Cali (2ª parte de Gemelas)

CAPITULO 25

Un par de horas después, yo estaba en el balcón de la suite, confiaba en tener por fin una conversación que afianzara las bases de nuestra relación futura, esperaba que la terapeuta que había buscado nos ayudara a conseguir una relación sana y equilibrada, y creía sinceramente que ese podría ser el primer paso para que James recuperara también la relación con sus padres, confiaba en que yo podría ayudarle a cambiar, a tener una visión distinta y más amable del mundo, veía un futuro feliz ante nosotros donde los sueños de ambos se cumplirían.

Estaba apoyada en la barandilla, contemplando la colección de luces de la ciudad que nunca duerme, James entró en el balcón y me abrazó desde atrás, apretándome fuertemente contra su cuerpo, casi con desesperación, como un náufrago se abraza a su tabla de salvación. Me besó en la nuca.

—¿Porqué no me avisaste? te hubiera ido a recoger al aeropuerto, creía que me habías abandonado. —susurró con sus labios cerca de mi oreja.

Yo noté sus brazos rodeándome, su calor, era como haber llegado a casa por fin después de un largo viaje. Pero sabía que era solo una ilusión, las cosas no se habían arreglado mágicamente para nosotros.

—James — me volví entre sus brazos tratando de separarme, él buscaba ya mis labios —. Espera, no, tenemos que hablar.

Se separó de repente, poniendo distancia entre los dos, perder su cercanía fue como si una ráfaga helada paralizara mi corazón, tenía el ceño fruncido, su cara ya no reflejaba amor ni pasión.

—¿Qué hay que hablar? —alzó la voz—, estaba todo dicho, si has venido es porque aceptas mis condiciones, si no, ya puedes irte por donde has venido.

Su voz era fría, sentí como la sangre abandonaba mi rostro y un retorcijón de nervios se alojó en mi estómago, tragué saliva, el momento de la verdad había llegado y no podía dar ni un paso atrás, alargué mi mano para tocar su brazo, pero él lo retiró dándome un manotazo en el proceso.

—James, por favor… —dije yo, tratando de calmarlo.

—Por favor, ¿QUÉ? —gritó él

—¿Qué es lo que quieres? —continuó de malos modos, agarrándome el brazo apretando fuertemente— ¿Crees que vas a venir aquí y con tu cara bonita y tu cuerpo tentador vas a hacer de mi un pelele? ¿que vas a manipularme? ¡Pues entérate bien! ¡Aquí mando yo! —gritó sacudiéndome—, estoy harto de tus tonterías, ya te he contemplado bastante, has tenido tiempo para montar tu revistita, ¿Qué crees? ¿Qué has triunfado? Antes de un mes tendrás competidores que te aplastarán, no vale nada, te he dejado mantener la ilusión un tiempo, pero no durará lo sé, quería ahorrarte el mal trago de tu fracaso, solo eres una niña jugando a hacer grandes negocios, esto te queda grande, eres una ingenua si crees que ya has conseguido el éxito, no vas a durar ni un mes.

Yo trataba inútilmente de soltarme, me hacía daño. Mientras hablaba, pasó una mano por mi cabeza como si fuera a acariciarme, pero en realidad lo que hizo fue enroscarla en mi pelo, en una buena parte de mi melena, para tirar de ella arrastrándome hacia dentro, mientras a mí no me quedaba más remedio que seguirle intentando que no me hiciera más daño, pero él daba tirones secos mientras yo trataba desesperadamente de soltar sus dedos, estaba asustada, nunca había pasado nada parecido entre nosotros, había habido gestos, malas palabras, algún insulto y hasta a veces, James había golpeado un armario o la pared con frustración cuando no conseguía que yo hiciera lo que me pedía, pero jamás me había puesto una mano encima.

Yo gritaba también.

—James por favor, suéltame, ¿qué estás haciendo?, por favor hablemos tranquilamente, necesitas ayuda, he contratado una terapeuta, nos vendrá bien a los dos, ¡suéltame! Me haces daño, por favor, lo solucionaremos.

—¿Una terapeuta?, — James se rio con desprecio—, esto sí que ha llegado demasiado lejos— ¿crees que voy a ir a contarle algo a una desconocida? Estás loca.

Me tiró sobre la cama y metió su mano bajo mi falda arrancándome las bragas, mientras con la otra mano y con su cuerpo me sujetaba contra la cama, yo me retorcía tratando de liberarme.

—A partir de ahora haremos lo que yo diga, y verás que todo nos irá mucho mejor, con el tiempo te darás cuenta de que yo tenía razón, yo sé lo que necesitas, todo lo que hago es por tu bien, te he consentido demasiado y te has creído que puedes manejarme, pero eso ya se acabó.

Me penetró brutalmente, me aplastaba con su cuerpo y apenas podía respirar, su pecho me apretaba la cara, sus embistes me hacían daño pues mi cuerpo no estaba preparado y el miedo y el horror contraían todos mis músculos.

Si continuaba así unos minutos más me asfixiaría, alargué un brazo buscando algo desesperadamente, toqué un adorno que había en la mesita, era un jarrón de tamaño mediano, lo así, y golpeé con todas mis fuerzas la cabeza de James, este cayó desplomado.

Yo hice palanca con mis brazos y lo volteé saliendo de debajo de él.

Las lágrimas y el terror me impedían ver la magnitud de la herida, la sangre comenzaba a empapar la ropa de cama profusamente, tenía miedo de tocarlo, por si se despertaba y volvía a atacarme.

Cuando conseguí apaciguar un poco mi respiración, me limpié las lágrimas y me aparté el pelo de la cara para ver lo que le había hecho, tuve que girar un poco su cabeza, una fea brecha manaba sangre entre su pelo, James seguía inconsciente, pero respiraba, sentí alivio, no lo había matado. Me levanté y rápidamente fui al baño para empapar una toalla y limpiar la herida. Apreté unos minutos y me pareció que dejaba de sangrar, examiné la herida que no era muy profunda.




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