Sobrevolamos varias islas y me di cuenta que nos dirigíamos a una isla apartada de las demás que parecía deshabitada, solo había una casa en ella. A medida que nos acercábamos la belleza de la isla aumentaba, la arena era blanquísima y el cristalino mar azul que la rodeaba era tan transparente que permitía ver los arrecifes y parte de la fauna marina, un pequeño yate estaba anclado cerca de la orilla, parecía suspendido en el aire, yo estaba abrumada por tanta belleza, cuando aterrizamos en la pequeña pista escondida en medio de los árboles un hombre nos esperaba con un Jeep y nos llevó a la casa, yo miraba a mi alrededor, la luz allí era más diáfana, los colores más intensos, el aire más puro, libre de cualquier rastro de contaminación.
Al llegar a la casa me pareció casi una mansión, tenía todo lo que se pudiera desear, en la mesa nos esperaban bellamente dispuestas todo tipo de frutas y bebidas, abrí la nevera y estaba repleta de comidas listas para servir, había grandes ventanales que permitían contemplar la vastedad del mar alrededor, vi que el hombre que nos había llevado a la casa abandonaba la isla en una pequeña embarcación a motor. James y yo nos habíamos quedado solos.
Me volví hacia él sonriendo, pletórica de felicidad.
—¿Te gusta? —me preguntó James
Yo di una vuelta sobre mí misma como una niña y corrí hacia él, abrazándolo y llenándolo de besos por toda la cara. Él se reía divertido fingiendo que ya había tenido bastante.
Lo solté y fui a explorar el resto de la casa, tenía una habitación enorme sus paredes eran también grandes ventanales desde los que se divisaba el océano en cualquier dirección, el baño era inmenso y al volver a la enorme sala me di cuenta de que en el centro había un enorme hueco cuadrado, me acerqué, por cada uno de los lados había unas escaleras descendentes, todo era de cristal transparente con lo que una vez abajo estabas rodeado por el fondo marino, podías observar los peces tropicales de bellos colores, las manta rayas, las tortugas que pasaban silenciosamente a nuestro alrededor, yo estaba maravillada, miré hacia arriba, a James, como si no pudiera creer lo que estaba viendo, era como bucear, pero sin tener que respirar dificultosamente a través de tubos ni bombonas de oxígeno.
James bajó también y nos besamos, imaginé la sensación que sería tender una manta y hacer el amor allí, rodeada de la inmensidad del mar, sería una experiencia exótica e indescriptible y estaba deseando llevarla a cabo.
Cuando subimos me dirigí de nuevo a la habitación, quería darme una ducha y ponerme uno de mis nuevos bikinis para pisar la deliciosa arena.
Al abrir el bolso saqué mi móvil, tenía innumerables llamadas perdidas de Ali, y un par de ellas de Andrés.
James, cogió el móvil y con una rápida mirada lo apagó.
—Aquí no lo necesitarás, quiero que disfrutes intensamente, olvídate del mundo exterior, solo estamos nosotros, tu y yo.
Me abrazó y nos besamos de nuevo, yo estaba un poco sorprendida y molesta por lo que James había hecho, no me había gustado que decidiera por mí, creo que él notó mi incomodidad, pues no puse entusiasmo en devolverle el beso.
—¿Te preparo un zumo tropical? —dijo intentando congraciarse de nuevo conmigo.
—Sí, gracias.
Sonreí de nuevo. Pensé que quizás James tenía razón, estaría allí apenas unos días, debía aprovecharlo y olvidarme de todo, seguro que Ali podría arreglárselas muy bien sin mí.
—¿Qué te parece si te pones cómoda y nos vamos a navegar?, podemos recorrer alguna de las otras islas, bucear, nadar lo que tú quieras princesa. Estoy enteramente a tus órdenes —dijo sonriendo y tendiéndome el zumo que me había preparado.
—Me parece maravilloso, este lugar es increíble, James, supera todas mis expectativas, gracias por haberme traído.
—Tú eres increíble, soy yo el afortunado por haberte conocido.
Nos besamos, esta vez sin ninguna resistencia por mi parte.
—Será mejor que nos separemos o nunca saldremos de la casa, eres una bruja que me tienes hechizado, el contacto de tus labios me enciende y solo deseo tomarte una y otra vez, no me canso de tu sabor. —dijo James, soltándome con reticencia.
Yo me reí contenta de tener ese dominio sobre él, me alejé hacia el baño para refrescarme y cambiarme.
El día pasó rápidamente, tal como habíamos planeado, recorrimos otras islas cercanas, hicimos el amor en playas solitarias a la sombra de palmeras, con la única compañía de los pájaros y el rítmico sonido de las olas arrullándonos, navegamos velozmente, sintiendo el sol y el salitre en la piel, me puse en la proa de la embarcación y noté como la brisa refrescaba mi cuerpo.
Sin dudarlo fue el día más perfecto y feliz de mi vida.
Cuando volvimos, ya había oscurecido, navegar bajo las estrellas fue una nueva experiencia, el cielo era inmenso allí bajo el océano, la luz de los pequeños astros era muy brillante, nunca había visto tal cantidad de estrellas juntas, en la ciudad las luces eléctricas impiden ver la magnificencia que ahora estaba contemplando, James paró el motor y me abrazó por detrás, estuvimos así mucho tiempo, contemplando en silencio la inmensidad que nos rodeaba, yo me volví entre sus brazos y capturé sus labios, nos unimos en un beso prolongado, lentamente nos tendimos en uno de los sofás que nos rodeaban en el yate e hicimos el amor de una manera sublime, dulce, recreándonos en el tacto y sabor de nuestra piel, fue una experiencia íntima que nos unió con el universo que nos rodeaba y creó un lazo entre nosotros que yo creí irrompible para siempre.