Cali (2ª parte de Gemelas)

CAPITULO 2

Lo que me ha ocurrido es tan alucinante que apenas puedo creerlo.

Estaba haciendo un reportaje sobre los hoteles más lujosos de la capital. El artículo lo había propuesto yo misma, ya que, si no iba a conseguir mis vacaciones en París con Andrés, bien podría disfrutar de la exquisitez y la elegancia de las mejores suites de la ciudad, se trataba de pasar una semana alojándome en ellos, disfrutando de sus cocinas gourmet, sus spas, y el resto de sus instalaciones, para hacerles publicidad en el número extra que sacaríamos para celebrar el premio a la revista.

Todo comenzó la segunda noche, había bajado al suntuoso bar del hotel antes de cenar, quería intentar entrevistar a algún huésped, para mostrar a los lectores quiénes eran los clientes que podían permitirse el lujo de alojarse en esos carísimos hoteles y qué tipo de vida llevaban.

Cuando entré, vi que estaba prácticamente vacío, una pareja en una mesa, probablemente de luna de miel, un grupito de tres señoras elegantemente enjoyadas, seguramente viudas, que se estaban gastando la fortuna de sus maridos en las mejores tiendas de la ciudad, y en la barra, un hombre joven, unos treinta, guapísimo, el sumun de la sofisticación dentro de un estilo informal y desenfadado, todo en él decía DINERO con mayúsculas. La mirada apreciativa que me dirigió terminó de convencerme de que él sería mi objetivo.

Era rubio, parecía extranjero, quizás inglés, tenía los ojos de un azul intenso que parecían penetrar en todos tus secretos, una elegancia natural en sus movimientos que sólo la educación exclusiva y elitista pueden proporcionar. Tenía un cuerpo perfecto, delgado, de finos y largos músculos perfectamente definidos, no de gimnasio, sino de deporte, seguramente practicado al aire libre ya que su piel estaba ligeramente bronceada. Podía imaginármelo perfectamente jugando al tenis o navegando.

Me acerqué lentamente, consciente de que mi apariencia no desentonaba en aquel ambiente, me gusta vestir bien, tengo un par de modelitos exclusivos para las grandes ocasiones y llevaba puesto uno de ellos, un sencillo vestido blanco que se ceñía a mis formas resaltándolas de manera sutil y refinada, con unas sandalias plateadas de finos tacones imposibles, que alargaban mis piernas hasta el infinito.

Me senté cerca, en la barra, a dos taburetes de distancia, antes de que pudiera pedir un coctel, él se sentó a mi lado y el camarero nos sirvió sendas copas de champán, apenas pude disimular mi sorpresa, nos estaba sirviendo un Dom Perignon Rosé, uno de los más caros del mundo.

—Un hombre que te hace esperar no merece la pena. ¡Olvídalo!

—¿Perdón? —respondí yo sorprendida.

—Eres demasiado bonita para tener que tomarte una copa sola en un bar, si tu novio no ha llegado antes que tú, es que no sabe valorarte. ¿Me permites invitarte? —dijo con atrevimiento.

Me miró apreciando mi figura, mi cara, mi pelo, deteniéndose en mis labios mirándolos como si fueran una fresa que estuviera deseando saborear.

Esa mirada provocó en mi un cosquilleo que me recorrió todo el cuerpo, hacía mucho tiempo que Andrés no me miraba así.

Me volví hacia él con una sonrisa apenas insinuada en mis labios, tomé la preciada copa y la alcé brindando antes de dar un pequeño sorbo. En mi interior me aterraba que pudiera derramar algo al beber y arruinar mi imagen de mujer sofisticada.

Él bebió también.

—Creía que estas cosas solo pasaban en las películas —dije yo, sin poder evitarlo.

Él se rio de mi ocurrencia.

Yo traté de enmendar la vulgaridad que había dicho.

—No estoy esperando a nadie, soy periodista —dije dignamente—. Estoy trabajando en un reportaje sobre los más exclusivos hoteles de la ciudad, solo he aceptado tu invitación porque me pareció una oportunidad para entrevistarte. Él pareció un poco sorprendido, quizás estaba acostumbrado a que todas se rindieran rápidamente a sus encantos y a su dinero.

—¿Qué quieres saber? Me preguntó displicente.

—Me gustaría saber, porqué has escogido este hotel para alojarte, y el motivo de tu presencia en la ciudad ¿es por negocios?, y también si viajas solo.

Esto último me interesaba enormemente, no quería que apareciera de repente una novia o una esposa que pudiera malinterpretar las cosas y montarme un numerito allí mismo.

—Bueno, antes que nada, creo que sería correcto presentarnos, me llamo James —dijo tomando mi mano posando levemente sus labios en mis nudillos como un perfecto gentleman, yo me turbé un poquito ante ese gesto, pensé por un momento si sería inglés pues tenía algo de acento al hablar. La mirada que me dirigió estaba llena de promesas.

—Me llamo Carla, dije reduciendo mi nombre, Carolina siempre me había parecido demasiado largo, y sentí que estaba a punto de adentrarme en una aventura en la que no quería ser la Cali, Caro o Carol de siempre. Quería ser alguien totalmente diferente, más temeraria y osada. Sospeché que ante mí se abría un mundo en el que podría entrar audazmente, solo tenía que aprovechar la oportunidad que se me brindaba.

—Bueno…Carla —explicó perezosamente—. Soy americano, me alojo en este hotel porque es el más caro, el más selecto, y, básicamente porque es mío, pertenece a mi familia —continuó como si nada—. He venido a la ciudad a comprar un cuadro. Un coleccionista privado tenía un Monet, que casi nunca ha sido expuesto, es una gran inversión, a eso me dedico, a aumentar mi patrimonio y el de mi familia. Invierto en arte, inmuebles, en cualquier cosa única, exclusiva, que aumente su valor con el tiempo y que pueda producirme un beneficio cuando me desprenda de ella. Y sí, viajo solo, pero eso puede cambiar —terminó mirándome intencionadamente mientras tomaba otro sorbo de la exclusiva bebida.




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