Café a media tarde

CAPÍTULO XVI

Amaro estaba haciendo huecos a los puños de su saco mientras escuchaba la conversación que mantenían Teo y su hermana.

      ― Me preocupa un poco mi acento, a veces siento que se nota demasiado…

      ― Eso es parte de ti, es lo que te hace diferente y única.

      ― Sí, pero ser “diferente” y “única” solo provoca atraer atención, y preferiría pasar desapercibida.

      ― Siempre he querido preguntarles, pero no he encontrado la oportunidad… ¿Por qué hablan tan bien el español?

     ― Mamá y papá lo hablaban en la casa y nos hicieron aprenderlo desde muy pequeños, una suerte en realidad ― respondió Amaro encogiéndose de hombros, pero claramente aliviado de no tener que aprender un idioma de cero en un tiempo limitado, se podía imaginar la catástrofe que eso hubiese sido.

      ― Me voy a cerciorar de agradecerles después ― aseguró Débora.

Siguieron caminando en silencio por un tramo, y cuando pasaron frente al colegio Amaro lo observaba con un brillo en los ojos que solía poner en alerta a sus padre y Débora con más reserva de lo usual.

      ― ¿Estás emocionada?

      ― La verdad, me da igual ― respondió ella continuando con su camino, a pesar de no tener idea del lugar al que se dirigían, suponía que lo más lógico era continuar caminando ―. Va a ser lo mismo que en el anterior colegio.

Amaro soltó un bufido llamando la atención de sus acompañantes.

      ― Por favor, no.

Aricia lo vio sin entender y el niño rodó los ojos, “como si no lo supiese” pensó.

      ― Era muy frustrante ver a gente revoloteando alrededor tuyo.

Ella le sonrió de lado.

      ― ¿Celoso?

El niño se cruzó de brazos, sacó su labio inferior e infló los cachetes.

      ― No, yo soy más bien un solitario. Y ― agregó como recordando algo desagradable ―, ya tengo suficiente con Teo revoloteando alrededor tuyo.

      ― Estás celoso ― canturreó ella.

El niño le sacó la lengua y agarró la mano de Teo, quien veía toda la interacción divertido.

      ― Fue amigo mío primero.

      ― Pero yo lo conocí primero ― contraatacó ella tomando la otra mano del chico.

Hubiesen seguido discutiendo de no haber sido por la voz de Felipe interrumpiéndolos.  

      ― Bueno, si quieren regresamos mañana.

Se encontraba sentado junto a Mateo y Hugo en el capo del auto de Rebecca, quien los veía molesta desde el piso.

Alejo y Lisandro estaban sentados en el césped del borde de la carretera.

Débora se separó en seguida de Teo y se acercó a saludar a sus primos.

      ― ¿Qué hacen aquí? ― interrogó para distraerse.

      ― Bueno, Teo nos dijo que ibas a necesitar nuestra ayuda ― habló Rebecca.

Ella lo regresó a ver interrogante. El chico solo sonrió e inclinó la cabeza en dirección a la colina que llevaba al molino.

      ― Teo, ¿qué estás planeando?

Como única respuesta empezó a subir la colina aún sonriente.

Ella regresó a ver al pequeño grupo buscando respuestas, ellos lo conocían durante más tiempo después de todo.

      ― Será mejor que lo averigüemos por nosotros mismos, él no va a soltar nada ― le aseguró Hugo bajándose del auto y empezando a caminar en dirección al molino.

Como no tenían otra opción empezaron a subir la pequeña colina hasta llegar al molino. Como usualmente pasaba, no había nada más que ese viejo cilindro.

      ― Teo, ¿para qué nos trajiste aquí? ― preguntó Amaro, con Lisandro a su lado pasando sus pulgares por los agujeros e los puños de su saco ― Ya conocemos el molino.

El chico sonrió y sacó una llave de su bolsillo.

     ― No el interior.

Hugo abrió grande los ojos.

     ― ¿De dónde las has sacado?

     ― Convencí a papá.

Todos compartían miradas emocionadas y desbordantes de curiosidad. Todos excepto Débora, ella no entendía que podía tener de emocionante el interior de un viejo molino.

      ― ¿Listos para conocer a Fabián? ― preguntó colocando la llave en la puerta del molino.

Débora regresó a ver a Amaro, pero su hermano estaba tan emocionado que fue corriendo hasta donde estaba Teo.

      ― ¿A qué se refiere? ― preguntó a nadie en particular.

      ― Tu papá y su papá solían venir todos los días aquí, era como su santuario ― le explicó Alejo pasando a lado de ella.

Regresó a ver a Rebecca, pero incluso la pelirroja parecía emocionada ante la idea de poder entrar a ese lugar.

Después de un rato se encontró completamente sola a la entrada del molino.




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