—Cam, cariño, ¿quieres abrir la puerta? —pidió Anne desde la cocina. Su vientre de cinco meses le pesaba una vida. Bien, estaba siendo exagerada.
—¡Acabo de entrar a la ducha! —gritó. Claro, ya se escuchaba el agua. Le daba flojera tener que ir a abrir la puerta del apartamento, esperaban al chico del delivery, pero no quería cargar nada. Para variar ese día había amanecido con una pereza única.
—¡Voy! —gritó, pues habían tocado el timbre otra vez. Caminó hacia la puerta con dinero en mano para pagar, cuando se llevó la sorpresa al ver a su madre ahí parada. Reaccionó rápido para no abrir la puerta del todo.
—No te crie como una princesa para que acabes viviendo en este piso con ese hombre —le dijo con desdén.
—Lárgate. —Fue lo único que contestó. "Por todos los cielos, Cameron, sal por favor, te necesito", se dijo nerviosa. No veía a su madre desde el día que tuvo el accidente y perdió a su primer hijo, tampoco hubiera querido volver a verla—. ¿A qué has venido? No tengo por qué escucharte.— Pero notó que su madre miraba su vientre.
—Supe que estás esperando a mi nieto.
—Nieta —aclaró.
—Nieta. Y sé que no quieres más nuestra ayuda, lo entiendo. Pero he venido a traerte esto —sacó un cheque. Eso solo puso más furiosa a Anne, quien ya estaba a punto de gritarle una vez más que se largara—. Tu tía Sarah falleció. La tía te quería mucho, no tuve forma de avisarte.
—Oh, vaya yo... lo siento mucho —dijo sorprendida. No tenía idea de eso, y de pronto se sintió muy culpable por haber perdido el contacto con la familia.
—Lo sé. Te dejó un cheque, y sé que también herencia, estaba enferma. Solo vine a avisarte eso. Quizá lo necesites, o quizá tu hija. ¿Vas a aceptarlo?— Anne dudó un momento. No era dinero de sus padres, sino de una tía muy querida. Tomó el cheque, era una buena cifra. Cameron y ella no pasaban apuros económicos, él tenía un buen trabajo, les estaba yendo bien. Pero con eso les iría mucho mejor, podrían comprar un apartamento más grande o quizá una casa. La bebé lo iba a necesitar.
—Gracias por avisar. Bueno, ¿ya terminaste?
—No, no he terminado.— Anne suspiró. No quería discutir con su madre y menos en ese estado—. ¿Dónde está ese hombre con el que vives?
—Lárgate, madre, es en serio.— Iba ya a cerrar la puerta cuando escuchó que del baño salía Cameron. Giró a verlo, se había puesto la bata e iba hacia la puerta.
—¿Quién es, amor? —dijo mientras llegaba. Y notó que también se puso algo pálido cuando vio quien era la visita. Pero eso solo duró unos segundos. Luego se puso muy serio—. ¿Vas a dejarla pasar? ¿Te está haciendo algo?
—No, ya se iba.
—Bien, porque no es bienvenida aquí.
—No me iré sin hablar contigo.— Cameron tomó del brazo a Anne y la puso detrás de él en actitud protectora.
—Mire, señora —dijo conteniéndose como podía, ya bastante daño les habían hecho los padres de Anne para tener que soportar a esa mujer—. Anne está embarazada, lo que menos necesita son sus palabras hirientes y reclamos, estamos bien sin ustedes, así que no haga que me olvide de mi educación, y por favor retírese.
—Escucha bien, jovencito —dijo con ese tono déspota que la caracterizaba—. Tienes a mi hija, y pronto tendrás a mi nieta. Así que más te vale, infeliz, que las cuides. Porque si me entero de que mi hija dejó todo su mundo por ti y le haces daño, juro que te voy a destruir. Las vas a cuidar, las vas a amar y no les vas a hacer daño. ¿Entendido?
—Eso lo he tenido claro siempre, no tiene que amenazarme para que lo cumpla. Anne y mi hija son lo más importante de mi vida.
—Más te vale.— Antes de darse la media vuelta, miró a su hija y el vientre de esta. Luego se fue en silencio, elegante como siempre. Y ellos esperaban no volver a verla. Cameron cerró la puerta. Suspiró, cansado, la tensión había sido mucha.
—¿Cómo estás? —dijo mirándola preocupado—. ¿Qué te hizo?
—Nada, solo quería avisarme algo sobre una tía y una herencia, pero nada más. Creo que vino solo a amenazarte.
—No tiene sentido, no necesito que nadie me diga que tengo que protegerte y amarte, eso lo hago porque quiero y porque te amo. Nunca dejaré de hacerlo.— Anne le sonrió y se acercó para darle un beso.
—Te amo —le dijo con ternura.— Nunca me voy a arrepentir de haber salido de casa y de haber dejado todo por ti. Lo volvería a dejar otra vez con gusto—. Cameron la abrazó, con cuidado, claro, no quería aplastar su lindo vientre.
—Tú y mi pequeña son las mujeres de mi vida.
—Lo sé, cielo. Así será por siempre.
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Editado: 04.10.2023