Al terminar la velada, yo increpé a James nada más llegar a nuestra habitación.
—¿Cómo has podido hacerme una encerrona así? —le dije enfadada.
—¿A qué te refieres? —me contestó él extrañado por mi tono.
—Lo sabes muy bien, todo eso de tener un hijo, escribir un libro…, no puedes hacer ese tipo de comentarios así a la ligera, nunca hemos discutido esos planes, son temas que debemos hablar y decidir entre los dos y que implican cambios permanentes en nuestras vidas, no se trata de elegir un restaurante o el lugar de vacaciones, un niño implica unas responsabilidades que hay que sopesar muy seriamente antes de asumirlas, no puedes devolverlo si luego las cosas no son como te habías imaginado.
—Pero, cariño —dijo él tratando de calmarme, acercándose para abrazarme, como si no se diera cuenta de la gravedad de la situación— ¿por qué te enfadas? Es el paso lógico ¿no? nos casamos para formar una familia, pensé que estábamos de acuerdo, nos queremos, lo normal es querer un fruto de nuestro amor. Un hijo que nos una para siempre. ¿Es que no quieres tener hijos?
—Sí, si quiero, pero en el futuro no ahora inmediatamente, y esa no es la cuestión. Lo que ocurre, es que no deberías haber hecho esos comentarios sin haberlo discutido antes conmigo, no puedes hablar por mí, ni imponer tus decisiones, como si yo no tuviera nada que opinar en el tema. No valoras mi trabajo ni lo que me ha costado conseguirlo, tú tienes tu manera de hacer las cosas y yo no me meto en tus negocios. Tampoco tú deberías meterte en mi manera de dirigir mi proyecto, mi revista —dije bastante alterada, para mí era muy importante que se diera cuenta de que no podía dirigir mi vida, ni tomar decisiones por los dos sin contar conmigo para nada.
—Vamos has bebido mucho, no seas tonta —dijo abrazándome de nuevo por detrás y besándome la mejilla porque yo me había zafado para tomar distancia—, mañana lo verás todo más claramente,
Me solté y me alejé de él otra vez, estaba cada vez más enfadada.
—No, no pretendas arreglarlo todo como siempre con unos besos y una sesión de cama. Esto es serio James, no puedes decidir mi vida, ni esperar que yo me pliegue a todos tus planes.
Él también comenzó a enfadarse, aunque hizo esfuerzos por calmarse y explicarme su punto de vista.
—Pero estamos juntos, nos queremos y vamos a casarnos. Yo solo quiero que todo salga bien, que formemos una familia, un hijo es lo que más deseo en el mundo, y si me quieres no veo cual es el problema. Tenemos dinero de sobra, no necesitaríamos trabajar ni en diez vidas, ya has demostrado lo que puedes hacer, has creado la revista, has tenido éxito, pues sigamos a la etapa siguiente. ¿No recuerdas cuando nos conocimos? Me dijiste claramente que tu mayor deseo era ser escritora a tiempo completo, pero que no podías hacerlo porque no tenías los medios económicos. Ahora los tienes. Todo lo mío es tuyo, ya no tienes que trabajar como periodista para ganarte la vida, la revista puede continuar con un buen equipo directivo y solo necesitaría una mínima supervisión, incluso yo podría hacerlo, como he dicho antes en la cena. Ahora puedes centrarte en lo que de verdad quieres, y creía que era formar una familia conmigo y ser escritora.
—Pero no lo entiendes? —contesté yo—, la revista es para mí muy importante, no puedo abandonar después de todo el esfuerzo y la ilusión que he puesto en ella —traté de ser conciliadora—. Comprendo tu manera de pensar, tú te fijas objetivos y metas en tus negocios que vas cumpliendo y pasas al siguiente. Pero para mí no es así. La revista es como un hijo, ha sido como un largo parto crearla, no puedo ni quiero abandonarla ahora.
James transformó su rostro en una máscara pétrea. Entró en el vestidor, cogió su pijama y se dirigió a la salida de la habitación.
—Creo que no es el mejor momento para esta discusión. Espero que reflexiones sobre lo que quieres, lo que de verdad es importante para nosotros y cuáles deberían ser tus prioridades.
Yo me quedé paralizada, había sentenciado y se había ido sin darme posibilidad de réplica, como si de un juez supremo se tratara y su veredicto fuera el único posible.
Supuse que se dirigiría a otra de las habitaciones de invitados para dormir, estuve a punto de seguirle para continuar lo que habíamos empezado. Luego pensé que sería mejor permanecer en mi cuarto y dejar que las cosas se enfriaran un poco. Salí a la terraza y contemplé el cielo nocturno. No se veían estrellas en Nueva York, la ciudad que nunca duerme.
Me negué a sentirme culpable. Sabía que lo que James me había dicho era cierto, si nos queríamos e íbamos a casarnos el paso lógico era formar una familia y era algo que si lo pensaba bien yo también deseaba, pero como le había dicho no inmediatamente. Quería gozar de las mieles de mi éxito un poco más, aún era muy joven solo tenía veintiséis años, quizás a los treinta a sería una buena fecha, pero era algo que ambos debíamos considerar juntos.
Un hijo, como le había dicho a James, era una responsabilidad de por vida, y él debería entenderlo mejor que nadie, ya que había sufrido siempre por el abandono emocional de sus padres.
Yo cuando tuviera un hijo quería estar segura y preparada, para mí mi hijo y mi familia sería lo más importante, por eso quería esperar, yo quería darle a mi hijo todo mi cariño y mi tiempo, no solo cosas materiales.