Habían pasado casi tres meses y finalmente el proyecto comenzaba a despegar. Había contactado con los mejores influencers, bloglers, instgramers y youtubers del mundo, para que colaboraran activamente en mi revista, quería conseguir que la gente no tuviera que ir buscándolos alternativamente, sino que los encontrara, a los mejores, todos juntos en mi revista, quería que hicieran colaboraciones periódicas, anuncios, etc. Habían sido semanas de arduas negociaciones.
Mi objetivo ahora se centraba en contratar buenos periodistas free lance que colgaran también sus artículos trabajando en exclusiva con nosotros ofreciéndonos los reportajes de mayor actualidad relativos a temas de interés para el mundo globalizado en que nos vivimos, con las últimas tendencias, en salud, deporte, y cualquier cosa que se hiciera viral.
Estaba teniendo que viajar muchísimo en el último mes. James no estaba contento, no parecía entender que eran reuniones necesarias, me acusaba de estar dedicaba a tiempo completo al proyecto, y no tener tiempo para él.
Desde hacía ya algunas semanas James se había ido alejando más y más de nuestro propósito en común. Al principio me ayudaba con las negociaciones, pero pronto fue perdiendo interés, y ya no estaba involucrado. Se excusaba diciendo, que no podía dedicarse en exclusiva a nuestro plan para la creación de la revista, que sus negocios requerían de su atención, y yo eso lo entendía, pero me daba cuenta de que en realidad el proyecto le había aburrido. Él estaba acostumbrado a negocios rápidos que le reportaban un beneficio millonario inmediato, no a una carrera de fondo, que es en lo que se convertiría mi revista, pues el trabajo duro no se acabaría cuando la publicación estuviera en marcha.
Para mí no solo era un proyecto, sería mi medio de vida. Sin embargo, para James, había sido solo una idea que, quizás en un principio, le pareció un reto que nos uniría más, pero que pronto había dejado de interesarle.
—¿Te vas de nuevo? —me reclamó James enfadado— ¿Por cuánto tiempo esta vez?
Suspiré con desgana.
—Solo serán dos días, Julián Lafuente estará en Denver para dar una conferencia, sería una gran adquisición para la revista si lograra contratarle para algunas colaboraciones, es un periodista excepcional, trata las noticias de una manera muy novedosa y los temas que elige despiertan siempre el interés de los lectores. Es una gran oportunidad para contactarlo y explicarle nuestro proyecto —dije tratando de aplacarle.
Yo llevaba todo el peso de la empresa ahora, él se había vuelto a dedicar a sus negocios, cualesquiera que fueran.
Al principio, lo llevábamos bien, pero últimamente, él también viajaba bastante y siempre esperaba que estuviera en casa esperándole para celebrar sus éxitos. Muchas veces yo anulaba o adaptaba mis planes para poder estar juntos, pero eso me trastocaba todos mis horarios y a veces me hacía perder un tiempo que no tenía.
En ocasiones, yo estaba demasiado agotada para acompañarle al teatro, o a algún espectáculo que podía durar hasta altas horas de la noche, James decía que se aburría en Nueva York. Si alguna noche no me apetecía salir, me recriminaba que ya no hacíamos nada juntos. Insistía en que no servía de nada vivir en la capital cultural del mundo si no salíamos a disfrutarla.
Lo que me había ocurrido con Andrés pesaba mucho en mí, recordaba las veces que yo le había pedido que no antepusiera el trabajo a nuestra relación, y temía que esta vez, por mi culpa, la relación se resintiese, como ya estaba ocurriendo.
Trataba desesperadamente de compaginar mis compromisos con el tiempo que James me demandaba.
Discutíamos por tonterías, se enfadaba y me ignoraba durante horas o me respondía con frialdad, eso hacía mella en mi estado de ánimo, me sentía triste y abatida hasta que volvíamos a estar bien.
Yo trataba de ilusionarle de nuevo en mi proyecto, pero él ya no quería ni escuchar mis logros o les quitaba importancia comparándolos con los negocios que él hacía.
A veces me sentía exhausta y también decepcionada, había creído erróneamente que James y yo crearíamos algo juntos de lo que pudiéramos sentirnos orgullosos, pero nada estaba resultando como yo había previsto.
—Ya nunca tienes tiempo para mí —dijo James— siempre estás viajando.
—Tú también viajas mucho, también tienes poco tiempo —rebatí yo.
—Pero no compares —me respondió—. Yo obtengo ganancias millonarias. La revista aún es un proyecto, creo que no soy yo el que deba cambiar sus planes, además, no entiendo por qué tienes que ir a Denver a hablar con ese tipo. ¿No podéis hacer una videollamada y arreglarlo?
—No es lo mismo —traté de explicarle—, muchísimas publicaciones se lo rifan, tiene numerosos premios, una videollamada probablemente ni la atendería, quiero ir en persona, que vea mi ilusión, mi empuje y compromiso con el proyecto, pienso que es fundamental que nos conozcamos personalmente para convencerlo de que nos escoja a nosotros para otorgarnos en exclusiva sus artículos.
—Está bien —concedió James— abrazándome, es solo que no me gusta quedarme solo, no quiero que nos pase lo que te ocurrió con Andrés, debemos intentar sacar tiempo para nosotros al margen de nuestro trabajo. Nuestro amor es lo más valioso, debemos cuidarlo. Hoy me es imposible ir contigo, estoy cerrando un trato muy importante, ¿de verdad no puedes posponer esa reunión?