Camila estaba sentada frente a Olivia. Como en otras tantas veces en las que estuvo en esa situación, la gobernanta guardaba absoluto silencio. En algunas de esas situaciones se presentó para ser "interrogada", en otras le llamó la atención, o le hizo un par de preguntas de rutina. En fin, tantas ocasiones que no conseguía recordar todas. Aunque claro, esa era especial. Olivia estaba en silencio como siempre y haciendo otras cosas, cumpliendo con su costumbre de hacer esperar a la persona que tenía al frente, mirándola de reojo y para hacerla sentir incómoda e intimidada. Pero Camila ya no se sentía así, estaba tranquila. Quizá Olivia lo notó y por eso decidió hablar de una buena vez.
—Me informó recursos humanos que ya presentaste tu carta de renuncia. Quisiera saber por qué.
—No tiene nada que ver con el hotel, señora, ni siquiera con usted. Es solo que, bueno, decidí probar algo nuevo. Tampoco es que quiera quedarme en lo mismo para siempre.
—Entonces he de suponer que ya postulaste a otro empleo y que te aceptaron.
—Sí, he entrado al Ritz. —Al decir eso, Olivia no pudo evitar una sonrisa. Bajó la mirada como evocando viejos recuerdos de sus épocas en ese hotel y luego miró a la chica.
—Esos maniáticos del servicio, ¿crees que podrás con ellos?
—Con todo respeto, señora, pero si logré pasar todos estos meses como su asistente, creo que estoy preparada para todo. —La respuesta pareció agradarle a Olivia, pues volvió a sonreír como hace un rato.
—Me parece perfecto que vayas al Ritz, vas a aprender mucho ahí. En ese lugar aprendí una cosa muy importante y que me ha servido hasta el día de hoy. La gente cree que nosotros, los que trabajamos en servicio, estamos ahí para cumplir siempre lo que les venga en gana. Sí, es cierto que pagan por el servicio, pero de jóvenes nos duele la indiferencia cuando sonreímos, nos molesta cuando saludamos y no nos devuelven el saludo. Nos irrita cuando somos amables y creen que somos serviles, es insoportable que alguien te trate como si fueras su empleado solo porque estamos trabajando para hacerlos sentir bien. Hay personas, sobre todo en hotelería y restaurantes, que creen que no somos nada, que somos un grupo de ignorantes que viven para agradarles. Sabes que no es así, que nos hemos preparado por años para aprender a tratar personas. Cuando recién empecé en esto me habían dicho que nosotros los hoteleros tenemos un poco de todo. Tenemos que saber hasta de psicología para poder tratar a nuestros clientes, ¿no es así? —Camila sonrió, era la primera vez que Olivia le explicaba cómo pensaba—. Fue eso lo que aprendí en el Ritz. Ellos me enseñaron que nosotros no somos sirvientes. Somos damas y caballeros que atendemos a damas y caballeros. Merecemos respeto, tenemos que darnos nuestro lugar y no dejar que confundan nuestra actitud de servicio con servilismo. Creo que tú ya lo has entendido, pero en el Ritz lo vas a entender mucho más. Dime una cosa, ¿cuándo empiezan tus capacitaciones?
—En dos semanas, siento no haber avisado antes, pero es que recién me han dado la respuesta.
—Vaya, ¿tienes idea de lo que va a costarme conseguir un reemplazo para ti? Me la dejas difícil. —Camila no pudo evitar sentirse bien con ese comentario. Era indispensable para Olivia, para ella, el terror de las chicas de housekeeping. Lo hizo bastante bien. Estaba segura de que haber indicado en su currículo que era asistente de Olivia en El Plaza le había ayudado a ser aceptada en el Ritz.
—Gracias por todo, ha sido un placer trabajar con usted.
—No te despidas aún, tienes dos semanas para eso.
—Quería pedirle un favor. Hoy una amiga mía se va al extranjero por un año, vamos a ir a despedirla al aeropuerto, así que pensé que quizá podría dejarme salir en una hora.
—Está bien, te doy permiso. Pero antes de irte ve a dar una última inspección a las suites.
—Si, lo haré ahora mismo.
—Ah, y felicitaciones por tu nuevo puesto.
—De nada, señora.
Camila se fue feliz de que Olivia haya tomado bien su renuncia. No había esperado que los del Ritz le respondieran tan pronto. Le habían ofrecido el puesto de supervisora de habitaciones. La paga era casi la misma, la diferencia era que había logrado entrar a uno de los mejores sitios para trabajar del mundo, además de haber pasado el riguroso proceso de selección. Ahora solo le quedaba la capacitación y listo, todo estaría bien. Se sentía muy animada por su nuevo empleo. Había sido una linda experiencia trabajar en El Plaza, extrañaría a sus amigos y la cercanía a las chicas de restaurantes, pero tenía claro que lo más importante era su crecimiento profesional. No perdería jamás el contacto con ellas, eran sus mejores amigas.
Ahora tenía que hacer la inspección rápido, no iba a hacer esperar a Priss en el aeropuerto. Dejó para el último la Suite Ejecutiva, pensó que Alec podría estar ahí. Tocó la puerta varias veces y nada, quizá salió. La abrió despacio y se dio con la sorpresa que él estaba ahí, esperándola con solo una bata de baño puesta. Acababa de salir de la ducha.
—Vaya, vaya, pero si es mi camarera favorita —dijo él mientras la recorría de pies a cabeza—. ¿Qué la trae por aquí, señorita Camila?
—Una inspección, al parecer esta suite está aprobada —contestó sin inmutarse mientras ponía los checks correspondientes en el tablero de verificación—. Por cierto, tengo una noticia para usted.
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Editado: 04.10.2023