Calienta mi Corazón

Capítulo Nueve

            «¡Ahora, la competidora número dieciocho, representando a los Estados Unidos de América, Maryanne St. John!»

            —¿Estás lista, Maryanne? —pregunta uno de los entrenadores auxiliares, el mismo que escucharás en las competencias de esquí gritar a los esquiadores estadounidenses para darles ánimos.

            —Estoy lista.

            Observo la pista que tengo enfrente. Hoy, el clima ha mejorado; ya no hay rastro de la neblina que el día anterior hizo que suspendieran la competencia. Curiosamente, hace una hora estaba peor que ayer. Los vientos son otra cosa, hay mucho, sí, pero es manejable.

            Este evento no me hará ganar puntos extra en la lista de posiciones global. Esto es por los niños con cáncer. Por tal razón, significa mucho para mí. Mi madre, en vida, siempre apoyó esta causa. Apenas pude conocerla bien, pero desde que tengo uso de razón, siempre fue fiel a ella. Irónico que ella muriera de la misma terrible enfermedad por la que tanto luchó. Así que lo hago por los niños que sufren ese mal y en honor a mi madre.

            Las bocinas de la salida comienzan a sonar.

            —Recuerda el área del centro —me advierte Matthew, que se encuentra al final de la pista y me habla por un radio transmisor portátil. Él conoce mejor que nadie mis puntos fuertes y los débiles al esquiar—. Hazlo bien y esto será tuyo.

            —Entendido, jefe.

            —¡Vamos, Maryanne! —grita el auxiliar—. ¡Vamos, vamos, VAMOS!

            Hago una salida perfecta, en la que no he derrapado, ni los esquís han fallado. Me impulso todas las veces que puedo para entonces poner mis manos frente a mi rostro, a la altura de la boca, y posicionar la cabeza y el torso lo más cerca de mis muslos sin perder la vista de la pista. Esto lo hago para ganar la mayor velocidad posible.

            Llega una curva, por lo que me inclino hacia la izquierda y, tan pronto salgo de la misma, regreso a mi posición inicial. Ahora mi velocidad ha incrementado considerablemente. Hago el mismo procedimiento con las siguientes dos curvas, alternando el lado hacia el cual debo inclinarme. Comparada con las competencias de Super G, esta pista tiene menos curvas que las antes mencionadas ya que las de Super G son una mezcla de técnica y velocidad. Las de Descenso son puramente veloces. Las más veloces, de hecho.

            En la primera parte de la pista, hay una inclinación profunda. Esto, junto a la velocidad que llevo, unos ciento veinte kilómetros por hora, según puedo calcular por la nieve chocando en mi rostro y la fuerza del viento que provoca la rapidez con la que bajo la pista, permiten que dé un salto bastante alto, logrando aterrizar en la nieve, inyectada con agua por debajo de la superficie para hacer la pista más estable, con total y absoluta precisión.

            Finalmente, llego a la parte que me ha advertido Matthew, la de transición entre la primera y el centro. Lo sé porque es en esta área donde más se escuchan los sonidos a mi alrededor; la música, los supervisores dando instrucciones y asegurándose de que todo vaya como se ha planeado, los miembros del equipo al que pertenece el esquiador de turno, hasta algunos fanáticos que no se conforman con ver la acción en las gradas ubicadas en el final de la pista o por las pantallas gigantes en el área en cuestión y que deciden tener una experiencia más directa de la competencia. Todo se percibe mejor en esta área.

            Recordando que dos días atrás apenas me liberé de una caída al salvar un derrape complicado en esta área durante la clasificación, hago lo que Matt me ha aconsejado: levanto un poco el torso durante la curva para disminuir la velocidad y luego me inclino hasta casi tocar mis muslos para volver a aumentarla. Queda impecable mi actuación en este momento. La parte más difícil de la pista ha sido superada, con éxito.

            De repente, me veo tal y como los televidentes me ven en sus casas. El la esquina inferior derecha de la pantalla, me doy cuenta de que mi velocidad es mucho mayor de lo que normalmente hago. ¡Veinte kilómetros más de mi registro usual! Nunca había esquiado tan rápido. Lamentablemente, la adrenalina en mi cuerpo está en su máxima expresión y, al notar que aventajo a la esquiadora que se encuentra actualmente en la primera posición por catorce segundos y ocho centésimas, todo un universo en competencias de esquí alpino, decido continuar con mi carrera sin aminorar prudentemente la velocidad.




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