Calidad total

Capítulo 56: ¿Y nosotros? Bien, gracias

El joven Mikkel, más conocido como Mike entre los amigos, tenía apenas veinticuatro años. Nunca le gustó mucho la panadería y la pastelería, pero ya que su padre quería abrir un negocio familiar, él se vio obligado a aprender. Estudió algo, al parecer le había ido muy bien y tenía algo de talento. Por supuesto que eso no era todo, necesitaba prácticas y algo de trabajo para ganar experiencia antes de poder abrir esa nueva pastelería fina.

Fue así como se terminó trabajando en unos de los locales de Sandra Weaver en New York. Luego lo trasladaron a la sede principal como un empleado formal. Era talentoso, se lo habían dicho. Lo raro de todo era que no conocía Sandra, ella se la pasaba viajando y eran los panaderos de cada local los que seguían los procesos y estándares para que todo salga como la receta original. Hasta que al fin la conoció un día y le pareció una mujer encantadora, muy hermosa ciertamente. No podía negar que le gustaba, y desde entonces se volvió su amor platónico. Él sabía perfectamente que era imposible, una mujer de éxito como ella jamás se fijaría en un chico como él.

Pero no le importaba, simplemente se dedicaba a mirarla, a estar siempre pendiente de sus órdenes y todo lo que hacía hasta casi convertirse en su asistente dentro de la cocina. En un principio ella parecía no darse cuenta de las miradas de Mikkel, en realidad ni siquiera le prestaba atención. Pero de pronto las cosas cambiaron, ella parecía más cercana a él. Sandra le sonreía, se acercaba accidentalmente a él, le coqueteaba y él le seguía el juego. Eso no podía estar pasando, debía de ser una ilusión. Pero una parte de él se dejó llevar, estaba tan ilusionado que no le importó ser su juguete dentro de la cocina.

No tenía siquiera el valor para invitarla a salir, pero no fue necesario, ya que ella misma lo hizo. Y el día de su primera cita terminaron en la cama. Quizá en ese momento Mikkel tuvo que haberse dado cuenta que Sandra solo quería pasar el rato, que quería divertirse con el jovencito que trabajaba en su cocina. Pero él fue demasiado ingenuo y tonto, creyó estar enamorado de ella y también creyó que ella lo amaba. En cada encuentro él sentía que la amaba más y más, que ese amor podía durar para siempre. Obviamente Sandra jamás mencionó la palabra "amor", pero igual a él no le importaba. Vivía en su nube, vivía creyendo en un amor eterno con esa mujer.

Hasta que descubrió que estaba embarazada. Fue sin querer, la escuchó hablando por teléfono con alguien sobre aquello. Mike casi no pudo contener su emoción, ese hijo solo podía ser suyo. Era el único hombre con el que había estado, tenía seguridad de eso. Pero la sorpresa llegó después, al parecer estaba hablando con alguien de su entera confianza cuando pronunció lo siguiente.

—Si, ya te lo he dicho y no creas que es imposible. El hijo será de Adriano y punto.—Hubo una especie de discusión, como si la otra persona no creyera en sus palabras. Al final Sandra colgó y se veía un poco enojada. Y él estaba como en shock, ¿qué quería decir con eso? ¿Que él no era el padre? ¡Pero si era imposible! Sabía quién era Adriano, y sabía perfectamente que en ningún momento esos dos se habían visto o tenido contacto. Sandra estaba mintiendo, ¿pero por qué? ¿Por qué echarle la paternidad a otro hombre? ¡Si él estaba bien dispuesto a asumir el reto! Era su hijo, no podían arrebatárselo. Sandra volteó y entonces lo vio parado detrás de ella. La expresión de su rostro la delató como culpable, se veía hasta nerviosa. Sandra sabía que Mike había escuchado todo y parecía tener miedo.

—Ese hijo es mío —dijo el joven con firmeza.

—No lo es —respondió Sandra en voz baja, se notaba que la habían tomado de sorpresa.

—¡Claro que si! Solo has estado conmigo todo este tiempo, ni siquiera hablas con Adriano. ¿Cómo puedes decir que es de él?

—Porque es de él y punto —decía ahora ella muy segura. Pero esta vez él no le creía. Era imposible, ese hijo era suyo.

—¡No lo es! —exclamó ahora más molesto—. Yo soy el padre, ¿por qué no quieres admitirlo? ¿Acaso porque soy joven? No tienes que preocuparte de eso, todo va a estar bien. Te lo prometo...—decía casi rogándole. Claro que estaba dispuesto a todo por ella y por el pequeño. Pero Sandra comenzó a reír, se burlaba de él.

—No seas iluso, muchacho. Yo a ti no te quería más que para pasar el rato. El padre de este bebé será un chef exitoso, no un jovencito que no tiene donde caerse muerto. Así que si quieres seguir viéndome vas a tener que callarte la boca. Pero si quieres insistir con esto entonces lárgate de mi casa de una buena vez.

Aquel día Mike se fue muy confundido. No podía creer todo lo que Sandra le había dicho. Esas palabras habían matado su ilusión, lo hicieron bajar de la nube de la manera más cruel. Sandra nunca lo amó, simplemente estaba jugando con sus sentimientos, solo lo quería para pasar el rato. ¡Y él que estúpidamente se había enamorado! ¡Qué tonto fue! Ahora ella estaba embarazada e insistía que el padre era otro. Eso era cruel, no solo para él porque lo iban a apartar de su hijo, sino para la persona a quien ella quería darle la responsabilidad. Sandra era cruel, después de varios días de meditarlo llegó a esa conclusión. No la buscó, no quería. No sabía cómo iba a reaccionar si la veía. Quería a ese hijo porque era suyo, no quería que los extraños planes de Sandra lo aparten de él.

Y fue en uno de esos días en que conoció a Daniel Barbara. Él estaba a punto de salir de casa cuando ese hombre se cruzó en su camino. Se presentó por quien era, el jefe de seguridad del Hotel Plaza. Mike no entendía por qué ese hombre lo buscaba, él no tenía nada que ver con el Plaza y mucho menos había hecho algo que afecte la seguridad de ese prestigioso hotel, o al menos creía no haber hecho nada. El hombre le ofreció un café, dijo que no iba a lamentar esa conversación. Lo calmó, le dijo que todo iba a estar bien, pero que necesitaba de su ayuda. No tenía idea de qué quería ese hombre, pero igual aceptó ir con él.




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