Calienta mi Corazón

Capítulo Seis

            En el ascensor, tengo una sensación de confinamiento. No es fácil estar a solas en un espacio tan pequeño con A.J. Kerr.

            Como el excelente estratega que es, A.J. aprovecha la oportunidad para colocar las maletas a un lado y quedar situado lo más cerca posible de mí. Digo “estratega” porque el ascensor es pequeño, sí, pero no tanto como para no poner distancia entre nosotros. ¿Su excusa? Nuestro equipaje ocupa mucho espacio. Ni que fuera del tamaño de un refrigerador industrial...

            Por otra parte, no puedo decirle que se aleje un poco porque sería grosero y me pondría en evidencia, le haría entender que él me afecta inmensamente.

            Su cercanía es toda una prueba de resistencia para mí. De Matthew haber pensado en algo parecido cuando entrenamos para las competencias, hubiese tenido un éxito rotundo. Este hombre huele rico de verdad. Su colonia tiene un toque cítrico que magnifica la base de sándalo de la fragancia. Combina esa mezcla de aromas con la esencia natural del chico rebelde del esquí, y lo que tienes es una bomba nuclear por la cual todas las féminas del planeta levantan banderas blancas para rendirse ante él. Por no hablar de los lugares donde rozan nuestros cuerpos involuntariamente. ¡Llamen a los bomberos, que me estoy quemando!

            —¿Dormiste bien anoche?

            —¿Eh? —pregunto cuando soy consciente de que él espera una respuesta. Mis pensamientos me han distraído y, si hay algo que no puedo hacer en su presencia jamás, es estar distraída o con la guardia baja. Decido no decir la verdad sobre mi desvelo nocturno—. Oh, sí. Muy bien.

            Por sugerencia del propio A.J. durante la reunión del día anterior, ambos habíamos dormido en las habitaciones comunes del complejo en vez del apartamento reservado para la familia y sus invitados. Control de calidad, argumentó.

            —¿La cama era de tu agrado?

            —Muy cómoda. Las almohadas estaban perfectas.

            —¿Y el servicio?

            No puedo evitar reírme.

            —¿Estoy llenando un cuestionario?

            —No —él también rio—. Sólo buscaba conversación. Aunque no es mala tu idea de hacer un cuestionario para que los huéspedes lo llenen.

            —¿Siempre estás tan temprano en modo de trabajo? —quiero saber. Este A.J. es desconocido para mí. Nunca imaginé que fuera un trabajador tan eficiente.

            —Trabajo desde los cuatro años, Maryanne. Es parte de mi naturaleza.

            ¿Desde los cuatro años? Eso me sorprende, lo cual no debería. Yo misma comencé a trabajar a los seis años, poco después de la muerte de mi madre. Max y su deseo de que sus hijos y sobrinos se familiarizaran con el negocio familiar. En el caso de A.J., su dedicación al trabajo no concuerda con su notoria reputación de fiestero.

            «¿Y tú qué sabes sobre él, St. John? Los datos públicos existentes de A.J. Kerr no dicen nada de su vida íntima, su familia, o de sus lesiones. Ni siquiera Wikipedia habla de ello».

            Como si Wikipedia fuera del todo fiable.

            —Tenía entendido que en la página web del complejo había un área de sugerencias y calificaciones.

            —Lo hay. Aparte de eso, en la página de Facebook puedes calificarlo.

            Saco el móvil del bolsillo trasero de mis vaqueros y abro la aplicación de dicha red social. Busco la página del Johnstock Hotel & Ski Resort, Aspen (así se llama el complejo creado por Blake y A.J.). Le muestro un mohín divertido a A.J.




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