Calidad total

Extra 6: Roja

—A veces me pregunto si algún día querrá salir de Queens.

—¿No que se iban a mudar a tu apartamento? —preguntó Cam a Arnie. Habían llegado muy temprano al restaurante, solo estaban ellos y unos cuantos más. En la cocina, Rachel y Kate estaban en lo suyo. Así que ambos se pusieron a conversar sobre temas variados y terminaron hablando de sus parejas.

—Si, se supone. Pero al final nos quedamos en el de ella. Sé que no gana mal, yo tampoco. Podemos pagar algo mucho mejor, pero creo que le gusta esa cosa.

—¿Qué cosa?

—Vivir en ese lugar. ¿Sabes que me han robado dos veces desde que vivo ahí?

—Pensé que si te conocen los del barrio ya no te roban.

—Supongo que eso solo aplica para Rachel. Ya intenté convencerla, pero nada, la gusta esta vida de shanty —soltaron una carcajada, era cierto. Ya conocía bien a Rachel y su gusto por el "shanty town"

—Bueno, supongo que algún día se le ocurrirá que puede conseguir algo mejor.

—No lo sé, últimamente me está asustando.

—¿Y ahora qué hizo?

—Si sabes que una roja y que si hubiera vivido hace cuarenta años la metían a la reja por comunista, ¿no?— Cameron asintió y comenzó a reírse, claro que se acordaba de su manía de sindicalista—. Pues que entró a postular a la presidencia del sindicato de trabajadores de El Plaza.

—¿Y bien?

—Que según sondeo va a la cabeza.

—¿Eso tiene algo de malo?

—No, o no lo tendría si es que no hubiera dicho claramente en su último discurso que "iba a coger por los huevos a todos esos jefes que no quieren reconocer las horas extras, empezando por el chef Hartmann".— Cameron casi se atora de la risa, no se podía creer eso.

—¿No que lo amaba?

—Sí, dice que lo ama. Y porque lo ama quiere lo mejor para él, que es pues... hacer que recapacite.

—Tengo que ir más seguido a esas cosas del sindicato.— Cuando terminó de decir eso, la puerta de la cocina se abrió y apareció Rachel llevando algo de mantequilla que dejó en una mesa cerca de ellos.

—Listo, chicos. Está en su punto.

—Gracias, Rachel —le dijo Cameron mientras ella ya volvía a la cocina—. Por cierto, tienes mi voto. ¡Rachel a la presidencia!

—¡Así es, compañero! —levantó el puño en alto como buena roja—. ¡Venceremos!

—¡Patria o muerte!

—¡Horas extras o huelga!

—¡Vacaciones pagadas!

—¡Gracias por la idea! ¡Tiembla, Hartmann! —volvió a la cocina, los dos rieron. A Adriano se le iba a caer algo cuando se entere la que tramaba Rachel.

—Es una roja de lo peor, y la amo.

—Sí, supongo que te vas a tener que aguantar lo de vivir en Queens, una sindicalista viviendo cómoda no combina —volvieron a reír, con Rachel no quedaba de otra.




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