Buscando a mi madre

Capítulo 60: ¿Qué haces tú aquí?

Ha pasado muchas horas y Jazmín todavía sigue caminando, ella está agotada, sedienta, hambrienta, no puede ver bien porque todo está muy oscuro, a lo lejos observa un letrero muy grande, no entiende el idioma, ella se acerca más al letrero y desde allí ve un pueblo fantasma, ella no logra observar a nadie en las calles polvorientas.

Va directo al pueblo de Hajratan, el bastoncito improvisado con la rama le ha ayudado en todo el camino, está feliz y contenta de por fin salir de ese monte.

—¡Gracias Dios! —Exclama ella con una sonrisa.

—Gracias a ti, salí de ese país, ¡lo logré! —Grita ella con alegría, mirando al cielo, la hermosa joven piensa que está en Uzbekistán, pero la realidad es otra.

—Todo lo que he vivido el día de hoy, debo contarlo en una entrevista con CNN. Pediré prestado un teléfono y llamaré a mi secretario Samuel y a Isabella, seguro ellos me ayudan a encontrar vuelo para hoy mismo. —Dice ella entrando al pequeño pueblo, una brisa muy fría levanta el polvo, ella se tapa la cara con su brazo.

—¡Necesito un médico! —Comenta ella para si misma, ella continúa en el camino arenoso y polvoriento.

—¿Por qué este lugar está tan oscuro? —Se pregunta ella con molestia al tropezar con rocas. —¿Estarán dormidos?

A lo lejos ve una sombra acercarse a donde está ella, es una persona que viene en un burro con mucha carga, ella lo llama, pero el señor la ignora y sigue su camino por la carretera de tierra.

—Necesito un teléfono, ¡ayúdeme, por favor! —Dice Jazmín corriendo atrás del hombre, este está vestido con un sombrero redondeado de lana, un turbante y el champán. El afgano la mira con odio, luego voltea su mirada y sigue su camino.

Jazmín a una distancia prudencial sigue al señor y a su burro, de pronto escucha un sonido muy fuerte como el de una trompeta, ella se lanza al suelo y se arrodilla, la herida en la rodilla le arde. Después de tres minutos con mucha dificultad, se levanta del suelo y ve varios faros encendidos, también hay muchos niños formando fila. Las niñas están junto a una mujer cubierta por una gran túnica de cuello alto y mangas largas, una pañoleta cubre su cabeza, lleva a las niñas a una casa de tablas. Jazmín con miedo se acerca a unas mujeres.

—¡Por favor, ayúdenme! —Exclama ella, sin embargo, ninguna de las mujeres le contesta, la ven como un bicho raro.

—Esta gente no me entiende, ¿qué estarán haciendo a esta hora despiertos? —Habla Jazmín en voz alta, mientras ve a los niños entrenando— ¡No puede ser! Todavía estoy en Afganistán.

Ella coloca sus manos en el bastón improvisado y agacha su cabeza a sus manos, no puede creer que al final tanto huir y no sirvió de nada, sigue en el país que tanto miedo le da. En ese instante viene un auto rústico con varios militares y casi la arrollan, una mano muy fuerte la jala hacia dentro de una casa y la acorrala en la puerta, ambos se miran, Jazmín lo hace con felicidad, mientras él la ve con rabia.

—¿Qué haces tú aquí? Pensé que habías cruzado el puente de la amistad hacia Uzbekistán. —Pregunta el capitán molesto al ver a la mujer enfrente de él.

—¿Me podrías soltar? ¡Me estás lastimando! —Le dice Jazmín al capitán, él le suelta la mano y la sigue viendo de arriba abajo. —¿Por qué me ves tanto?, no me digas que te gusto. —Le dice con una sonrisa Jazmín.

—Si eres ridícula, dime ¿qué haces aquí? —Pregunta acercándose a su rostro.

—Es que supuse que me estabas mintiendo y en vez de cruzar el puente, cruce una valla y varios soldados me persiguieron. Trataron de matarme. —Habla Jazmín pausadamente y usando su voz dulce y suave.

—¡Qué tonta eres!, te dije por donde ir y no me hiciste caso y ahora el coronel va directo a la frontera con sus militares, ya no puedes salir por hay. —Informa Alam, mientras se aleja un poco de ella.

—¡Por favor ayúdame! —Implora Jazmín, juntando sus manos en frente de ella.

—Ya lo hice y no me hiciste caso. —Comenta el capitán, molesto, cruza sus brazos.

—No pienso darte una disculpa, es normal que yo desconfíe de ti, eres un afgano y todos ustedes son mentirosos y traicioneros, yo pensé que me engañabas. —Habla con dureza Jazmín.

—¡Oye!, tienes algo contra mi país, no olvides que estás aquí y puedo hacer contigo lo que me plazca. —Enojado con la voz ronca habla el capitán, él se acerca a ella y la acorrala en la puerta.

—Bueno, bueno, está bien, es solo que todos hablan mal de este país y yo pensé… —Tartamudea ella, al ver la cercanía del hombre ella coloca su mano en el pecho de él apartándolo un poco.

—Ok, entendí. Veo que estás lastimada, ven por aquí. —La interrumpe él dando un gran suspiro, Alam camina hacia una habitación, ella encantada por todo lo que observa en este lugar, lo sigue sin temor alguno.

—Gracias. —Murmura, bajando su cabeza, se siente un poco mal, por no haber confiado en él, si lo hubiera hecho estuviera en Uzbekistán.

Ellos pasan a la pequeña habitación, la casa está construida de barro y madera, es pequeña y muy calurosa porque el techo está cubierto de láminas de zinc.

—¡Qué casa tan bonita! —Comenta Jazmín en voz baja.

—¿Te burlas de mí?

—No, de verdad está muy bien organizado todo. —Añade ella con una sonrisa tímida—. ¿Y eso es un misil? ¿Qué hace hay? —Pregunta asombrada, sus ojos han crecido casi igual que el lémur.

—Tranquila, esa y las demás están desactivadas. —Dice Alam con calma.

—¿Hay más? —Cuestiona ella con miedo.

—Sí, las casas de nuestro país están hechas con misiles abandonados por la Unión Soviética. Tranquila, yo soy experto en desactivar misiles y en este pueblo todos los misiles no son un peligro.

—¡Qué locura! Espero y no pase como lo de la mina, dijiste que eras experto y caíste en una, jajaja.

—Ven, siéntate y cierra esa boquita. —Habla con seriedad Alam mientras le muestra una silla dentro de la habitación. —¡Jamil!, —grita el capitán en mandarín, la mujer lo entiende.




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