Calidad total

Capítulo 27: Aliados

Camila tomó asiento en la oficina, estaba un poco nerviosa. Sabía que Olivia no la mandaba a llamar por nada, que algo tenía que haber hecho, alguna cosa que se la haya pasado en medio de su trabajo, una queja o algo parecido. Tenía miedo, ¿y si el señor Reagan había dicho algo? Quizá porque ella no accedió a acostarse con él como tantas veces se lo insinuó este había decidido tomar venganza y hacer una queja estúpida. Aunque dudaba que eso sea posible, el tipo parecía estar decidido a tenerla y si hacía algo así eso jamás iba a suceder. Pero de que algo estaba mal, definitivamente lo estaba. Estaba más de cinco minutos sentada ahí y Olivia no decía nada. Un truco para ponerla nerviosa y hacer que ella misma confiese, pero no tenía nada que confesar.

—Me ha llegado este documento —dijo al fin la gobernanta y le mostró una hoja con algo escrito que ella no consiguió leer por la distancia—. ¿Sabes qué es esto?

—No tengo idea —respondió tímida.

—Es una carta presentada a conserjería por un huésped. Una carta de queja.—Camila apretó sus manos fuerte, aprovechando que el escritorio las cubría, no quería que notara su miedo—. Una queja de un huésped de una habitación que tú limpias, ¿tienes idea de cuál puede ser?

—No la tengo porque dudo que eso sea real.

—¿Qué quieres decir? ¿Qué el huésped miente? ¿Que debo creerte más a ti que a ellos? —dijo seria y sin quitarle la vista de encima. Esa mirada penetrante podía hacer temblar a cualquiera. Camila hasta se preguntó por qué Olivia no era policía, con esa forma de mirar a la gente podía arrancar una confesión de cualquier criminal.

—No digo que un huésped mienta, es solo que me parece difícil que exista una queja de mí. Sé como limpio cada habitación y no he cometido errores hasta ahora.

—¿Te crees perfecta, jovencita? Siempre se cometen errores.

—Lo sé, quise decir que si he hecho algo malo dudo que sea algo perceptible. Además usted supervisa mi trabajo, cuando cometo un error no tarda en decírmelo y hace un par de días que no se queja de mí.

—Es cierto. ¿Y sabes una cosa? Esta queja tiene que ser falsa, tu trabajo no puede ser malo porque yo lo superviso. Es como que alguien diga que mi trabajo está mal. —Olivia solo quiso probar a Camila para saber si tenía algo que decir que ella no supiera. Pero esa carta de queja había chocado de cierta manera con su ego. Era cierto que ella supervisaba el trabajo de todas, especialmente el de ella. Algo estaba muy raro en todo eso—. ¿Sabes quién envió esta carta? —ella negó con la cabeza—. El huésped de la suite ejecutiva que limpias. Alec Reagan

—Eso es imposible, es la habitación que más cuidados tiene de mi parte, usted la supervisa y...

—Precisamente por eso —interrumpió— no me quedé callada y fui a hablar personalmente con el señor Reagan. Dice que jamás presentó queja alguna, que está muy feliz con tu trabajo y hasta me exigió que te dé un aumento. —Camila hizo lo posible por ocultar una sonrisa al escuchar eso. Hasta se imaginó la cara de Alec diciendo que no tenía ningún problema con ella. Pero luego se puso seria al ver el rostro de Olivia—. En fin, me imagino que es porque lo ayudas en sus asuntos, pero lo importante ahora es saber por qué conserjería nos envió esa carta de queja. Obviamente es falso, y quiere perjudicarte.

—¿A mí? ¿Por qué alguien de conserjería querría perjudicarme?

—Tú deberías decírmelo, ¿conoces a alguien que te odie? ¿Alguien que quiera que te vayas?

—Tengo un amigo en conserjería, pero él es botones.

—No tiene nada que ver —dijo algo pensativa—. Robert tuvo que haberse prestado para esto, él está de acuerdo, ¿por qué? ¿Qué es lo que quiere? —decía como para sí misma. Camila solo la escuchaba mientras trataba de encontrar la respuesta a lo que pasaba. De pronto recordó aquella vez en que sorprendió a la tal Estelle con un hombre que parecía importante. ¿Y si era ese Robert? Para empezar, ¿quién era Robert?

—Gobernanta, creo saber por qué está pasando todo esto.

—Te escucho.

—Hace unos días paré en el piso ocho para cambiar la lencería y cuando abrí la puerta encontré a una chica de recepción besándose, entre otras cosas más sucias, con un hombre. No sé quién era, pero lucía importante.

—Así que estaban teniendo sexo —dijo sin inmutarse.

—No exactamente, pero era obvio que lo planeaban. —Olivia se quedó mirándola un momento, como si quisiera ver en sus ojos si le mentía.

—¿Será posible? —dijo pensativa y abrió uno de los cajones de su escritorio en busca de algo—. ¿Crees que si te muestro la foto de ese hombre lo reconocerías?

—Por supuesto, lo vi muy bien. —Olivia sacó una especie de manual o libro algo grueso con muchas fotos. Ojeó rápidamente hasta que dio con la hoja que buscaba.

—¿Es este el hombre que viste? —La foto era de Robert. Camila lo miró bien y asintió.

—Sí, es él. Lo reconozco perfectamente.

—¿Segura?

—Más que segura.

—Vaya, vaya... —Olivia cerró el libro y esbozó una especie de sonrisa—. El hombre que viste, Camila, era nada más y nada menos que el jefe de conserjería, no puedo creer que se haya arriesgado de esa manera. Robert, me sorprendes... —Esa sonrisa hasta miedo daba. Era como si la gobernanta estuviera feliz de tener un secreto de él, de tenerlo en sus manos. Y efectivamente, así era. Qué buena noticia le dio esa chica, podía ser la ruina de ese hombre.




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