella estuviera la llave a todo lo que me hace falta.

—Si es así, sí lo recibo. Muchas gracias, señor Oliver —digo, acariciando la caja y colocándola con cuidado en mi mesa de noche, como si fuera un trofeo.

Oliver sonríe de verdad por primera vez en días. Se nota que le alegra haber acertado.

—Jazmín, un momento. Primero debes desayunar —interviene Mulan, tomándome con suavidad del brazo.

No discuto. Como un poco, lo suficiente. Últimamente no me entra la comida, y mucho menos esa que no tiene el sabor de mi tierra. Extraño el sazón de mi mamá… ese que sabía a hogar.

Después, encendemos la computadora. Nos conectamos al internet de la casa. Mulan me crea un correo, y juntas exploramos ese mundo invisible pero esperanzador que habita dentro de una pantalla.

Ese día no estudiamos inglés. Nos pasamos la tarde navegando. Riendo. Compartiendo silencios cómodos. Le he tomado tanto cariño a Mulan… aunque no sé si ella me quiere igual. Sé que es su trabajo, pero a veces desearía que no lo fuera. Que simplemente me quisiera porque sí.

Pasaron algunos días, y una tarde, al revisar el correo, llegó un mensaje inesperado. Todo en inglés, lo cual me emociona. Me gusta practicar. Me esfuerzo.

Mulan y yo lo leemos juntas: es de un colegio. ¡Un colegio de verdad!

Por primera vez en mucho tiempo, me siento un poco orgullosa. Ya no estoy tan perdida en este idioma. Puedo entender conversaciones, saludar, contar, nombrar colores, días, meses… Aún tropiezo con la pronunciación, pero eso se mejora.

Veo películas en inglés. Me encantan las de Disney. Me ayudan a aprender… pero sobre todo, me hacen soñar. Soñar que un día, tal vez, pueda volver a casa… y contarle todo esto a mamá.

Tocan la puerta, pero entran sin esperar a que les diga que pueden pasar. ¿Será que aquí nadie respeta mi privacidad? Son la señora Emily y Oliver. Apenas los veo, me entra una mezcla de curiosidad y fastidio. ¿Ahora qué querrán?

—Hola, ¿cómo estás, mi niña? —pregunta Emily con una sonrisa dulce, de esas que no sabes si son genuinas o solo una máscara.

—Hola —respondo con voz plana, sin emoción.

—Mulan, puedes retirarte. Necesitamos hablar algo con Jazmín a solas —ordena Oliver, con ese tono que usa para sentirse poderoso.

—Sí, claro. Me voy, con permiso —dice Mulan antes de salir. Me da una mirada cómplice, como diciendo “todo estará bien”, y luego se va.

Emily y Oliver se sientan como si fueran los dueños del lugar. Bueno, técnicamente lo son… pero igual me molesta.

—Mi niña, te tenemos una sorpresa. A partir de enero vas a empezar a estudiar. ¿Qué te parece? —dice Emily con entusiasmo. Su voz parece salida de una película de princesas. Es como una Barbie viviente.

—Bien —respondo sin mucho interés. Ya sabía lo del colegio, había leído el correo días antes. Me dijeron que me harán una prueba para ver en qué grado me colocan. Así que esto no es sorpresa.

—¿Solo “bien”? Vamos, al menos regálame un abrazo —dice ella, abriendo los brazos.

Dudo unos segundos, pero algo dentro de mí —algo cálido— me empuja a acercarme. La abrazo.

Y en ese momento, su perfume y la forma en que me rodea con los brazos me hace recordar a mamá.

Ese tipo de recuerdos duelen… pero también me reconfortan. Como si por un segundo, muy pequeño, no estuviera sola.

—¿Te gustaría tener un día conmigo? Un día de mujeres. Tú y yo, a solas. ¿Te parece?

—Sí… me encantaría. Muchas gracias —respondo bajito, casi sorprendida por mis propias palabras.

—¿Y a dónde te gustaría ir?

—A la playa… me encantaría volver a verla —contesto sin pensar, con el corazón.

—¡Perfecto! Entonces mañana vamos a la playa —dice ella con una sonrisa que por fin creo real.

—Gracias —le digo, y esta vez la abrazo sin que me lo pida. Me nace. Tal vez… sí puedo darle una oportunidad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.