Calienta mi Corazón

Capítulo Dos

Aspen, Colorado

 

            El lunes de la semana siguiente, me dirijo a las oficinas de la empresa de mi familia en Colorado. Blake me había llamado porque me necesita para un trabajo especial.

            Blake es mi hermano mayor. Y si voy a cualquier lugar referente a la empresa es por él y por nuestro hermano, Christian. Desde que murió mi padre hace ocho meses, Blake, como el primogénito del reverenciado por unos y temido por otros Maxwell St. John, había tomado las riendas de los negocios familiares. Por fortuna, o tal vez por el hecho de que todavía estaba en proceso de recuperación por lo ocurrido en Italia, yo no había tenido que ir a la empresa matriz en Nueva York o a las demás oficinas que se dispersan alrededor del mundo desde que Max murió. Pero ahora no me ha quedado más remedio que presentarme allí.

            Queda bien claro: no me interesa para nada la empresa que tanto idolatraba mi padre. Aunque esa es otra historia, la cual no deseo repasar en este momento.

            —Vaya, miren quién se ha dignado a venir al negocio familiar —anuncia una voz masculina que reconocería hasta en el fin del mundo, tan pronto llego al edificio donde se encuentran las oficinas de Aspen—. ¿A qué se debe este milagro, hermanita? Creía que estabas en Chile.

            Quien me acaba de abordar es Christian, mi mellizo, mi otra mitad, como solemos decirnos, porque la relación de mellizos es cosa aparte. Christian es el único que va por encima de Benny en lo que a mi persona respecta. Somos tres en total, los hijos de Max. Al igual que Blake, Chris trabaja en la empresa, como director de Relaciones Públicas y Mercadeo. Mi padre siempre quiso que todos sus hijos y sobrinos trabajaran en el negocio familiar y tenemos acciones a partes iguales pero, a diferencia de mis hermanos, yo prefiero mantenerme alejada de la compañía que fundaron mi padre y su hermana cuando apenas tenían veinte y veintidós años, respectivamente.

            No necesito trabajar aquí. Miro los alrededores y me reafirmo en ello. Soy atleta a tiempo completo y vivo del deporte y de mis auspiciadores, quienes no me abandonaron a pesar de lo poco esperanzador de mi diagnóstico. Aparte de eso, el Comité Olímpico y la Federación de Esquí nacional me ayudan con los gastos que conllevan mis entrenamientos y mi rendimiento atlético.

            —Ah, ya recordé —Christian se da un leve golpe en la frente—. Vas a hacer el trabajo de Beaver Creek estas semanas. ¿Qué va a pasar con Chile? ¿Lo vas a cancelar?

            —Me voy la segunda semana de agosto para los entrenamientos pretemporada, por eso puedo ayudar a Blake con su proyecto. Aunque ya Matt se encuentra allá.

            —Hace tiempo que no veo al papá de Benny —dice Chris, refiriéndose a Matthew, mi entrenador principal—. Él y yo tenemos una conversación pendiente.

            Ah, aquí vamos...

            —No tienes nada que decir al respecto, Christian. Volveré a esquiar, te guste o no.

            Tanto Christian, que es el más relajado y llevadero de mis hermanos, como Blake, un tanto más sosegado en personalidad, nunca han estado de acuerdo con mi decisión de volver al deporte y han hecho frente común para persuadirme de lo contrario. Si bien entiendo que su negativa ante mi decisión nace de su preocupación por mi bienestar, lo cierto es que, por más que ame a mis sobreprotectores hermanos mayores, me he trazado una meta que va más allá de mi carrera deportiva. No hay nada que puedan hacer para que cambie de opinión.

            Christian resopla al escuchar mi afirmación.

            —Sabía que eres terca y obstinada, pero no que lo fueras tanto como para poner en riesgo tu vida otra vez.

            —Chris...

            —Nada de Chris, Maryanne —me interrumpe—. A fines del año pasado volviste a caer en una clasificación y te fracturaste la rodilla de nuevo. Como si la primera vez no hubiese sido grave. ¡Estuviste en coma, por todos los cielos!

            —Lo que sucedió en diciembre no se compara con lo sucedido hace año y medio. Simplemente, mi pierna no estaba preparada para lo que se le exigía, y cedió a la presión.




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