Buscando un novio para Navidad

Capítulo uno

Hannah

—Adiós, abuela, te amo.

Cuelgo la llamada sin esperar su respuesta. Suspiro, dejando el teléfono de lado. Miro mi último diseño en la libreta; se supone que estaba dibujando el vestido que voy a utilizar en mi cumpleaños el próximo mes. Pero la llamada de la abuela me interrumpió, y la fallida conversación me dejó sin inspiración.

Levanto la cabeza al sentir entrar a alguien atravesar la puerta de mi oficina, la melena rebelde de Clare, mi asistente, es lo primero que noto. Atraviesa mi oficina con una gran sonrisa y su tableta en la mano.

—Ya hice todo lo que me indicó, jefa —dice, tras detenerse frente a mi escritorio—. ¿Desea algo más?

—No, Clare. Puedes tomarte el resto de la tarde y llegar a casa temprano.

—¿Y dejarla aquí sola? —Hace un pequeño puchero como una niña pequeña.

—¿Es que acaso no te gusta pasar tiempo fuera del trabajo, Clare? —Cierro la libreta, no creo poder terminar este diseño, al menos no hoy.

—No tengo nada interesante que hacer en casa; además, me gusta lo que hago y trabajar para usted.

Suspiro resignada, nunca he podido lograr que salga antes o que tenga algún día libre. Clare está incluso más obsesionada con su trabajo que yo, y eso es mucho. Si ella no se quiere ir, no habrá manera de que yo la convenza, lo único que puedo hacer es darle más trabajo para que se sienta satisfecha.

—Entonces ayúdame a organizar todo para mis vacaciones, serán en dos semanas y necesito dejar todo listo para que no ocurra ningún accidente o me interrumpan en mi descanso.

—Sí, jefa. —Hace el saludo militar y luego se sienta en la silla que tengo delante del escritorio—. ¿Qué quiere que haga?

—Quiero el panel visual de la próxima colección, en dos días voy a presentarle al equipo el concepto y es lo único que me hace falta. También, debe ir a buscar unas telas que solicité en el departamento de diseño.

Trabajamos en silencio. Clare puede hacerlo desde su escritorio fuera de mi oficina, pero desde que se sintió en confianza conmigo no se despega de mi lado. Incluso tuve que pedir un escritorio más grande porque ella no quiso que entren el suyo, dijo que mi oficina no está diseñada para tener dos escritorios dentro. Solo me deja sola cuando estoy realizando algún boceto.

—Jefa, acaba de recibir un correo de una cliente.

Me froto la nuca intentando aliviar la tensión que tengo en esa zona, siempre que estoy estresada me duele junto con los hombros. Este mes en general es uno de los más estresantes del año. Ya que como tengo la costumbre de irme durante todo el mes de diciembre a casa de mis padres, debo hacer por adelantado el trabajo y dejar todo listo para que no haya ningún contratiempo en mi ausencia.

—No estoy haciendo trabajos personalizados —contesto, sin levantar la cabeza de mi ordenador.

—Si lo sé, pero es la señora Bernard.

—¿Qué pasa con ella?

—Tengo una semana explicándole que usted no tiene espacio para hacerle alguna prenda y, le he recomendado algunos de los diseñadores junior, pero es muy insistente y dice que se niega a trabajar con una persona que no sea la directora creativa —explica, mientras juguetea con el lápiz digital entre sus dedos.

—¿Qué es lo que pide? —pregunto.

—Un vestido de invierno que sea extremadamente elegante e impactante. —Hace comillas con los dedos y rueda los ojos—. No pidió ningún detalle en específico, solo eso.

—Busca entre mis diseños descartados de las colecciones de invierno y llévalo a confeccionar.

—Ella quiere que lo haga todo usted.

—No le menciones lo contrario y punto, si no le dicen no va a saber.

Llega la hora de salida y a pesar de que quisiera quedarme y seguir adelantando trabajo, el dolor es cada vez más insoportable. Recojo mis cosas y me despido de Clare que todavía no quiere regresar a su casa. Tomo el ascensor que llega hasta el aparcamiento subterráneo y busco mi auto.

Mi pequeño, pero acogedor apartamento no queda lejos de la casa de alta costura donde trabajo y soy la directora creativa. Una sonrisa curva mis labios, de niña siempre deseé justamente lo que soy hoy en día. A pesar de las dificultades, he cumplido mis sueños y no hay cosa en el mundo que me haga más feliz.

Llego en unos pocos minutos, la arquitectura de mi edificio es de un estilo gótico que me cautivó desde el primer momento en que lo vi. Vivo en él desde hace doce años, cuando fui aceptada en la universidad y emprendí mi viaje lejos de casa para estudiar lo que me apasiona. Al entrar, saludo con una sonrisa al guardia de seguridad y me meto al ascensor, desesperada por llegar y acostarme en mi mullida cama.

La oscuridad y el silencio es lo que me recibe, enciendo las luces y voy directamente a mi habitación. El timbre de mi teléfono irrumpe la tranquilidad del lugar; es el tono de mensaje que le asigné a la abuela, para identificar sus mensajes y responderle más rápido. Hice lo mismo con mis padres; sin embargo, estos no llaman ni me textean tan seguido, se sienten bien con hacerlo una vez a la semana, pero ese no es el caso de la abuela, ella me manda mensajes y me llama a diario, tiene esa rutina desde que me mudé. Enciendo el aparato y el texto que aparece en la pantalla me deja petrificada.




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