Y llegó el fin de semana. Era viernes por la mañana cuando el verdadero movimiento empezaba en el hotel. Las reservas de habitaciones se multiplicaban, el trabajo del personal era bastante arduo. Ni mencionar los otros espacios como el Spa, las salas de conferencia y por supuesto The Oak Room. Generalmente durante el fin de semana el personal hacía horas extras, y lo mismo era con los practicantes.
Ese viernes era un día algo especial para algunos, como Adriano y Priss, que en la noche iban a tener su primera cita oficial. Y no solo ellos, sino que Cameron y Anne habían quedado encontrarse saliendo del restaurante cuando acabara el turno del chico. Ese parecía ser un buen día y para empezar con ánimos.
Pero había alguien que no pensaba así y esa era Camila. Había pasado ya una semana desde que ayudó a esa joven a salir de la suite ejecutiva y una vez más aquel huésped regresaría. Así que estaría obligada a cruzarse con él y a tener que limpiar esa enorme habitación que siempre la dejaba cansada. El fin de semana para ella iba a ser algo duro y esperaba no cruzarse con él y no tener que cubrir ninguna de sus canalladas porque no lo iba a soportar así fuera por el bien del hotel.
En la recepción, Estelle cumplía un nuevo papel encomendado por Emily, que era el de ordenar y clasificar todas las facturas de consumo de los huéspedes para que luego las pasen al sistema. Obviamente que estar oculta en un rincón de la recepción para ella no era nada agradable, aunque no perdía la oportunidad de aprenderse algunos nombres y sorprenderse con el exorbitante consumo de los huéspedes.
—¿Aburrida? —escuchó a alguien acercarse a ella, levantó la vista y se encontró con Robert Levinsky, el jefe de conserjería. Últimamente lo había visto muy ocupado, pero también había notado que siempre mostraba cierto interés en ella, aunque no podría precisar de qué naturaleza. En fin, eso no importaba mucho, si había interés ella se encargaría de eso pues al fin tendría a uno de los peces gordos del Hotel Plaza entre sus garras.
—Concentrada —contestó dejando a un lado las facturas y mirándolo coqueta.
—Entonces no debí haberte distraído, si sale algo mal por mi culpa Emily me mata —dijo sentándose a su lado aprovechando que de momento no llegaba nadie.
—No me distraes, es más, ya voy a terminar —contestó sin dejar de sonreírle. Ese pez gordo tenía que caer.
—¿Sabes una cosa? Traes locos a todos mis chicos de conserjería, pero todos dicen que no les haces caso. Bueno, es lógico, eres una chica muy linda.
—Es que ninguno de ellos me interesa, quizá sería mejor mirar al dueño del circo y no a los payasos —dijo acercándose un poco, tenía que mostrar sus intenciones pronto.
—Emily hizo muy bien en escogerte —contestó mirándola de pies a cabeza, no podía negar que era una chica muy bella.
—La verdad es que creo que no está muy de acuerdo con su elección, temo que me eche en unos días —le dijo en voz baja como un secreto.
—Vaya, eso no puede ser cierto. Voy a hablar seriamente con ella.
—No es necesario, yo sé bien lo que me toca. Si no funciono, me voy.
—No te irás, eso te lo aseguro —dijo antes de ponerse de pie y regresar a su posición, pues era la hora precisa de la llegada del huésped de la suite ejecutiva. Sus maletas iban llevadas en la carreta por dos conserjes y además parecía acompañarlo una especie de secretaria.
Estelle solo lo quedó mirando. En la recepción lo atendieron rápido como siempre, antes de irse hacia el ascensor pasó a saludar a Robert como si fueran grandes amigos. Y como no, si este le cumplía todos los caprichos. Pero antes de retirarse la miró a ella como queriendo decir algo. Ella aún recordaba aquella propuesta de "cuando quieras puedes subir a mi habitación", pero tenía que pensarlo bien antes de desechar la oportunidad.
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Era el único día de descanso semanal de Priscila, pero Rachel estaba feliz pues aún en su ausencia seguía siendo la ayudante oficial de la cocina en asuntos de la mantequilla del maître, como ella misma se había denominado. Un día antes Priss había dejado la mantequilla lista previamente aprobada por Adriano, quien dijo que esta tenía un buen sabor. Así que lo único que le quedaba a Rachel era poner todo en orden bajo la dirección de Cameron.
Se le estaba haciendo un poco difícil, pues tenía que cargar grandes potes desde el almacén hasta la zona de preparación. Pero la ayuda llegó cuando menos lo esperaba, usto cuando estuvo a punto de caerse al piso uno de los potes desde lo alto de un anaquel, una mano milagrosa lo detuvo.
—¡Gracias! —dijo sin siquiera verlo, al levantar la mirada pronto lo reconoció.
—Me recuerdas, ¿verdad?
—Claro, eres el ex maquiavélico de Priss —contestó y él comenzó a reírse al escuchar eso.
—¿Eso les ha dicho? ¿Que soy el ex maquiavélico?
—La verdad es que no, yo lo he dicho porque fue lo primero que se le ocurrió. Aunque su conclusión fue que ella es la maldita, pero en fin, no creo que sea bueno hablar de eso. ¿Se puede saber cómo es que apareciste misteriosamente por estos lares? Nunca te había visto en la cocina. Arnold, ¿verdad?
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Editado: 04.10.2023