Capítulo 15: Tormentas suaves, carácter en pañales y el amor que resiste
El bebé tenía dieciocho meses cuando empezó a decir “no” con una firmeza que desarmaba a todos. No al puré. No al baño. No al gato. Kafka, ofendido por la negativa constante, se mudó temporalmente al armario de los abrigos.
Clara lo observaba con una mezcla de fascinación y agotamiento. Su hijo ya tenía carácter. Y ella, que había pasado meses esperando sus primeras palabras, ahora deseaba que algunas vinieran con botón de pausa.
Julián, por su parte, intentaba negociar con canciones. “¿Quieres bañarte si te canto ‘La ducha es divertida’?” El bebé lo miraba como si fuera un artista pasado de moda.
Una tarde, después de tres berrinches seguidos, Clara se encerró en el baño con el cuaderno y escribió:
> “Hoy sentí que el amor también se cansa. Que no siempre tiene respuestas. Que a veces solo necesita silencio.”
---
La pequeña crisis familiar llegó sin anuncio. Clara tenía una entrega urgente. Julián tenía ensayo. El bebé tenía fiebre. Kafka tenía hambre. Y nadie tenía paciencia.
Clara explotó primero. No con gritos. Con lágrimas. Se sentó en el suelo de la cocina y lloró mientras el arroz hervía sin supervisión.
Julián llegó tarde. Vio la escena. No dijo nada. Se sentó a su lado. Le pasó una servilleta. Luego dijo:
—¿Quieres que me calle o que te abrace?
—Ambas cosas.
Y así lo hizo.
---
Esa noche, Clara y Julián hablaron. No de tareas. No de pañales. De ellos.
—Siento que estamos sobreviviendo —dijo Clara.
—Siento que estamos resistiendo —respondió Julián.
—¿Y eso es suficiente?
—Por ahora, sí. Pero quiero que volvamos a vivir. No solo a sostener.
Clara lo miró. Le tomó la mano. No la soltó.
---
Los días siguientes fueron más lentos. Clara pidió una prórroga. Julián canceló un ensayo. El bebé mejoró. Kafka volvió a dormir en su rincón habitual.
Una tarde, Clara dibujó una escena: una madre con ojeras, un padre con guitarra, un bebé con corona, y un gato con bufanda. Lo tituló: “Familia en modo pausa”.
Julián lo enmarcó. Lo colgó en la cocina. Lo llamó “nuestro manifiesto”.
---
El bebé empezó a mostrar su personalidad con más fuerza. Le gustaban los libros con animales, las canciones con ritmo, y los calcetines con dibujos. No le gustaban los ruidos fuertes, los cambios bruscos, ni que le dijeran qué hacer.
Clara lo observaba como si fuera una obra en proceso. Julián lo acompañaba como si fuera una banda sonora en construcción.
Una noche, mientras el bebé dormía y Kafka vigilaba desde el pasillo, Clara y Julián se sentaron en el sofá con una manta compartida.
—¿Crees que estamos cambiando? —preguntó Clara.
—Creo que estamos creciendo. Y eso siempre duele un poco.
—¿Y si nos perdemos otra vez?
—Entonces nos volvemos a buscar. Como siempre.
Clara lo besó. No con urgencia. Con calma. Como quien reconoce un lugar que sigue siendo suyo.
---
Esa noche, Clara escribió:
> “Hoy entendí que el amor también se tambalea. Que no siempre brilla. Que a veces solo resiste. Y eso basta.”
Julián dejó una nota en la nevera:
> “Gracias por quedarte. Incluso cuando todo se desordena.”
---
Y así, entre tormentas suaves, carácter en pañales y el amor que resiste, Clara comprendió que el amor no siempre llega en forma de promesas perfectas. A veces llega con arroz quemado, con dibujos sinceros, con una mano que no te suelta, incluso cuando todo cambia.
La biblioteca en Booknet es una lista útil de libros, donde puede:
guardar sus libros favoritos
ver fácilmente las actualizaciones de todos los libros de la biblioteca
estar al tanto de las nuevas reseñas en los libros
Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.