A la mañana siguiente, me desperté antes que James, me puse una preciosa túnica de seda estampada con colores brillantes y salí al exterior.
Apenas estaba amaneciendo, la arena fina estaba fresca bajo mis pies, el sol comenzaba a elevarse sobre el mar tiñendo de rojos, púrpuras y naranjas las distantes nubes del horizonte, fue un espectáculo que ningún pintor podría reproducir en sus cuadros.
Caminé por la orilla, suaves olas venían a morir alrededor de mis piernas, me alegré de disponer de ese momento a solas, quería reflexionar acerca del torbellino en que se había convertido mi vida. En los dos últimos días era como si me hubiera subido a una montaña rusa altísima y hubiera comenzado a descender vertiginosamente sin ningún control.
El sol comenzaba ya a calentar mi piel, me quité la túnica y me adentré en el agua, cuando llegué a la altura de la cintura, me dejé caer hacia atrás para flotar boca arriba mirando al cielo en el que algodonosas nubes blancas pasaban de tanto en tanto, al cabo de un rato, mecida por el suave oleaje me relajé completamente.
Medité acerca de todo lo que me había pasado y concluí que no me arrepentía de lo que había hecho, no sabía cuánto duraría mi aventura, ni si podría recuperar mi vida en caso de que todo saliera terriblemente mal y tuviera que volver a ella. Le había prometido a mi hermana que regresaría en una semana, y esa había sido mi intención al principio. Creía que lo único que necesitaba eran unas buenas vacaciones. Pero esos dos días habían sido mucho más intensos de lo que había esperado, me habían afectado profundamente, y no solo por los lujos, la ropa, el avión privado, la isla maravillosa…, no, lo que más me había afectado, fue darme cuenta de que había estancado mi vida, que me había conformado con un trabajo que ya no me suponía ningún reto y sobre todo con una relación de pareja en la que ambos nos habíamos acomodado en una rutina en la que ya no había pasión, ni sorpresas.
En cambio, con James, desde el primer momento había existido una química sexual que había conmocionado todas las partículas de mi ser, trastornándome hasta el punto de haber hecho la locura de irme, dejando mi vida sin mirar atrás, sin remordimientos y sin sopesar las consecuencias.
Reconozco que no tengo demasiada experiencia con los hombres, aparte de un par de rolletes sin importancia en el instituto, Andrés había sido mi único novio hasta ahora. Durante la carrera me centré en mis estudios, sabía que me estaba jugando mi futuro y no quería ponerlo en riesgo por nadie, quería estar en el top de mi promoción y ningún chico iba a distraerme de mi objetivo.
Cuando conocí a Andrés, ambos nos deslizamos hacia una relación cómoda y cotidiana que pronto cayó en la rutina, jamás había sentido por Andrés la pasión arrolladora que sentí por James y que había trastocado todo mi mundo.
Analicé mi relación con James, era innegable que nuestros cuerpos se atraían como dos imanes, en aquel momento me pregunté si el aspecto físico de nuestra relación podría ser la base que sustentara algo más profundo y duradero o si lo que había entre nosotros sería algo tan efímero como los fuegos artificiales.
Un suave chapoteo vino a sacarme de mis cavilaciones, percibí la cercanía de James.
—No te muevas, ni abras los ojos, quiero contemplarte —me dijo.
Permanecí flotando, con los ojos cerrados como me había pedido, su sola presencia me turbaba y despertaba mi sensualidad, noté que el sol había calentado en exceso mi piel, él suavemente empezó a dejar caer lentamente sobre mí pequeños chorros de agua que recogía con su mano, la humedad se extendía por mis senos, y mi estómago, comenzó suavemente a acariciarme, refrescando mi piel con sus manos mojadas, lentamente me recorrió y sus dedos se alojaron entre mis piernas, proporcionándome un placer intenso avivado por el calor del sol, que se fundía con la frescura del agua, nunca había experimentado una sensación igual, con cuidado se colocó entre mis piernas abiertas, y le rodee con ellas sus caderas, mientras me elevaba para abrazarme a él cuando entró en mí. Hicimos el amor en el agua, rodeados de la inmensidad del cielo y el mar, con un sol cómplice con el calor que desprendían nuestros cuerpos.
Fue una experiencia única y especial, cuando terminamos, yo continué estrechamente abrazada a James, hundiendo mi cara en su cuello, aspirando su olor que se mezclaba con el salitre y el olor del mar, jamás me había sentido tan libre y despreocupada, él me besaba el hombro con tiernos y suaves besitos, me sentí completamente feliz en ese momento.
Una alegría inexplicable me invadió, me solté y comencé a salpicarle jugando en el agua como una niña, huyendo cuando él sorprendido al principio comenzó a su vez a salpicarme juguetonamente y pretendió hacerme una aguadilla, estuvimos así mucho tiempo, disfrutando del océano, persiguiéndonos, buceando, y nadando juntos. Finalmente, agotados, salimos para desayunar.
James me propuso enseñarme a hacer submarinismo, afirmó que los fondos marinos que nos rodeaban eran espectaculares, que los arrecifes y la fauna que los poblaban eran algo que no podía dejar de contemplar.
Me estuvo enseñando pacientemente a usar el respirador y también las señales con las que debíamos comunicarnos bajo el mar, fue todo muy divertido, cuando hube aprendido nos subimos al barco y nos adentramos en aguas más profundas, pasamos la mañana haciendo inmersiones, fue una experiencia inolvidable, bajo el agua aparentemente transparente, vivían un sinfín de especies de peces diferentes, y verlos directamente en su hábitat, no era comparable con verlos a través de una pantalla en un documental.