Café a media tarde

CAPÍTULO XVIII

Esa mañana de la casa de tres pisos salieron Débora y Amaro, ya que su madre había partido unos minutos después de la salida del sol. En la cera se encontraron con Teo, quien les sonreía animadamente.

Amaro corrió a abrazarlo y Débora le ofreció una pequeña sonrisa a modo de saludo.

      ― Mamá se adelantó ― contestó ella a la pregunta aún no formulada de él.

Empezaron a caminar.

      ― ¿Sigue nerviosa?

Ella asintió.

      ― Ya le he asegurado que ningún niño puede ser peor que Amaro.

Teo rio y Amaro le sacó la lengua.

Continuaron conversando hasta llegar al colegio.

En la entrada de la primaria vieron a un grupo de niños que veían a Amaro de forma extraña.

      ― ¿Vas a estar bien amiguito? ― preguntó Teo agachándose a su nivel.

El niño hizo una mueca confiada.

      ― Claro que sí, ya sé jugar fútbol. Y, como dije antes, soy más bien un solitario. Y, a parte, tengo que proteger a Lisandro

Después de eso salió corriendo a la fila que marcaba su grado, no sin antes pasar alborotando el cabello de Lisandro a modo de saludo.

      ― ¿A qué se refiere? ― preguntó Débora a Teo mientras esté se incorporaba.

      ― Digamos que en una de sus excursiones por la ciudad se topó con ellos, y el encuentro no fue precisamente placentero.

Ella asintió.

Puede que su hermano prefiriese estar solo, pero le gustaba llevarse bien con todo el mundo, mantener la armonía, y no le agradaba las críticas de personas ajenas a su entorno.

Empezaron a caminar al área de secundaria, y se tuvieron que dividir ya que Teo era un año mayor a ella.

      ― ¿Te veo a la salida?

Ella le sonrió.

      ― Claro que sí bufón.

Él inclinó la cabeza, como haciéndole una reverencia.

      ― Que tenga un excelente día princesa.

      ― Igualmente Teodoro.

Él hizo una pequeña mueca a la mención de su nombre. Y empezó a caminar en dirección a Felipe que los saludaba con la mano alzada.

Débora asintió a modo de saludo y se empezó a dirigir a su fila, pero inesperadamente dio vuelta sobre sus talones.

      ― Teo ― lo llamó Débora.

Él regresó a verla.

      ― Me preguntaba sí quisieras ir al molino después de almuerzo.

      ― Me encantaría ― aseguró sonriente.

Ella le regresó la sonrisa y se dirigió a la fila que le correspondía.

      ― Vaya, eso de encontrarse por la tarde es lo suyo ¿no? Apuesto a que el molino se ve encantador en el atardecer, y con una buena taza de té verde, resultaría aún más espléndido.

Teo viró los ojos.

      ― Como extraño a Hugo ― susurró alzando la cabeza al cielo.

Felipe lanzó una carcajada y le golpeó amistosamente la espalda.

      ― Dime, ¿qué tiene de interesante ese molino?

Teo lo vio incrédulo.

      ― ¿No viste lo que logró pintar tu prima ahí?

      ― Para empezar, nosotros también ayudamos, o bueno, seguimos sus órdenes. Segundo: Que no te escuche, que se le suben las piñas a la cabeza.

El chico lo vio confundido.

      ― Cosa de Amaro ― respondió sin importancia ―. Pero yo no le veo lo fantástico, solo es un ave.

      ― Como si tu pudieses dibujar algo que no sean palos y círculos.

El chico lo miró ofendido.

      ― ¡Qué suerte que Hugo ya se fue! ¡Se sentiría ofendido!¡Me estás denigrando por defenderla a ella! ― exclamó dramáticamente.

Teo rodó los ojos y sacudió su cabeza.

      ― Te recuerdo que es tu prima.

      ― Claro, por eso me debería de apreciar más, a fin de cuentas, compartimos ADN, ¡somos idénticos!

      ― Claro que no, sus ojos, a diferencia de los tuyos, son bastante fantásticos, al igual que su talento para el dibujo.

      ― Los de la abuela ― siguió burlón.

      ― No ― dijo moviendo la mirada a la chica en cuestión ―, los de Aricia son muy diferentes a los de tu abuela.

      ― Sí, aprovecha mientras puedas todo lo que extraña a Rebecca, no veo otra razón para que te permita estar cerca de ella.

Sus intentos eran inútiles, y lo sabía, Teo ya no le estaba prestando atención.

Débora sintió una mirada sobre ella, y al regresar a ver se encontró con la de Teo.

Algo en la forma en que la miraba le recordaba a la primera vez que su abuelo Saulo la había visto, pero esta vez no sintió la nostalgia en la mirada, no se sintió como un recuerdo, sino como la protagonista.




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